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Cómo mata el triunfalismo

Cómo mata el triunfalismo

Por Óscar Viña Pardo.  Comunicador social - periodista 

Hace 25 años los periodistas deportivos de entonces nos hicieron creer el cuento que Colombia sería campeona del mundial de fútbol y celebrábamos el cinco a cero contra Argentina de la clasificación en cada reunión deportiva y volvía la fiesta. Llegamos a Estados Unidos con más pecho que el pavo real y nuestra ignorancia o quizás ingenuidad nos indicaba que éramos los ungidos, los elegidos. 

Nos aterrizaron en el primer partido contra Rumania donde perdimos 1 – 0 y luego contra el equipo anfitrión, EUA,  Andrés Escobar, un señor jugador tuvo un mal día con el autogol, lo triste del asunto es que pago con su vida esa derrota y la no clasificación a la siguiente fase.

Ese dos de julio de 1994 el país recibió un golpe del que todavía no aprendemos, mataron a Andrés Escobar a la salida de una discoteca, lo lloramos todos, porque era no solo un señor en campo, también fuera de él, donde a través de su ejemplo de vida nos mostró una faceta de jugador solidario y muy profesional en su trabajo. 

Esta vez no quiero pensar que es solo el gremio de periodistas los que ensalzaron a un pueblo que se convierte en técnico de la selección, más de 45 millones de personas celebrando cada victoria contundente del equipo en la primera fase de la Copa América 2019. Para muchos ya éramos los campeones de la actual edición y nos volvieron a aterrizar. Eso contra Chile, que paso raspando, ese es papita pal loro, le metemos tres como mínimo se escuchaba en algunos rincones del país.

Seguimos pensando desde la pasión y un imaginario que es como la espuma de la champaña, efímera, pero a su vez escandalosa. Perdimos 25 años desde que murió Andrés Escobar. Nuestra hinchada, hermosa por cierto, tiene lunares que se viven desde esas amenazas que ahora se reciben a través de redes sociales y que se han convertido en una pesadilla para la familia del jugador barranquillero William Tesillo quien erró el penalti contra Chile en Brasil y nos dejó por fuera del juego de cuartos de final. 

Creo yo que este tema de intolerancia que no solo se presenta en el fútbol, sino en todas las esferas de la cotidianidad, pero en especial el político, nos debe llevar a replantear como debemos respetarnos entre la razón y la pasión, cómo debemos construir desde nuestros hogares escenarios posibles de comprensión donde la bestia que tenemos adentro siga siempre ahí y salga solo cuando se cante un gol o se llore por la perdida y vuelva a guardarse. 

Pongámonos en los zapatos del otro, el sentimiento de frustración de la familia de Tesillo que debe estar diciendo para sus adentros, no vuelva al país, nos vamos del país, no vuelva a jugar con la selección Colombia, es un infierno en vida. 

Sea este el momento para hablar como familia y plantearse no como una válvula de escape para otro tipo de problemas emocionales  donde la ira es la reina. Es el momento de manejar la ansiedad y el sentimiento de decepción de tal forma que la resilencia sea factor determinante en otros momentos cruciales de nuestra vida. La frase de Darwin me viene a la cabeza: Si vives con mucho instinto, vives como animal. Si vives con mucho control, vives como maquina. Aprovechemos este nuevo capitulo en la historia deportiva de nuestras vidas para crecer como sociedad y que viva mi selección. 

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