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En periodismo no es lo mismo la fuente reservada que la anónima
“Ante las afirmaciones de una fuente reservada resulta trascendental obtener la versión de la persona acusada antes de la publicación, para incluirla en la nota”, señala la abogada Ana Bejarano
La noticia con ribetes de sensacionalismo que divulgó la revista Semana amparada en un anónimo y que involucró al presidente Petro como el dueño de una supuesta cuantiosa suma de dinero que se habría perdido en la casa de la exjefe de gabinete presidencial, Laura Sarabia, ha generado un debate nacional sobre la responsabilidad que tienen los medios cuando no se informa con rigor.
La columnista de Los Danieles, la abogada Ana Bejarano quien es experta estudiosa de los temas sobre libertad de expresión y derecho a la información, hace un valioso aporte sobre el manejo de las fuentes reservadas como garantía de periodismo investigativo y del derecho a la información veraz y objetiva de la comunidad.
Afirma Bejarano que “Las fuentes son la piedra angular del periodismo. En algunas ocasiones deben permanecer reservadas. Esa también es una garantía para que se pueda develar información que los círculos de poder quieren silenciar”.
Sin embargo, anota que “la recepción de información bajo la reserva de la fuente debe tramitarse conforme a estándares periodísticos altos de verificación y contrastación”.
“La garantía de la fuente reservada no es ilimitada. El periodista debe encontrar manera de verificar su versión, especialmente de establecer si su perfil o involucramiento en la historia investigada acredita su dicho y le permite tener acceso a las afirmaciones que hace”.
En ese orden, la abogada Bejarano señala que “Precisamente por eso, no es lo mismo la fuente reservada a la anónima. La identidad de la primera ha sido verificada por el periodista, mientras que la segunda se trata de una persona cuya identidad no se conoce, ni por el mismo periodista”.
Agrega que “El manejo de estas fuentes debe además propender por otros elementos que sustenten el dicho. Por ejemplo, documentos o testimonios de otras personas. El ejercicio de verificación y contraste es mucho más intenso, dependiendo de la gravedad de lo que se afirma. Si se trata de imputaciones fácticas con consecuencias penales amerita un mayor estándar de cuidado”.
Pone de ejemplo que “en el periodismo que investiga denuncias de violencias basadas en género, la sola voz de la víctima es muchas veces corroborada con otros elementos, puesto que la denuncia que se hace puede tener graves implicaciones para la persona acusada”.
“Por supuesto, ante las afirmaciones de una fuente reservada resulta trascendental obtener la versión de la persona acusada antes de la publicación, para incluirla en la nota. Las fuentes reservadas pueden ser garantía del derecho al trabajo de los periodistas, pero su tratamiento adecuado y cuidadoso también lo es del derecho constitucional de la ciudadanía a la información veraz y objetiva”, concluye Bejarano.
La lucha es contra la falta de rigor
Por su parte la experimentada periodista y docente Olga Behar sobre este mismo caso de Semana escribió que “En la Universidad les prohibimos a los futuros periodistas la fuente anónima (que es diferente a la confidencial). Luego llegan a los medios a ver esto tan horrible. Y nos culpan a los docentes de no formarlos bien. Es frustrante” y agrega que hoy la lucha es contra la falta de rigor por la guerra del clic. “Hoy cualquiera es fuente, cualquiera publica sin confirmar, y precisamente lo que nos debe diferenciar es el buen periodismo”.
En esa misma dirección opinó el también docente y periodista Germán Yances. “Inadmisible que un medio de comunicación de oposición al gobierno (Semana) utilice una supuesta fuente anónima, que perfectamente puede ser falsa e inventada por la propia revista, para comenzar a escribir un relato”
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