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Belisario, el hombre que habla con colores

Belisario, el hombre que habla con colores

En una mesita puesta sobre su silla de ruedas acomoda su paleta de colores. Tiene unos cinco pinceles de diferentes tamaños al alcance. Su boca, que antes emitía palabras pausadas, se convierte en una extensión de su cuerpo para expresarse de otra manera. Don Belisario habla con colores.

Toma el pincel con su boca, lo impregna del color que necesita y con movimientos pausados va trazando los contornos de los dos cisnes en los que está trabajando. Apenas se distinguen dos sombras.

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Nació en Palenque, una vereda de Fresno, hace 76 años. Lleva más de 17 años pintando con la boca. Un golpe de la vida lo dejó cuadripléjico, sin embargo, él sigue luchando por vivir y por expresarse mediante la pintura. Esta es la historia de su vida.

Belisario pasó los primeros años de su vida en una finca de Palenque, hasta que la chusma los expulsó y fueron a parar a Fresno. En su nuevo hogar aprendió de sastrería, luego se fue para el ejército. Al salir estuvo un tiempo sin hacer mucho. Trabajó como comerciante y posteriormente se fue para Bogotá y se dedicó a la ebanistería durante 18 años.

Como para probar de todo don Belisario dejó la ebanistería y se compró un taxi, en el cual trabajó 3 años hasta que, un día cualquiera, alguien, sin ningún motivo, le hizo un atentado y lo dejó en la silla de ruedas. Nunca quedaron claros los motivos, pero él cree que lo confundieron con alguien más. Tenía poco más de 40 años.

Luego de recuperarse y de separarse de su familia siguió trabajando por su cuenta. Se devolvió para Fresno y puso una venta de velas. Vivió en el Líbano otro tiempo más hasta que llegó a Ibagué, en donde ha vivido los últimos 30 años. Vendió lotería durante 14 años en las calles de Ibagué. Un día, cuando se dio cuenta que las ventas no volverían a dar lo suficiente para vivir, lo dejó y comenzó a pintar.

Lleva casi 17 años seguidos pintando. Desde el inicio comenzó a hacerlo como su principal actividad, pero en solitario. Un tiempo después un amigo lo puso en contacto con la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie. (APBP) Lo que antes era una actividad solitaria, se convirtió en otra forma de crear lazos.

La sede principal de la fundación está en Suiza. Sus obras fueron a parar a Europa y se consiguió una beca, con la cual se ayuda para comprar los materiales para pintar. “Recibo el dinero de la beca sagradamente, como si fuera un arriendo”, dice. Solo le piden que envié cinco cuadros al año, como prueba del buen destino de los dineros.

Algunas veces, cuando hay suerte, hacen almanaques con las pinturas que envía y entonces recibe una bonificación extra.

La mayoría de sus cuadros los saca de sus recuerdos: “Son imágenes que tengo guardas en mi mente, o son vivencias que tuve y que yo expreso en mis pinturas”. Algunas veces saca bocetos de internet y se basa en ellos para pintar algunos cuadros que son más complejos, pero, dice “solo lo hago de vez en cuando. La mayoría son creaciones mías.”

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Sus temas favoritos para pintar los tiene muy claros. Los cuerpos humanos, aunque sean los más difíciles, son los que más le gustan. “El cuerpo humano es perfecto, y por eso mismo es tan complejo de pintar. Un retrato debe contener la esencia de la persona. A un paisaje se le puede poner un árbol donde sea, a un rostro no. Cada línea y arruga debe ir en su lugar, si no entonces no es la misma persona”, dice.

En cuanto a las ventas de los otros cuadros que hace dice que es la parte más dura de su trabajo: “Es difícil vender un cuadro por lo que vale. 300 mil o 400 mil pesos le parece mucho dinero a la mayoría, pero no tienen en cuenta los precios de los lienzos y de las pinturas, además del trabajo depositado ahí”, dice. “En Europa valoran el trabajo de los artistas. Cuando se llevan un cuadro mío y lo logran vender el precio es cinco veces mayor que el que me dan acá”.

Si no fuera por la beca, dice, no tendría sentido pintar, o no de la forma en que lo hace. “Las ventas no dan para comprar los materiales”, comenta. Es Colombia la labor de los artistas es estoica, aún más cuando se realiza en las condiciones en las que lo hace don Belisario.

Aunque no sea su intensión, él es un ejemplo para muchos. Una muestra de tenacidad frente a las dificultades de la vida. Cierta tranquilidad y amabilidad acompañan su trabajo parsimonioso.

Don Belisario no puede pintar y hablar al mismo tiempo, así que toma el pincel y lo que antes eran palabras se convierten en colores. Los cisnes, poco a poco, toman más forma. Sobre su estudio cuelgan decenas de cuadros: bodegones, paisajes, un niño y un perro sentados, una mujer asando arepas… dentro de unos meses tendrá que despedirse de algunos de ellos, cinco cuadros que viajarán a Europa con la suerte de ser mejor apreciados.

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