Actualidad
¿Por qué el tolimense promedio de hoy pretende impostarse judio mesianico?
Por: Luis Orlando Avila Hernandez
Ingeniero Agrónomo
Si en algo se asemeja el actual partido gobernante en Israel, el Likud (una especie de ultraderecha uribista igual de mafiosa y arropada de una edulcorada mezcla tipo catolicismo marcel lefebvrista con tartufadas del socialismo conservador a lo Ospina Pérez), con el gobierno que empieza este 7 de agosto en Colombia, está en el intentar a toda prisa (mediática) hacerse copia borrosa tropical sionista en la política y el establishment de estas tierras de los tres nevados y del valle del Magdalena, por principio, solo una aspiración mesiánica más.
Desde las obsecuentes hordas liberal conservadoras colombianas hasta – quien lo creyera – inusitados rescoldos izquierdistas tolimense plañideros del dizque espacio (poder) perdido con la naciente Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, todos lagrimean el protagonismo subyacente por la tierra prometida hebrea, o de lo que ellos creen como tal.
El judaísmo ha sido tan comunista (El Cementerio de Praga, Umberto Eco, 2010, Ed. Lumen), como lo ha sido tan pro-Nazi (La tragedia de los soldados judíos de Hitler, Brian Mark Rigg, 2009, Ed. Inédita Editores, S.L.), por si no lo sabían o no lo quieren saber los políticos y los dirigentes gremiales tolimenses, que entronizan al dios hebreo, o lo que ellos y ellas creen como tal, en cada perorata radial, pública o virtual.
Así que, desde aquel antaño catolicismo de fisto, empalamiento o “corbata colombiana” tipo armerita cura Pedro María Ramos hasta la hoy quintaesencia del sionismo institucional de ONG que con claros intereses neocoloniales hastían hasta su tuétano la vida pública (avistamientos, vigilancia orwelliana, cafés especiales, Agropolis, inclusiones selectivamente acomodadas, natura por natura, plantas de tratamiento, marcas de origen, etc.) en este Tolima, existe un largo trecho.
Eso sin contar con el firmamento de estandartes y banderas con estrellas de David, en cuanta iglesia dizque cristiana les financia y que contaminan visualmente a la ciudad y a los 46 municipios.
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Mas igual de común a nuestra criolla derecha, está la novel simbiosis en moda de tatuarse símbolos nazis conjuntados con grafos hebreos en espalda, nuca, pubis, nalgas, falo o senos de hombres y mujeres con los que fantasiosamente estos creen espetarnos una irreverencia, mas no llegan sino a la nimia adoración por su anhelado designio sionista, como la de aquellos exsoldados judíos que prostituyen niñas y niños en la costa caribe colombiana con la anuente mirada de los católicos políticos locales.
Solo baste recordarles a los emuladores sionistas tolimenses, que el judaísmo, distinto al sionismo, es algo más cultural y humanista.
Einstein, Walter Benjamin, Noam Chomsky, el director Daniel Barenboim, Erich Fromm, Sherwin Wine (Sociedad para el Judaísmo Humanista) autor del “Judaísmo más allá de Dios”, el periodista Gideon Levy o el poeta Amos Oz, son solo aquellos destacados judíos que se opusieron hoy, o se opondrían entonces de seguro, a la reciente Ley del Estado Nación que institucionaliza el apartheid contra las minorías árabes de Jerusalén.
Como se oponen a la cárcel a cielo abierto más grande del mundo: Cisjordania y la Franja de Gaza, donde casi dos millones de personas se les otorga tan solo dos horas de energía eléctrica, una hora de pesca en su propio mar y tan solo una hora de agua potable, en su propia tierra – nación, con el pretexto de la guerra contra el terrorismo por el ejército más poderoso en armamento cibernético, biológico y nuclear del mundo.
Así que a la hora de copiar al fascismo de hoy, sea este religioso o seglar, más vale que los y las dirigentes tolimenses o eso que ellos mismos autodenominan clase política y gremial, dediquen un tiempo en leerse a don Juan de Castellanos y la pesada carga ideológica pro judía que soportó su obra, narrando uno que otro modo de tortura y despojo a nativos y negros, por su socia ideológica de entonces: la Inquisición española de los jesuitas.
De esa manera pueda que se vuelvan más impostados pero menos mesiánicos: su verdadero peligro.
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