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En el Tolima no hay pabellón de quemados

En el Tolima no hay pabellón de quemados

En tiempos de pandemia diciembre se convierte es un mes complejo y de grandes retos para las familias colombianas. Cansados del encierro, de vibraciones o frecuencias por debajo de lo normal que conducen a llenarnos de desesperanza creemos que en pequeños actos podemos dejar huellas imborrables en nosotros y en los nuestros. 

La pólvora es mágica, pero también es tragedia, yo entiendo que en nuestro país hace parte de la tradición, es cultura y en algunos departamentos se podría decir que es una secta llegando a religión.  

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Más de 19 quemados ya en el Tolima sin llegar al día de las velas es una cifra muy alta. Familias que han tenido que dividirse para acompañar ese ser querido a los pabellones de quemados en Bogotá, Floridablanca, Cali o Medellín. Familias que deben además afrontar los retos de contagio del Covid19, dos tragedias que podrían evitarse si dejamos esa efímera alegría para los incautos. 

Los relatos de las personas quemadas son muy duros, reviven una y otra vez ese momento, la angustia, la desesperación, la gente que llega a ayudar, como los llevan hasta el hospital, los demás integrantes de la familia llorando, los vecinos murmurando. 

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“Un padecimiento que parece no acabar. Además del dolor, que resulta indescriptible y se agudiza día a día con las curaciones y los tratamientos, la batalla también es contra la soledad de la habitación y el silencio que se percibe en el pasillo del pabellón, aislado de la realidad, en donde cada uno vive la suya”. 

“Acosta jamás pensó vivir y pese a que está bien, siente como propias las quemaduras y el dolor de su hijo. El pequeño perdió uno de sus deditos por la gravedad de las heridas. En medio de una tragedia, que pudo ser peor, su hijo está bien. Sin embargo, Blanca no ha podido acostumbrarse a estar lejos de su esposo y sus otros hijos”. 

Me acuerdo como si fuera ayer, viviamos en Interlake y junto con mi hermano compramos unas mechas para quemar junto al grupo de amigos. Era el año 1982 y prendí la mecha que puse debajo de un tarro al lado de un arenal. Pasó el tiempo, uno cree que es mucho, ahora entiendo que serían como 5 segundos y me acerqué pensando que se habia apagado, cuando estaba por destapar el tarro, éste me golpió la frente. Mis amigos reían, se mofaban de mi. Pero gracias a ese tarro no tengo cicatricez. Ese día comprendí que la pólvora no es cosa de niños.  

Sin embargo, años después compramos chispitas para mi hermano menor, y encima de la cama de nuestra madre le guiamos la mano a Rafa para que viviera en ese mundo mágico de las luces repentinas. El edredón se quemó, el colchón duró varios días en secarse y aunque no hubo más reclamos hicimos un pacto con la vida. 

“Una persona puede vivir con el 50% de su hígado o el 50% de los riñones pero no puede vivir con el 50% de la piel. 

“La piel es un órgano, la gente cree que es una cubierta, pero es un órgano con funciones específicas que tienen que ver con la supervivencia del paciente, por eso quemaduras del 50% generalmente son mortales, expresó Carlos Enrique Ramírez, jefe de la Unidad de Quemados y del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Universitario de Santander, HUS. 

¿Usted que quiere para usted y su familia en esta navidad?

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