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El fin del valor P: ultimátum a la anquilosada academia y de paso, a sus políticos

El fin del valor P: ultimátum a la anquilosada academia y de paso, a sus políticos

Por: Luis Orlando Ávila

Existe una rama de la matemática llamada la estadística, exactamente el cálculo de probabilidades (o más o menos, para no caer en lo mismo) desde el siglo XVI, cuando un señor matemático, medico, ingeniero, jugador y apoyador de la Cacería de Brujas – inveterada forma de lucha de la temible Santa Inquisición católica –, Girolamo Cardano en 1560 escribió Liber de ludo aleae o El Libro de los Juegos de Azar.

Desde entonces la estadística ha servido en amañado uso, para todo: desde el más criminal, para instituir los falsos positivos; o desde el más ñoño, para la diletante cifra de delito de los policiales; o hasta para la sembrada matriz mediática del 80% de popularidad, mucho antes de su tercer mandato, del único expresidente (y según estos usos amañados) “mejor” colombiano más temido y aborrecido internacionalmente, después de Donald Trump.

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Bueno a pesar de nuestro confortable reino de la ignorancia – de la docta y autoritaria ignorancia gobernante – los más prominentes profesionales de la estadística del mundo, recientemente dieron en exigir el fin en el uso científico del valor P o p – value o de la significancia estadística, como llaman los eméritos (Los científicos se levantan contra la significación estadística. Revista Nature, marzo 20 de 2019).

¿Pero que es el valor P o de la significancia estadística, contra el que hoy más de 800 científicos firmantes en más de 50 países protestan?

Pues bien – como lo saben de sobra los que amañadamente usan a la estadística para sus gobiernos manipuladores: “Se supone que el valor P mide si las conclusiones extraídas de cualquier experimento o investigación, son confiables. En realidad, mide qué tan poco probable es que el resultado observado, se compare con lo que se esperaría como resultado de una posibilidad aleatoria” (Jugando a lo (des)conocido. Diario The Guardian, editorial de marzo 24 de 2019).

En palabras más cristianas, por ejemplo, decir que para el año 2010 fecha en la cual nos sembraron (los medios corporativos) uno de sus embrujos autoritarios como aquel del 80% de popularidad del temible expresidente, esto por si solo hizo de éste como el “mejor” colombiano, al “estudiarsele” (dizque investigarsele) entre todo el universo de los 43 anteriores presidentes.  O en lenguaje científico: que a nivel estadísticamente significativo, o sea con un valor P del 0,05, al investigado señor de cada 100 veces que se le repita el mismo “estudio”, 95 veces resultará siendo el “mejor”, para infortunio de la ciencia, de los más jóvenes y de la misma Colombia.  En esencia, que es significativamente estadístico que el señor es (o lo fue) el “mejor”, todo por su valor P.

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O en otro ejemplo más reciente, como en el caso de los varios informes científicos presentados sobre el ningún daño a la salud humana causado por la aspersión del Glifosato, por parte de los empleados, los ministros del encargado presidente actual y del procaz señor Fiscal General, donde según sus informes científicos recogidos para la Corte Constitucional, el valor P jugó de nuevo a su favor, es decir a los del 80%, pero en contrario: a nivel estadísticamente altamente significativo (valor P= 0,01) cualquier rociada con glifosato sobre nuestros cuerpos de los del 20%, no causa más daño que el comer longaniza, nos dijeron, aunque aún no nos lo siembran como matriz.

De razón los científicos estadísticos que escribieron la proclama profesional contra la significancia estadística para la revista Nature (Valentin Amrhein, Sander Greenland y Blake McShan), pusieron el grito en el cielo y llamaron a todos sus colegas a tumbar (reemplazar) el reino del valor P o de la significancia estadística.

Obvio, nunca con base a los anteriores autoritarios ejemplos en Colombia, dado que si de pronto los llegaran a saber, pedirían además, invadir (científicamente) al país, para cortar de tajo tanta bellaquería.

Estos rebeldes de la estadística lo dicen más concretamente: “Seamos claros sobre lo que debe detenerse: nunca debemos concluir que no hay "ninguna diferencia" o "ninguna asociación" simplemente porque un valor P es mayor que un umbral del 0.05, o, de manera equivalente, porque un intervalo de confianza incluye cero. Tampoco debemos concluir que dos estudios entran en conflicto, porque uno tuvo un resultado estadísticamente significativo y el otro no. Estos errores desperdician esfuerzos de investigación y desinforman decisiones políticas.

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Es tan crucial la protesta de los profesionales estadísticos, que mereció un editorial del diario The Guardian el pasado domingo: “…Es hora de abandonar la noción de la significación estadística, dicen... Al utilizar el valor P como una prueba binaria de "significación estadística", los científicos y los responsables en la formulación de políticas pueden pasar por alto importantes correlaciones. Este error es asombrosamente generalizado: los autores (de la protesta en Nature) citan un estudio de 795 artículos publicados, en los que en poco más de la mitad, se concluyó que un valor P de más de 0,05, significaba que no se había descubierto nada de interés.” (Jugando a lo (des)conocido. Diario The Guardian, editorial de marzo 24 de 2019).

Es más el diario británico va mas allá, al poner el dedo en la llaga sobre uno de los trucos escondidos para obtener el 80% como el mejor temible y el justificar la asepsia de los baños con longaniza glifosatada colombiana: El problema no es con la técnica en sí, argumentan, sino con la falibilidad de los humanos a su alrededor. Esto no es solo un producto de la tendencia humana a dividir y dicotomizar el mundo. Una vez que los valores P se reconocen como el estándar dorado de las pruebas científicas o electoreras, estas se vuelven sujetas a la Ley de Goodhart.

Y que nos dice la dichosa ley: establece que los individuos pueden anticipar los efectos de una política al evaluar el resultado de sus acciones, por lo tanto, manipular dicha política. O dicho en palabras de su creador, el economista británico Charles Goodhart: cualquier regularidad estadística observada,  tenderá a colapsarse una vez que se ejerza presión sobre ella con fines de control (Papers 1975, Tanque de pensamiento Economic point). 

Y de eso es un maestro el del 80% en 2010, aprovechándose de la rezandera y parrandera ignorancia colombiana, a donde ha llevado su propio valor P del 0,05 o a la significancia estadística de su amaño, desde su famoso Fin del fin de las guerrillas (1996 a 2004), pasando por su versión criolla del comic Monsters Inc con su invasión castrochavista (2005 a 2010, con segunda temporada en 2018) hasta la última de sus estadísticas: la de la depravada JEP cómplice de la violación de niños (2019).

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Ante tanta bajeza intelectual colombiana del que ostenta el 80% y sus queridos, solo queda compartir la cita que de Lord Keynes se hace en el editorial del diario británico: “…Tenía razón en que había asuntos en los que ‘no hay una base científica sobre la cual formar una probabilidad calculable en absoluto. Simplemente no sabemos’. La ciencia nunca será un medio infalible para encontrar la verdad, mientras sea practicada por humanos, quienes tienen otros intereses en juego.”

Finalmente, ahora que en el Tolima el 80% quiere hacer mas de las suyas (a propósito entre ese clan, donde el precandidato emérito profesor y rector que reculó enfrentarse estadísticamente al otro precandidato goodhartiano  periodista, ¿será que habrá leído con antelación la protesta en Nature  o se apega al dicho de Keynes a contrario sensu de su jefe del 80%?), es bueno compartir de los rebeldes estadísticos Valentin Amrhein, Sander Greenland y Blake McShan su invitación:

Nuestro llamado a abandonar la significancia estadística y a cambio utilizar intervalos de confianza como los intervalos de compatibilidad, no es una panacea. Aunque eliminará muchas malas prácticas, bien podría introducir otras nuevas. Por lo tanto, el seguimiento (riguroso) de la literatura (publicada) en busca de abusos estadísticos, debe ser una prioridad constante para la comunidad científica”.

Si la Universidad del Tolima, nuestra gran segunda madre y única defensa contra las inminentes garras del 80% del 2010, quiere abandonar el estigma de ignorancia y burocracia que médicos y matemáticos dirigiéndola le vilipendiaron, deberá empezar por revisar una a una de sus publicaciones, sobre todo la de su docta ignorancia, hasta encontrar los abusos que hoy denuncian 800 de los más destacados profesionales de la estadística en 50  países del mundo.

PD: La protesta de hoy en Nature, es un recordatorio de viejos consejos académicos de dos de los más entrañables y anti-80%, de mis profesores en estadística en la UT en los años 80: Guillermo “El Mazo” Medina y Octavio “El Paisa” Rojas, paz en su tumba. 

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