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Opinión

La esperanza, una luz en medio de la obscuridad

La esperanza, una luz en medio de la obscuridad

Por: Juan Bautista Pasten G.

Por cierto, la esperanza es un Valor, es decir, una cualidad necesaria de conocer, desarrollar y aplicar en todos los asuntos y quehaceres humanos, con el fin de posibilitar tanto una adecuada convivencia social, así como ir forjando y construyendo comunidades que permitan el creciente beneficio para todos sus habitantes.

En efecto, la mención y la práctica de los Valores constituyen todo aquello que el mundo y la humanidad requiere con prontitud, debido a la multiplicidad de problemáticas que, de modo permanente, nos afectan como seres humanos. Los valores son la antítesis de la negatividad, la injusticia, la maldad, la represión, el egoísmo, la maledicencia, la ignorancia, la pobreza material y espiritual, la dependencia y la enajenación.

¡He ahí una muestra palmaria de la solicitud y urgencia de los Valores!

Los Valores son sinónimo de luz, imaginación y creatividad.

Ahora bien, uno de los valores negativos que caracteriza de manera progresiva y dramática a la humanidad, el cual azota a gran cantidad de hombres y mujeres y que recorre lastimosamente al planeta, es la desesperanza, vale decir, la abulia, el desinterés y la carencia de optimismo respecto del presente y el porvenir. La desesperanza, al igual que el miedo, producen desaliento, encierro e inmovilidad. La desesperanza paraliza todo intento de cambio y transformación personal y social.

Es preciso, entonces, una educación valórica integral que venga a impregnar de conocimiento, autoestima, resiliencia, perseverancia y empatía cada una de nuestras acciones y comportamientos y, principalmente, con una inmensa dosis de esperanza efectiva que, a su vez, sea el motor pletórico de energía y sapiencia que permita sobrellevar todas las dificultades habidas y por haber y, asimismo, vencer cualquier atisbo de desánimo, languidez y obscuridad existencial.

Efectivamente, los Valores en general, la Esperanza en particular y todos ellos en conjunto, deben constituirse en la Voluntad unitaria en la construcción de un mundo mejor, donde nada ni nadie quede excluido, donde la protección de la belleza y esplendor de la naturaleza no sean palabras vacías sino la auténtica realidad. Al mismo tiempo, instar a la formación de seres humanos conscientes de sus posibilidades, sus herramientas y sus objetivos. Ciertamente, la Esperanza reúne, puntualiza y direcciona, inteligentemente, lo más excelso del pensamiento hasta convertirla en acción creadora.

Como corolario de la presente columna, quiero señalar que hoy en mi país, Chile, se ha realizado un cambio de gobierno. Somos muchos quienes tenemos la esperanza que el nuevo equipo gubernamental, en constante comunión con la ciudadanía, allanen el sendero que conduzca hacia la sociedad valórica que todos anhelamos y necesitamos.

De igual forma, tenemos la esperanza nunca olvidada de vivir en armonía con los países hermanos de América Latina, hasta lograr, más temprano que tarde, el sueño de grandes líderes y pensadores de consolidar la patria grande, es decir, el territorio rico, bello y poderoso que vaya desde el Río Grande en el norte hasta el Cabo de Hornos en sur.

Todo es posible cuando existe Sabiduría, Justicia y Unidad, que la esperanza motive, impulse y concrete tan hermosa realidad.

América Latina será la América Latina de Bolívar: una unidad regional afirmada sobre los valores de cada país. Gabriel García Márquez, novelista colombiano, siglo XX.

Algún día, América tendrá una voz de continente, una voz de pueblo unido. Una voz que será respetada y oída, porque será la voz de pueblos dueños de su propio destino”. Salvador Allende, presidente chileno, siglo XX.

*Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

 

 

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