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El Plan de Ordenamiento Territorial de Ibagué no puede ser un negociado
Por Alejandro Rozo Gaeth
El Plan de Ordenamiento Territorial POT es el principal instrumento con el que se traza, dibuja o asienta el desarrollo económico de un municipio. En él se definen las actividades económicas urbanas, rurales o urbano – rurales, zonas de expansión, planes parciales y zonas industriales, entre otras.
Este instrumento es el que permite desarrollar las vocaciones económicas del territorio conforme a los sectores primario, secundario o terciario.
El desarrollo territorial de Ibagué hasta la fecha, ha mostrado una dicotomía constante entre lo público y lo privado al no haberse establecido una visión o norte claro para hacer de esta capital un municipio apto para el desarrollo logístico, turístico, agroindustrial, empresarial o de servicios a partir de la incorporación de equipamientos necesarios para permitir este crecimiento económico.
La realidad del Plan de Ordenamiento Territorial POT de Ibagué se puede definir como un caos a la hora de ordenar correctamente el territorio, los polígonos o zonas que se definieron como mixtas permiten realizar varios tipos de actividades que entre si no rezan o dialogan por lo que el municipio históricamente ha crecido completamente desordenado, sin un norte claro y sin una verdadera planeación a partir de una visión económica y productiva que permita el desarrollo de las vocaciones productivas del territorio.
Vale la pena tener en cuenta que existen dos dimensiones para el municipio de Ibagué: una dimensión urbana que se establece en una porción de territorio equivalente al 6% de la totalidad de la extensión equivalente a la parte de la ciudad conformada por las 13 comunas y algunas zonas de expansión y una dimensión rural correspondiente al 94% restante del territorio subdividido en 17 corregimientos con 144 veredas y 13 inspecciones que componen esa Ibagué que la gran mayoría desconoce, un territorio realmente inmenso que suma 1.439 kilómetros cuadrados.
Lastimosamente el POT de Ibagué no fue diseñado por visionarios que pensaran el desarrollo de la ciudad en prospectiva permitiendo que las actividades de agroindustria, logística y turismo NO se pudieran desarrollar correctamente en el municipio.
Al POT le faltó orden, visión y una batería de complementos normativos, así como urbanismos necesarios para el desarrollo de estas vocaciones económicas. Uno de los grandes vacíos de este instrumento ha sido la falta de articulación de éste con las empresas prestadoras de servicios públicos, con las agencias de desarrollo (gremios, Cámara de Comercio y universidades) así como con la autoridad ambiental. Llevamos 20 años pisándonos la manguera sin desarrollar proyectos ambiciosos en materia productiva.
La mayoría de grandes empresas que se crearon en Ibagué llegaron gracias a una catástrofe, la tragedia de Armero, la cual dio lugar a la Ley 44 de 1987 que eximia de renta por 10 años a las empresas que se localizaran en el departamento del Tolima. Se terminaron estos beneficios y muchas de las empresas se fueron quedando algunas por unos años como la ya difunta FIBRATOLIMA cuyas bodegas fueron derribadas para construir conjuntos de apartamentos VIS.
El pésimo ordenamiento productivo del municipio de Ibagué, territorio que funcionalmente no goza de un área metropolitana aglomerada (donde normalmente se deberían ubicar los corredores productivos) como en el caso de Bogotá, Medellín, Pereira, Armenia, Bucaramanga, entre otras.
Esta deficiente planificación ha impedido el desarrollo de proyectos generadores de empleo como parques empresariales, comerciales, logísticos, turísticos o agroindustriales. Los “visionarios” de la época olvidaron que la zona de expansión para la relocalización productiva debía establecerse a partir de las conexiones terrestres que ofrecen las vías 4G – dobles calzadas que rodean a Ibagué (Corredor Bogotá – Buenaventura).
Las inversiones de varios de los gobiernos municipales pasados debieron enfocarse en urbanizar la gran zona de expansión hacia la comuna 9 y el corregimiento 14 (Aparco – Buenos Aires – Meseta de Ibagué), pero fueron en su momento tan poco visionarios los sabios que planearon el futuro de la ciudad, que apenas le dejaron a Ibagué una pequeñísima zona industrial establecida en el POT mediante el decreto 0823 de 2014 que solo abarcaba el 1,4% del territorio y para colmo de males sin servicios públicos adecuados para lograr los desarrollos industriales, agroindustriales o logísticos esperados; ni la Zona Franca pudo sobrevivir por falta de condiciones.
La alcaldesa Johana Aranda tiene un reto inmenso, puede hacer historia si logra ordenar correctamente el territorio de Ibagué en pro de mejorar las condiciones productivas y competitivas, sin embargo, se debe amarrar muy bien los pantalones y con perrero en mano deberá espantar a esas hienas salvajes que expectantes “se lamen los bigotes” para echarle mano a la actualización del POT de Ibagué pretendiendo llegarles a los dueños de la tierra para negociar cuáles serán las nuevas zonas urbanas o de expansión.
La ciudad necesita honestidad y sensatez a la hora de actualizar el Plan de Ordenamiento Territorial, pues esta es la carta de navegación para los próximos 12 años. Ibagué merece crecer de manera planificada para garantizar el desarrollo urbano, asentamientos empresariales, relocalización de inversiones y con esto la generación de nuevos empleos.
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