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Filosofar, una actividad contingente y trascendente

Filosofar, una actividad contingente y trascendente

Ciertamente, los seres humanos (¡todos los seres humanos!), tenemos la capacidad o la “potencia” en palabras de Aristóteles, para llegar a ser bastante más de lo que comúnmente se cree o acepta con resignación. Esto es factible en todos los ámbitos y áreas.

¿Por qué es esto posible?

Porque habitamos y somos parte de una realidad cambiante, en constante movilidad y transformación (en esto consiste la llamada “dialéctica”). En consecuencia, nosotros estamos aptos para ser no solo partícipes de este cambio, sino promotores y protagonistas del mismo.

Ejemplifiquemos lo anterior, recurriendo a la bella e inefable naturaleza. Es así, que una semilla tiene la capacidad de convertirse (“llegar a ser “) en un arbusto, una planta o un árbol e, incluso, puede producir ramas, flores y frutos. Por consiguiente, su movilidad y desarrollo no tiene límites, pues su “fin” será transformarse en una nueva semilla, enriquecida y fortalecida, para continuar su vida ilimitadamente.

¿Cómo se manifiesta esto en las personas?

De diversas maneras. Examinemos una de ellas: En términos cronológicos, al nacer, somos bebés, al transcurrir el tiempo, nos convertimos en infantes, en púberes y adolescentes, en jóvenes, adultos y adultos mayores. Luego, fenecemos, pero queda todo cuanto hicimos en nuestra existencia terrenal: Hijos, ideales, sueños, experiencias, enseñanzas, aprendizajes y obras físicas. En fin, la lista es larga.

En lo concerniente a lo filosófico propiamente tal, el derrotero es similar y al alcance de todo ser humano.

En efecto, todos tenemos la facultad de pensar, razonar, e imaginar, así como de sentir y emocionarnos. Pues bien, esta cualidad de pensar posibilita manejarnos en este mundo, ya sea para interactuar, adecuadamente, nuestro prójimo como para aprender y desarrollar habilidades.

Además - esto es lo primordial - nos permite avanzar y crecer en conocimiento y sabiduría y, por tanto, en justicia, libertad y solidaridad. Por supuesto, todo esto – como toda labor humana- requiere actitud, esfuerzo, disciplina y dedicación. Todo es un proceso, un movimiento creciente y ascendente.

Esto es Filosofía. Esto es filosofar, esto es crecer y desenvolvernos como seres inteligentes, plenos e íntegros.

La Vida, no se agota en un momento determinado. La Vida es Plenitud, y hay que avanzar, con convicción y voluntad, hacia tan maravilloso objetivo. Cuando seamos capaces de develar este sublime objetivo, tal vez, descubramos que ahí comienza la Verdadera Vida.

“Cuando se alcanza la cima de la montaña, ahí comienza la verdadera ascensión “. K. Gibran 

*Docencia e Investigación en Filosofía

 Universidad de Chile.

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