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Los misterios de la montaña, en Señal Colombia
Hoy, a las 9 de la noche, Señal Colombia estrena Misterios de la montaña, una serie de seis capítulos que rescata historias fantásticas de los campesinos del Tolima, escrita y dirigida por la cineasta Yamile Ramírez.
La miniserie, compuesta por seis capítulos independientes, está inspirada en los relatos orales de los campesinos tolimenses que se enfrentan a escenarios de fantasía y misterio. Ramírez logra sumergir a los espectadores en las profundidades de la montaña para descubrir sus secretos y enigmas más incomprensibles.
La producción contó con lo mejor del talento cinematográfico tolimense. El productor general es Diego Fabián Avendaño, conocido cineasta y profesor de la Universidad del Tolima; la dirección de fotografía estuvo a cargo de Jaime Barrios, director de Paisaje indeleble; la dirección de arte fue de Jorge Aguilar Cabrera, con experiencia en producciones internacionales como Los 33, la película acerca de los mineros atrapados en Chile protagonizada por Antonio Banderas y Juliette Binoche.
La música original fue compuesta por la premiada maestra ibaguereña Estefanía Pardo, con quien conversamos acerca de los retos de crear la banda sonora de la serie.
El Cronista: ¿Cómo fue el proceso de creación de la música para la serie?
Estefanía Pardo: He tenido la posibilidad de encontrarme con la directora del proyecto, desde que empezó a crear los microrrelatos que aparecen en la serie. Desde el 2017 empecé a trabajar con ella y de cierta forma, su cercanía y su creatividad, me ha brindado las herramientas necesarias para apoyar musicalmente su forma de narrar. Yo creo que lo más difícil para el compositor del audiovisual es entender y materializar las ideas del director, pero con Yamile hemos podido tejer juntas un universo sonoro y musical con identidad propia.
Estuve en algunas reuniones de pre-producción y conocí los guiones, algo que normalmente no pasa, porque al compositor se le suele entregar un corte definitivo. Entonces, yo empecé a pensar algunas cosas desde allí, pero la realidad es que la creación de la música y el sonido la logramos en varios meses de trabajo colaborativo entre el talentoso Gabriel Medina, quien realizó el diseño sonoro, y Yamile. En las grandes producciones, cada departamento trabaja por separado, pero en esta ocasión pudimos estar juntos y de cierta forma complementarnos.
E.C ¿Qué retos compositivos planteó una miniserie con altas dosis de suspenso?
Estefanía Pardo. Misterios de la montaña es una miniserie con 6 capítulos auto conclusivos. En cada uno se narra una historia diferente, pero existen elementos en común: el quehacer de los campesinos y su interacción con una montaña que está viva, que esconde secretos y despierta temores. Entonces, lo complicado fu crear un leitmotive, una música que sea común y de fácil adaptación para todas las historias. No voy a decir que se repite los mismo en toda la serie, porque a cada capítulo se le agregan otros elementos sonoros vinculados con la naturaleza de los personajes. Sin embargo el reto, que pudimos sortear, fue crear identidad sonora.
Luego si hablamos de suspenso, yo creo que es un género muy complicado porque es necesario generar tensión, sin anticipar lo que va a ocurrir. Supongo que por eso Coppola dijo alguna vez que “el sonido es el mejor amigo del director, porque influye en el espectador de manera secreta”. Ese fue el reto.
E.C: Misterios de la montaña es una serie esencialmente tolimense. ¿Hay referencias a la música del departamento o a la música colombiana?
Estefanía Pardo. Cuando inicié mi maestría en Música para medios audiovisuales en España, pude notar que la música colombiana no se incluía en nuestros productos. Analizando casos particulares de Argentina y México, comprendí que el audiovisual es una grandiosa plataforma para difundir las músicas tradicionales. Cuando estudié la obra de Gustavo Santaolalla, el importante compositor Argentino, pude aprender que no es necesario ser textual, que la tradición se puede sugerir, algo que he trabajado en los últimos años. En este caso particular se encuentran diferentes percusiones, flautas, semillas y voces que aluden a la caña o el bambuco tolimense. También usé vocablos pijaos a manera de susurro y a manera de canto, como si los ancestros y la montaña hablaran. (Yaki kandru: tengo hambre; Nachinkima: Demonio; Ima: Tierra). Además, sumé otro tipo de instrumentos como violín, violonchelo y varios sintetizadores que me permitieron apoyar las curvas de tensión. También es importante mencionar que en uno de los capítulos se usó de forma diegética una canción de mi autoría que se llama Ojos negros, en aire de caña, canción que en su letra contiene alusiones a la mitología tolimense.
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