Columnistas
El día que conocí a Maradona
Días antes en una sala de un hotel al norte de Bogotá, abarrotada de periodistas, cámaras y flashes, acompañado de Piedad Córdoba y fiel a su estilo, Maradona convocó una rueda de prensa para hablar de fútbol, del partido, de la paz, y de su movimiento político en la Fifa.
Yo, siendo apenas practicante del periódico El Tiempo, tuve la fortuna de ser designado para estar en esa rueda de prensa con ese personaje, que se convirtió en deidad, que vi jugar al final de su carrera y en partidos de exhibición, y en videos de sus momentos de gloria.
Apareció en medio de la multitud, con su figura robusta y su 1.63 de estatura, se perdía en medio de los fotógrafos, y los gritos de los periodistas que usualmente suelen ser mesurados en estos eventos de: “Oe, oe, oe, oe, Diegooo, Diegooo”. Su figura inspira respeto, admiración y devoción en muchos casos, casi ¡30 minutos!, pasaron para que Maradona pudiera llegar de la entrada a su sillón, en un espacio que no superaba los 20 metros de distancia.
Su voz ronca, su acento argentino y cada frase que decía llevaba un mensaje por la paz, un mensaje político, un mensaje para el mundo del fútbol, y un mensaje para la prensa.
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Todos los periodistas, seguramente más de 200, estábamos en una lista para hacerle una pregunta a Maradona, ¡Como ganarse la lotería!, curiosamente en la transmisión de Canal Capital, la última parte que salió de la rueda de prensa fue: “Juan Pablo Gálvez, Futbolred y El Tiempo”, le pregunté sobre su aspiración política en la Fifa, y el apoyo al príncipe jordano Alí bin al Hussein, y su respuesta copó todos los titulares en los medios, fiel a su sinceridad, a su forma directa de hablar, Diego aseguro qué: “El príncipe no tiene que robarse ni un peso, porque tiene toda la plata del mundo, y para salvar a la Fifa y al fútbol, tenemos que darle una patada en el culo a Blatter”, la carcajada de todo el salón, y del mismo Diego, terminó la transmisión, el partido por la paz, terminó en bronca, y como todos los escándalos de su vida, no trascendió por encima de su figura que con apenas 163 centímetros, es tan grande y sigue siendo tan grande que se considera una religión.
Maradona creció en Argentinos, fue grande en Boca, estuvo en Barcelona, hizo grande al Nápoli, pasó por Sevilla, Newells, y se retiró en su amor, en la Bombonera, hizo que el mundo conociera qué era Argentina, a los ingleses, en plena pelea por las Malvinas, les hizo el mejor gol de la historia de los mundiales, el mismo día, que dijo que su mano, fue tocada por Dios, para hacer el también más polémico gol de la historia de estos campeonatos.
Eso fue Diego, el más grande y el más polémico, la leyenda y la religión, y en su tumba pidió que esté inscrito “Gracias a la pelota”, al que deberían sumarle “La pelota no se mancha”.
Adiós a uno de los más grandes futbolistas de la historia.
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