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El reto de los honorables
Honorable: "...del latín honos, honoris, usado para indicar dignidad, rectitud o decencia. De la misma familia son las palabras honesto y honrado".
Definitivamente el mundo actual parece rotar en sentido contrario a lo normal. Esa es la percepción. Además de ello se evidencian dos vertientes, la resistente al cambio y la complaciente y laxa.
Y en las dos, una miscelánea de conductas de distintos matices, desde emotivos, violentos y vandálicos, hasta los inspirados en la bondad, la prudencia, la reflexión y el análisis.
Entre ellos, los despectivamente llamados "tibios", pero que en realidad conforman un valioso potencial para agregar a cualquiera de las dos anteriores, en la medida que existan razones de fondo para convencerlos.
Convencerlos para bien, quiero decir, es lo ideal.
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No me refiero a quienes en la vida solo pretenden saciar sus egoísmos, sino a los que se reservan el derecho a decidir con objetividad. He ahí el detalle.
Seguir incondicionalmente a alguien hasta aceptar, tolerar y justificar sus errores y equivocaciones, es propio del fanático.
Mientras la excesiva laxitud o el "Laissez faire et laissez passer", puede indicar falta de carácter.
Dejar hacer y dejar pasar; dejar que el mundo vaya solo con una dinámica desordenada y a la deriva por cuenta de la improvisación y sin reparos, no es lo correcto.
En ese momento es cuando Mafalda la de Quino, dice:¡¡¡Paren el mundo, que me quiero bajaar!!!
Mucho menos se puede concebir el cambio por el cambio, sobre todo cuando se recurre a la violencia.
Entonces, hay que obrar con moderación; veamos.
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La política, que se supone es la "Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados" hoy día necesita replantearse en favor de la moral, la sana convivencia y la justicia social, siendo ese el reto del ciudadano honorable, que en lugar de su actuar indiferente está obligado a asumir el verdadero rol de persona responsable, con dignidad y sentido de servicio.
Desempeñarse en política para alcanzar la Colombia que queremos, es difícil más no imposible.
Además, debe facilitarse el relevo generacional de quienes con sabiduría y disciplina deseen asumir la conducción y el mando en cada organización política, tanto de derecha como de izquierda y de esa forma contribuir a ejercer los pesos y contrapesos necesarios en una democracia.
Se precisa también de transparencia y equilibrio en el análisis, no a las estigmatizaciones y juicios a priori solo para descalificar al contrario, en lugar de demostrarle sus errores y contradicciones.
En consecuencia, lo ideal es obrar con racionalidad, mas no autoeliminarse brutalmente entre quienes conforman las dos orillas de la llamada "política extrema rival."
De ahí que, indispensablemente para lograrlo, ya lo hemos dicho en estos escritos y quiero reiterarlo, se precisa garantizar total independencia de las ramas del poder público como fiel de la balanza, junto con una buena gestión de los órganos de control.
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