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La muerte no lo desampara

La muerte no lo desampara
Por Diego Sierra 

Hace 10 años, Juan Felipe Solano Vásquez ´convive’ literalmente con la muerte. La más despiadada, repudiada y temida por la humanidad.

Este periodista de 26 años, se gana la vida recorriendo las calles de Ibagué (Tolima), cubriendo casos judiciales que luego informa en el noticiero de la Cariñosa y en la emisora Blu Radio, donde trabaja de corresponsal; el resto de su tiempo lo dedica a rezar en las salas de velación y a cantar en  exequias. Ha encontrado en la parca, una fiel compañera.

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Esta extraña mezcla de oficios nos llamó la atención y hemos decidido entrevistar a Juan Felipe, para que nos cuente su historia.

¿Qué se siente tener tan cerca la muerte todos los días?

Ya me acostumbré. Lo he manifestado y hasta en tono jocoso: la muerte es la que me da de comer. Trabajo en los noticieros de la radio, además en la funeraria rezando, también la eucaristía. Prácticamente laborar de la mano de la muerte se ha vuelto algo habitual en mi vida.

¿Cómo llegó a vivir tan cerca con la muerte?

Soy músico, y el haber estado estudiando en un seminario me impregnó del ambiente católico. Asesoro en una funeraria en la parte espiritual, y también me dedico al periodismo judicial; este oficio ha sido mí pasión: aún recuerdo que a la edad de cuatro-cinco años me llenaba de felicidad llegar a la casa de mi abuela para jugar a trasmitir con un micrófono que ella conectaba a un viejo y destartalado equipo de sonido.

Ya cuando estuve en el bachillerato me interesó demasiado el periodismo, le hablo del año 2005 y 2006, aún me acuerdo de las cosas que pasaron en la ciudad. Apenas Salí del colegio, fui reclutado por Rubén Darío Correa Carvajal, uno de los comunicadores más reconocidos de la capital tolimense.

¿Hubo algo que lo marcó para que se interesara por el de periodismo judicial?

Sí, recuerdo que cuando estaba pequeño, hubo una oleada de sicaritos en la ciudad, entonces la curiosidad por saber cómo fueron los hechos, quiénes eran, cómo se presentaron, cómo se hacía el levantamiento de un cadáver y una necropsia. Me llamó la atención el  escribir la historia que más se aproximara a los hechos.

¿Ha coincidido al ejercer los trabajos, con el mismo fallecido?

¡Claro!; me ha pasado que llego a cubrir una noticia lamentable, por ejemplo un suicidio, y coincidencialmente esa persona es velada en la funeraria donde trabajo, y también por  coincidencia me toca acompañar los oficios funerarios musicalmente. No es porque me lo pidan, o esté detrás de eso. No… Es porque se dan las cosas.

¿Esta rutina le ha hecho perder la sensibilidad por la vida?

Tener un cadáver al lado me parece como tan normal, pero me pone a pensar que la vida pasa muy rápido, la vida no se puede desaprovechar porque el tiempo aquí es muy corto. Hay cosas que a uno le parte el corazón: llegar a un levantamiento, ver a un joven muerto, ver la mamá y el papá abrazados llorando. Eso me afecta indudablemente.

¿Qué caso lo ha impactado?

En el 2007 asesinaron a una niña de siete años, el propio inquilino de la casa donde vivía ella, la accedió sexualmente y escondió su cuerpo debajo de la cama. El otro caso que me marco fue el asesinato que cometió el coronel Joaquín Aldana. Era una persona que yo conocía muy de cerca. Nunca creí que él le hubiera quitado la vida, fue un reto tanto para los entes de investigación como para mí en lo periodístico.

¿Cómo llega a trabajar en una funeraria?

En la emisora La Cariñosa, en el año 2012, un gerente de una funeraria pautó unas cuñas; ahí nos hicimos muy amigos, me invito a que lo acompañara a unas conferencias sobre el duelo; con el tiempo me propuso que lo acompañara con la oración y el piano. Poco a poco incursione, y hoy,  es la única funeraria que presta ese servicio en Ibagué y lo presto yo. Ya llevo cuatro años allí.

¿Les tiene ventaja a sus colegas por sus trabajos?

Sí claro, porque el resto de periodistas judiciales no tienen  esa posibilidad y habilidad para entrar a las funerarias como la tengo yo, entonces en muchas casos obtengo las primicias. Entonces me comienzan a llamar para que les ayude.

Si lo pusieran a escoger entre esas profesiones, ¿por cuál se inclinaría?

Seguiría con la iglesia. Servir en la iglesia es algo muy bonito, seguir los caminos de Cristo es muy bueno. Es la mejor experiencia de mi vida.

El problema con la labor de comunicador, es que mucha gente no acepta los periodistas en una sala de velación. Me han sacado corriendo en algunas ocasiones.

¿Me comentaba previo a la entrevista que le gusta ingresar a la morgue?

Dese que era niño siempre tuve muchas preguntas sobre cómo era una morgue, pero la primera vez que entré allí, quedé impactado porque preciso ingrese cuando se había presentado una tragedia en la ciudad. Tres años después, cuando entro a laborar en la funeraria, fue cuando más seguido empecé a ver el tema de los muertos: cadáveres por envenenamiento, suicidios, armas de fuego; es impresionante pero ya me acostumbré.

¿Cuál de los trabajos lo hace reflexionar más?

Trabajando en funerarias, se da uno cuenta qué es valorar la vida. Por ejemplo, cuando llega alguien que falleció debido a fumar cigarrillo, ver un pulmón totalmente carbonizado, lo impresiona a uno.

¿Se ha imaginado su muerte?

No me gusta pensar en eso, pero ojalá sea una muerte que no me dé cuenta. Que esté dormido; le tengo miedo a la muerte, tengo miedo a morir, tengo miedo de perder mis seres queridos. El año pasado perdí a mi abuelo, ahí percibo lo que siente la gente cuando pierde a un ser querido.

La muerte es una cosa seria y produce miedo en cualquier escenario.

 

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