Columnistas
El fantasma del paramilitarismo es más real que ficticio
Por: Julián Escobar Ávila
Qué bueno que ahora tenemos paz en Colombia, pero una paz fugitiva de su realidad, efímera como el papel y la tinta donde se firmó el fin de la guerra entre el ahora movimiento político Farc y el Estado centro derechista de Juan Manuel Santos. Curiosamente es esa paz la que debemos proteger, no por el beneficio y complacencia de un grupo armado y su interés de husmar en la mal desdichada política colombiana, sino por el bien colectivo de una nación que paradójicamente se dirige ante un inevitable choque con un viejo enemigo, el paramilitarismo.
Evidentemente, es esta sociedad de la información superflua la que nos hace sufrir no solo ceguera social sino de amnesia colectiva ante problemas fundamentales de la sociedad colombiana, recordemos cuando el expresidente y ahora senador Álvaro Uribe se lavó las manos condenando y extraditando a viejos paramilitares que no estaban en su rosca (Pacto de Ralito) con el fin de crear una mentirosa imagen de un presidente luchador contra el crimen, como si de un mesías se tratase, insinuando que su nefasto gobierno acabó con el fenómeno paramilitar y en buena parte el guerrillero. Años después, fue Juan Manuel Santos, pupilo en aquel entonces de Uribe quien negó la existencia de células paramilitares en nuestro territorio. Sin embargo, es hora de cuestionar las falsedades estratégicas de esos “enemigos” políticos, Santos y Uribe, a quien cínicamente pasamos a llamar "principal oposición política del gobierno Santos" como si la izquierda de este país estuviera condenada a no ser precisamente eso, oposición, y servil grupo de idiotas útiles.
Según el informe especial del movimiento político Marcha Patriótica basado en los datos para las víctimas de la ONU, en lo que lleva del año se han asesinado 41 líderes sociales, estudiantiles, sindicalistas entre otros , cuyo mayor pecado ha sido el de toparse con un enemigo defendido por las mentiras de quienes nos gobiernan, aduciendo de que el paramilitarismo ahora son grupos de bandas criminales (Bacrim), como si nunca lo hubiesen sido, tratados como un daño colateral de las políticas tradicionales que manifestaron la peor desgracia de esta sociedad, cuño de asesinos pagados por terratenientes con el fin de adquirir más terrenos y defenderlas ante futuros proyectos de distribución de tierras.
El fantasma del paramilitarismo está más vivo que nunca, y se resiste a quedar en la historia de nuestro país, es sólo mirar la geografía del conflicto colombiano para darse cuenta, por ejemplo, que el departamento del Cauca es el pedazo de tierra más afectado por este actual conflicto: con 10 asesinatos de líderes de derechos humanos en cabeza junto al departamento de Antioquia (histórico bastión paramilitar) las cifras de muertos en manos de estos grupos armados, sin contar con el Choco, Tolima y Bolívar, quienes suman el 50% de asesinatos de lo que lleva este año para las víctimas. Cabe entonces señalar, ¿cuáles son esos paramilitares que se han desmovilizado? Porque cómo va el año, son ríos de sangre los que corren y correrán en Colombia en manos de estos asesinos que se rehúsan a entregar sus armas y aceptar una Colombia sin grupos ilegales.
¿Qué dirá entonces el uribismoante este problema coyuntural? Que sin duda algunas se acrecentarán con la restitución de tierras a campesinos quienes han sido los más golpeados tanto por los paracos como guerrilleros. Finalmente quisiera inferir en que ya es hora de unir fuerzas, entre los antagónicos y variopintos sectores políticos, esos mismos que negaron el fenómeno de asesinos en masa y quienes por otro lado hemos denunciado repetitivamente los asesinatos por bandas criminales entre otros grupos armados ilegales. Nosotros los jóvenes debemos abanderar dicho problema, poner coto a esta inmensurable situación que se ha salido de las manos, perder el miedo a denunciar y luchar por una Colombia donde ni paramilitares y “guerrilleros” estén husmeando y arrebatando la paz de nuestros compatriotas. El futuro se escribe de acuerdo a los actos que se unifican en un mismo lenguaje socio-político del presente, no dejemos de pasar la oportunidad de acabar el problema del paramilitarismo de raíz, pues los departamentos periféricos donde más se sufre este desdichado conflicto nos lo agradecerán.
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