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Avanzar hacia la plenitud

Avanzar hacia la plenitud

Los seres humanos solemos quejarnos acerca de la realidad en que vivimos, nos mostramos disconformes respecto a la precariedad de nuestra existencia, independiente del tiempo o lugar en que habitemos.

Por lo pronto, es menester señalar que siempre debe ser cuestionado el medio en que nos movemos y vivimos, ya que toda actividad y quehacer humano está en condiciones de ser perfeccionado para posibilitar una existencia más grata, más justa, más libre y solidaria, que propicie, por ejemplo, más y mejores oportunidades educativas, de salud, laborales y ambientales, así como alcanzar objetivos y frutos que beneficien al conjunto de las personas.

Sin embargo, también es cierto - no nos cansemos de repetirlo - que todo cambio comienza en nosotros mismos, en todos y cada uno de nosotros. Esta reflexión acerca de sí mismo, inspección interior que devela falencias y potencialidades, es fundamental para desarrollarnos y crecer como seres vivos. Este autoconocimiento debe ser sustrato, medio y objetivo permanente de nuestro ser en el mundo. Así lograremos una auténtica comprensión, como seres integrales, con virtudes y defectos, con utopías y facticidades, con derechos y responsabilidades.

Ciertamente, es imposible cambiar, transformar, nuestro entorno social, natural, vital sin – previamente - perfeccionarnos a nosotros mismos. En efecto, ¡qué modificación positiva de la realidad podrían concretar individuos tristes, abúlicos, amargados, depresivos, posesivos, dependientes y alienados! En fin, esos son seres ignorantes de si mismos, alterados, alejados de su esencia, olvidados de Ser.

 Mientras más nos conocemos, mayor será nuestro entendimiento y mejor será la aplicación efectiva de nuestros sentimientos y pensamientos.

Sin duda, vivir no es permanecer extasiados en un campo de flores y frutos por doquier, tampoco pretender saciarnos de energía en momentos de alegría ni quedarnos inertes cuando fluye la tristeza. Es necesario vivenciar todos los momentos. 

Vivir es quehacer, es movimiento, es acción continua y constante (“praxis” la llamaban los filósofos griegos de la antigüedad). Vivir es drama y júbilo, por tanto, hay que sentir, pensar y actuar en consecuencia.

Como hemos dicho, vivir es una permanente movilidad entre lo personal y lo colectivo, entre el yo y la sociedad, entre idea y acción. No es posible vivir y crecer en armonía sin siquiera pensar en quienes nos circundan. Somos un todo, vale decir, somos sujeto, persona, humanidad, naturaleza, mundo, universo, del que nadie puede ni debe abstraerse ni desentenderse.

Por consiguiente, hagamos que, en nuestro habitar en el mundo, prevalezcan las virtudes por sobre las falencias. Es posible y necesario avanzar y crecer. Por ello, la perseverancia, la lucha por ser mejores personas, individual y colectivamente, es un valor que ha caracterizado a los grandes seres humanos, aquellos para los cuales los objetivos y las metas están siempre más allá. Nos referimos a personas que, aunque se agotan y tropiezan, perseveran, siguen adelante en el sendero del Saber y del Ser.

La Vida es Pensamiento, Acción y Compromiso  

“Quien persevere hasta el fin, ese (a) será libre” Pablo de Tarso.

“Hay hombres que luchan un día y son buenos.

  Hay los que luchan muchos días y son muy buenos

  Hay los que luchan un año y son aún mejores

  Pero, hay los que luchan toda la vida

  Estos son los imprescindibles”. Bertolt Brecht

Por: Juan Bautista Pasten G. Docencia e Investigación en Filosofía

Universidad de Chile.

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