Actualidad
Un llamado desde la pobreza
Por: Carlos Eduardo Cano
Nacimos para no fallar, no disfrutar, no divertirnos, no follar, no reír, no celebrar, no sentir, no descansar, no vivir. Ellos nos han condenado, hermano mío, a creer que nuestra realidad es la que debe ser, la que Dios nos designó, la que la vida nos impuso.
Nos la impuso el tirano, el codicioso, el corrupto, el oligarca, el avaro, el Duque, el Uribe y el Vargas; nos la imponen quienes dentro de las facilidades de su vida, perpetúan la pobreza y la desigualdad; se lavan las manos con una limosna y un trozo de pan; pero el pan es de todos hermano mío; como en la oda al pan: el pan de cada boca, de cada hombre, en cada día, llegará porque fuimos a sembrarlo y a hacerlo, no para un hombre sino para todos, el pan, el pan para todos los pueblos y con él lo que tiene forma y sabor de pan repartiremos: la tierra, la belleza, el amor, todo eso tiene sabor de pan, forma de pan, germinación de harina, todo nació para ser compartido, para ser entregado, para multiplicarse. Por eso, pan, si huyes de la casa del hombre, si te ocultan, te niegan, si el avaro te prostituye, si el rico te acapara, si el trigo no busca surco y tierra, pan, no rezaremos, pan, no mendigaremos, lucharemos por ti con otros hombres, con todos los hambrientos.
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Aun así, nuestras mesas -imaginarias, porque no las hay- muchas veces no tienen pan; tienen en cambio, desespero, tristeza, dolor y hambre; hambre de ser felices, de encontrar la alegría del conocimiento, hambre de trabajar, hambre de progreso para todos; y también hambre de esa que muchos hemos pasado, esa hambre de llorar, llorar las penas y la amargura; pero en la pobreza esto significa debilidad, y el pobre no puede ser débil, el pobre solo puede ser pobre, eso nos dicen los verdugos.
Y así, niños y niñas caminando a diario bajo la lluvia y el sol; para encontrar el conocimiento dentro de deterioradas infraestructuras, que muy alevosamente los bárbaros llaman colegios; hombres y mujeres que comienzan su día; sin aun ser día, para llevar a su casa las migajas y los despojos del pan privatizado, del pan expropiado; confiscado por esas familias de bien. Mujeres y hombres homosexuales que les es imposible ser, lo que sienten ser, porque la pobreza no admite debilidades, no admite “maricadas”; y ellos, los verdugos, sayones con máscaras de impunidad, te señalan, te desnudan y te matan en vida. Seres humanos que reclaman un abrazo y ser oídos; pero no, la pobreza no espera, no hay tiempos para nimiedades, solo hay tiempo para no perder dentro de lo que parece ya estar perdido, la vida.
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Hermano, ya no tienes miedo, el miedo te lo comiste en el barrio, en la cuadra, en tu casa; el miedo lo perdiste esos días que no hubo pan, el miedo ya no es miedo; el miedo lo mataste, y resucitó como esperanza; ellos -los bárbaros, los Duque, los Vargas, los Uribe- son los tristes, tu eres la alegría, la fe y la esperanza; hermano, un llamado desde la pobreza, la que tu encarnas en tus manos arrugadas y deteriorados por esta vida, que no ha sido vida, esta es la oportunidad de democratizar la riqueza, la riqueza que tu has construido y que te han quitado, está en tus manos construir ahora sí, una Colombia Humana.
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