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Crisis o transformación
Las crisis provocan cambios diversos, ya sea de actitudes, ideas, comportamientos o expresiones que nos impelen a analizar, reflexionar, meditar, cuestionar y descubrir situaciones que – de no haber existido crisis- tal vez, no habrían sido realizadas o, por lo menos, no en la profundidad que requiere una crisis.
Por lo pronto, las “crisis” están siempre presentes en la condición humana. De hecho, dejar la niñez, la infancia de alegrías, manifestaciones lúdicas y despreocupación social, de por sí constituyen una crisis. También es una crisis la adolescencia y sus constantes cambios emocionales y existenciales, en que un día nos sentimos grandes, perfectos, casi divinos y, basta con padecer un problema o una crítica a nuestra persona, para convertirnos en seres abominables, patéticos y vanos.
Por cierto, es una crisis abandonar la adolescencia (“lo único que tienes que hacer es estudiar”, imperativo categórico de nuestras madres), sobre todo, el sentirnos, muchas veces, capaces de cambiar el mundo.
Por otra parte, es “crítico” el paso de adolescente a joven adulto: universidad, instituto, trabajo, nuevas amistades, relaciones sentimentales, conflictos sociales, nos impulsan a asumir protagonismos, donde el cuestionamiento externo y el auto-cuestionamiento son pan de cada día.
Es indudable, que la crisis no es ajena a nuestras vidas, nos acompaña desde la niñez hasta la senectud, en especial, aquella vejez que nos sume en la soledad y el recogimiento involuntario.
Toda esta introducción, respecto al término “crisis” es para intentar expresar -en pocas líneas- la “crisis” nacional y mundial en la que estamos insertos. Una pandemia, un virus ha transformado nuestro entorno inmediato y mediato, nuestra existencia personal y colectiva.
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Por consiguiente, ¿Qué hacemos ante esta “crisis”? ¿Nos abandonamos a nosotros mismos y a quienes nos circundan o, por el contrario, hacemos un adecuado uso de esta instancia de confinamiento para conocernos cada vez más como seres vivos y, por tanto, crecer y evolucionar como tales?
Seamos prudentes, reflexionemos, examinemos la realidad, descubramos nuestro potencial interior. Practiquemos la solidaridad, la empatía y la colaboración. Cuidémonos y cuidemos a quienes nos rodean.
En fin, seamos quienes verdaderamente somos, seres consientes, inteligentes y afectivos, ya que las crisis, no necesariamente nos destruyen, sino que, también, pueden fortalecernos y perfeccionarnos.
Todos los grandes cambios y transformaciones humanas vienen precedidas de un remezón- más o menos fuerte-, no es el fin del mundo, es el inicio de uno Nuevo, de una Nueva Tierra, de un Nuevo Ser Humano.
“Sí, estas vivo, pero, ¿estás despierto? Agustín de Hipona
- Licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile. Docente e investigador.
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