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Los viejos y las prioridades políticas

Los viejos y las prioridades políticas

Por: Alberto Bejarano Ávila

Como ciudadano consciente de vivir en el tercer país más desigual del mundo (vergonzoso sitial que diría todo) y en contravía del peripatético continuismo político, creo que los viejos, insignes contemporáneos míos, deberían ser vanguardia del cambio y no sofistas del atraso y el privilegio. Con una reflexión sustento lo dicho: si de polarizaciones o referentes se trata, lo correcto es mirar hacia Dinamarca, Nueva Zelanda, Países Bajos, Suecia, Canadá, naciones con la más alta calidad de vida en el mundo y por lo mismo buen norte para pensar nuestro futuro, pues juzgar las miserias de Venezuela sin reconocer lo profundo de nuestras propias miserias es usar un sinuoso rasero que inculca creencias miserables y distractoras.

Asumir el acontecer político desde el ego, la obtusa pasión por caudillos jurásicos o el banal estatus social y no desde el extenso enfoque sociológico, histórico y económico, no permite comprender que el objetivo moderno, ético y eficiente del ejercicio político “no soy yo y mi (usualmente) menudo patrimonio”, sino mis hijos y mis nietos y, si fuese solidario y sensible, también los hijos y nietos de los demás serían ese objetivo, pues así todo joven realizaría su proyecto de vida en un ambiente amigable y progresista, que es lo opuesto al clima hostil y regresivo que hoy afronta la juventud colombiana.

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Es difícil concebir que un viejo defienda la obsolescencia, el caudillismo y la impudor político sabiendo que sus hijos y los hijos de sus allegados y sus descendencias, son y serán mañana simple estadística de desempleo, subempleo o rebusque; que caen y caerán en la indignidad de “pegársele a un político” para obtener empleo de mala calidad y de paso “coger mañas”; que sus contratos de trabajo son y serán temporales y, tal vez, renovables; que sus salarios son y serán pírricos y no les permitirá forjar un patrimonio; que han tenido y tendrán que emigrar en busca de oportunidades que su tierra no les dio ni les dará.

Es difícil creer que un buen viejo, tal vez pensionado él, defienda un sistema que a sus hijos les niega y les negará una pensión; que reciben y recibirán pobre educación; que avejenta a la juventud; que ningunea generaciones y causa frustraciones. Por ello y más, uno pensaría que el aliado más corajudo y confiable para cambiar el rumbo y construir un futuro decente sería el viejo políticamente sensato y realmente querendón de sus hijos y nietos y por tanto abierto a que con Gustavo Petro empecemos a reconstruir nuestro maltratado país.

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Si el futuro fuese cosa de poca monta, entendería la alucinación política de algunos de mis rancios coetáneos, pero como un mejor futuro y con él un nuevo Tolima es cuestión crucial para los jóvenes, pienso que matronas y patriarcas continuistas deben repensar su posición política. Claro, igual es cierto y de suyo muy berraco y deprimente, que hoy muchos jóvenes piensen y actúen como abuelos decimonónicos.

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