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Dos culturas, una sola exclusión

Dos culturas, una sola exclusión

Opinión

Por: Luis Orlando Ávila Hernández

Para el año 1985, Nanky Nelson Castro Prado era un violento adolescente mas de los barrios del suroccidente o de los amados Barrios Unidos del Sur, como daba en llamarse al sector que partiendo desde el vetusto puente militar sobre el rio Combeima pasando por el antiguo Batallón Jaime Rooke hasta llegar al Restaurante Boquerón, constituía los antiguos Llanos de los Álvarez, en la incipiente división político social excluyente con la que ya, o siempre, se fragmentaba la Ibagué santofimista del siglo anterior.

Por entonces solo existía la universidad pública de Santa Helena, la cual, como ahora, amamantaba una manada de entonces protervos burócratas de lo que ellos, ellas y elles entonces daban en llamar “la izquierda”.

Bueno, pues éstos, éstas y éstes metamorfesearon luego en UP pos masacres y pre dividendos, más allá en AD M19, posterior en Verdes, acaso en Liberales, quizá en Godos Nacionalistas, y por último en Progres multicolor, siempre cobrando en cajero o en coima.

El sindicalismo de puestos, la eterna nepotista rama judicial, el seudointelectual magisterio liberal conservador, la naciente Fiscalía de entonces dieron en prohijar a esta amalgama que huía, a veces conversa, de la naciente MAS (Muerte A  Secuestradores), del Batallón Charry Solano, de la poderosa Iglesia Católica del Opus Dei, y de la “efectiva” Mano Negra Policial.

Sin embargo el Nanky, fiel a su admirado antisionista Roger Waters, sin dejarse seducir aun por los cantos de sirena de los entonces empleados jesuitas de la Fundación Social y su brazo financiero COLMENA que inundaban los barrios pobres de Ibagué, haciendo casting para auscultar émulos del sicariato devenido del MAS, justificando así sus millonarios contratos públicos de “intervención” social para “curar la maldad intrínseca” a la pobrecía, daba en volverse teatrero.

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La intervención, término igual o peor a colonización, dio en los 80 para fundar (financiar), entre otros, a la antigua “Corporación Universitaria de Ibagué” (no deja de ser paradójico que el candidato rector de la derecha, lo sea también por ser igualmente ex rector de la Corporación Minuto de Dios, es decir todo un candidato corporado), mediante la rapiña de recursos públicos ofertados a manos llenas a las castas que veían perder su heredado poder terrateniente en los campus de lo académico, ad portas de la neo liberalización de la economía y del fin de la historia pregonado por el despreciable Cesar Gaviria Trujillo.

Con el fin de la historia, aun sin fin visible, Nanky creó hacia 1989 en el barrio Ricaurte la Corporación Teatro El Juete (Juegos y Experimentos Teatrales), haciéndole el quite a los jesuitas vividores del “mal de los pobres” y en entretelones, a las elites antes latifundistas ahora académicas negociantes.

Negra es la uva, largo el camino,

duro el trabajo, rojo es el vino.

Dirían los cristianos católicos. 

No obstante, a 30 años de la afrenta, el maestro en teatro Nanky Castro junto a la Mesa Cultural del Sur, un sortilegio de ex gañanes postpúberes de hoy, como en antaño lo fuera el mismo Nanky en los 80, han dado vida a la antigua edificación abandonada de salud del sur, en el barrio Kennedy.

Vida en teatro, en sonido, en danza, en canto, en música, en plástica, en pintura, en creación de arte.

Un espacio de no más de 500 metros cuadrados en dos niveles, atiborrado de antiguos consultorios médicos, convertidos hoy en cuartos de creación artística.

Pudieran haber sido unos Okupas, con todo el derecho, pero conocedores de la represión policial y de las de los amos de estos, los políticos liberales, godos y centro demoniacos que gobiernan a Ibagué al Tolima, decidieron irse por la legal.

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Por eso hoy, como cada semana, concitan y conjuntan a más de un par de centenas de muchachitos, muchachitas y muchachites, de la apetecida Comuna 12, rimbombancia leguleya con la que la bandola liberal conservadora que se robó al Tolima y funda de vez en cuando negocios que llaman universidades, dio en rebautizar a los añorados Barrios Unidos del Sur.

La Mesa Cultural del Sur es vivida y goza de la autonomía propia de la autogestión, la gran enemiga del partidismo político de derecha y de la izquierda de puestos.

La gran enemiga de la economía naranja, maleficio del capitalismo corporativo con el cual se pretende privatizar y psicologizar hasta el último espacio comunitario, para que rente, facture y tribute.

Para eso con una de sus invenciones, la Universidad de Ibagué (y a veces la misma universidad de Santa Helena), se corre el peligro de “intervenir” la Mesa Cultural del Sur para “enseñarle a hacer lo que tiene que ser”, a los creadores culturales que allí se conjuntaron, como se conjuntan libremente las mentes creativas.

Con ello, la cultura docta que se financia y pervive del boyante negocio de la educación superior, pudiera dar al traste con la cultura libre, no popular, termino este tan manido como el de democracia participativa o el del peor de sus motes: el del capital humano.

Me cuentan los de la Mesa Cultural del Sur que son varios los intentos, con los que los caudillos, caudillas y caudilles como agentes estructurales, primera avanzada, de la economía naranja, han intentado para putiarse esta iniciativa local de autogestión.

Obvio, la segunda avanzada de la economía naranja, la docta burocracia de Santa Helena y de Ambala, les increpará con Emile Durkheim, George Simmel, Clifford Geertz, Jeffrey C. Alexander o Philip Smith.

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Mas lo que no sabe aún la docta ignorancia burócrata que putrefacta adquiere cada día su pensión de sabios sin auditorio, es que en los, las y les ex gañanes de hoy como los de ayer, ni siquiera el cristianismo como máxima esencia de la puteria, les ha podido quitar su ímpetu creador, aunque creando se equivoquen, al decir de Eduardo Galeano.

Ellos, ellas y elles han contado, y hay que decirlo, con el alcalde a veces socialista, para lograr avanzar a donde van.

De ahí el peligro: el alcalde a veces socialista, los candidatos que le intentan reemplazar, son concomitantes al embrujo autoritario que nos ahoga desde la primera década de este siglo.

Es decir subyacen y confluyen al mando del que manda.

Y la cultura creativa, no popular, como la del experimento autogestionado de la Mesa Cultural del Sur en el antiguo Puesto de Salud del Kennedy, es la antítesis de la cultura docta del mando que manda, entre otros, a financiar universidades corporadas y a vender sus candidatos al mejor postor.

Las dos culturas que se enfrentan, lo hacen en abierta desventaja:

La una echa mano del discurso y del aparato académico-comercial, para seguir financiando su cultura de papel, que como decían los viejos, el papel puede con todo. 

La otra, de las ganas de ser uno mismo:

Cinco compañías teatrales, 10 compañías de danza (cinco folclóricas, una popular, una urbana, dos moderna, una de porrismo), 25 procesos de música (cinco folclóricos, ocho popular, 12 alternativos y urbanos), cinco artes plásticas (una de grafiti, dos de pintura, dos de escultura), tres proyectos comunicativos (dos de radio, uno de diseño), un laboratorio de  innovación social, un deporte extremo (un stunt), 17 líderes de barrio.    

Sumado al Centro de Formación y Exploración Teatral del Sur instituido por Corporación Teatro El Juete y a la iniciativa tecnológica creativa Latis la Tribu, conjuntamente varias veces ganadores de estímulos económicos de reconocimiento nacional.

Todo un botín para ser esquilmado y ninguneado por la cultura de papel de los afines al mando del que manda y la de sus instituciones que viven del Estado, así digan otra cosa.

Las, los y les integrantes de la Mesa Cultural del Sur, son por ahora, nuestra placentera evidencia ibaguereña del humanismo radical bajo el cual Erich Fromm dijera, ante el inusitado auge del partido nacional socialista alemán hacia 1936 y el embrujo autoritario que esté ocasionó en la academia, el periodismo, la cultura y la industria Berlinesa de entonces: “Se le puede hacer casi todo a un Hombre, pero solo casi”.  

Imagen principal Facebook Mesa Cultural del Sur

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