Actualidad
El dulce encanto de "la democracia"
Opinión
Por: Julio César Carrión
-Acerca de la "Izquierda" y otras farsas-
Embotando todos los filos críticos de antaño, una “izquierda” travesti, adocenada y acomodada a las actuales condiciones del capitalismo tardío, desde un desvergonzado y cínico pragmatismo, se ha constituido en defensora de oficio de los “valores” de esa ficción teórica burguesa, con su mitología del “progreso” indefinido, su proteica y acomodaticia teoría de la “democracia”; aceptando con el pensamiento demoliberal que la excepción es la regla, y amparados en la protección que les ofrece el poder estatal constituido, impulsan la inefable creencia en un Estado Providencia. Y por ello se han dedicado a desplegar y fomentar las enormes burocracias del bienestar social.
Esta “izquierda”, que es la misma que conocemos como académica y universitaria, de manera esquizofrénica, queriendo sustituir la lucha con su activismo transformista, mediante una serie de vaguedades teoréticas, nacidas de la mano de oscuros e iluminados sociólogos, psicólogos, politólogos, antropólogos y sindicalistas, -la mayoría de ellos ONGenistas- hace constantes planteamientos sobre la heterogeneidad de la resistencia, logrando proponer como “sujetos” sociales revolucionarios, como esclarecidas “vanguardias”, todo un revoltorio que va desde los proletarios, los campesinos, los indígenas, los desocupados, los inmigrantes, los sudacas, los marginados, los indocumentados, hasta las juventudes, las luchas femeninas, el sexismo, el ecologismo, los animalistas, en fin las “multitudes” y la tan socorrida “sociedad civil”, como queriendo tender puentes con la vigente estructura social y sus “derechos”.
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Todos ellos hacen parte del sistema. De ese gran Leviatán que ahora nos quieren endulzar. Son responsables del sistema, pero quieren posar de opositores. Son solamente críticos retóricos del Estado, que se ganan la vida como funcionarios y valedores de él, constituyen un sector del aparato mismo. Son una especie de personajes de opereta que no saben hacer más que alardes de coloquialismo, retórica de “oposición”, pero que creen que el “orden” global democrático-liberal es el final de la historia y que no reclama sino algunos “ajustes”. Desde un “humanismo bobalicón” y abstracto pregonan la no-violencia pero aceptan irrestrictamente “el monopolio de la violencia legítima” por parte del Estado.
El cinismo pragmático de estos supuestos “revolucionarios” les lleva a poyar “patrióticamente” la lucha que libran las llamadas democracias occidentales contra “el terrorismo” y los “fundamentalismos”. Constituyen una especie de patéticos bufones de palacio a quienes los grupos hegemónicos no solo soportan, sino que alientan y consienten, porque los divierten y sirven a sus intereses, al mantenimiento del statu quo.
Impulsores como hemos dicho, de una enorme burocracia del bienestar social y defensores de los derechos que “garantiza” el Estado, constituyen una capa conjuntiva de diversas corrientes que medran -desde múltiples ONG y otras instituciones y universidades- en torno a la “defensa de los derechos humanos” que han llegado a ver en esa concepción global de la “democracia” y en supuesto “internacionalismo humanitario” del neoliberalismo, un placebo a las tesis socialistas.
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