Política
Mujica y Sanguinetti, un ejemplo de democracia
Ambos con vidas paralelas, ideologías diferentes y atravesando caminos opuestos, al final de sus periplos políticos se dieron un emocionante abrazo que rompió aplausos de todos los integrantes de la Cámara Alta (Senado).
La sesión calificada de histórica por la prensa y partidos y movimientos políticos de diversas partes del mundo, este martes 21 de octubre, Pepe Mujica y Julio María Sanguinetti se despidieron del Congreso del Uruguay.
Los dos exmandatarios habían llegado al Congreso en las elecciones de 2019 y tenían vigencia hasta el 2025, pero ante los riesgos que corrían en medio de la pandemia del coronavirus en razón a sus edades, ambos en un acto de responsabilidad con sus electores, renunciaron a sus cargos para que ingresarán sus suplentes.
José "Pepe" Mujica, con un pasado de militante tupamaro (llámese guerrillero), que lo llevó a la cárcel en condiciones infrahumanas por 12 años, durante la dictadura militar (1973-1985), y que luego gracias a la alianza de izquierda después de un arduo y paciente trabajo de unidad, llegó al poder en el 2005 a la cabeza de Tabaré Vásquez, después de haberse restablecido la democracia con el presidente de transición Julio María Sanguinetti.
Después de 15 años de haber abandonado la lucha armada y clandestina, y de haber ingresado al Frente Amplio en 1989, Mujica llega a la Presidencia de Uruguay, convirtiéndose en uno de los más queridos presidentes de América Latina y del mundo por las medidas tomadas como el matrimonio igualitario, legalización del aborto y la marihuana, además de medidas sociales y económicas en beneficio de los trabajadores, pequeños y medianos empresarios, como la ampliación de la democracia en el país oriental del cono sur.
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Los discursos de Mujica con el transcurrir del tiempo se han convertido en piezas de estudio y de cátedra en diferentes universidades y establecimientos, por la profundidad y originalidad de sus planteamientos, sobre todo los aspectos políticos, económicos y culturales que llevan como centro y fin la felicidad y el bienestar del hombre.
Mujica fue el senador más votado en las últimas elecciones a las que llegó como candidato del Movimiento de Participación Popular, una alianza de partidos y movimientos de izquierda al que pertenece el Frente Amplio.
Por su parte, Julio María Sanguinetti, es un curtido dirigente del partido Colorado, dos veces presidente de Uruguay, quien combatió a Mujica, cuando este se encontraba en la clandestinidad y después de haber salido a la legalidad una vez que cayó la dictadura militar.
El partido Colorado, es de tendencia liberal, republicana abiertamente laico en cuanto a concepción del Estado, que junto al conservador partido Nacional han sido los tradicionales de Uruguay.
Si bien Mujica y Sanguinetti, recorrieron caminos diferentes durante su trayectoria política, de enfrentamientos arduos por la lucha del porder, el pasado martes los elogios y reconocimientos del uno al otro fueron elegantes y gallardos. "Es un viejo luchador, importante, que representa una parte de la opinión pública de este país, dijo Mujica sobre Sanguinetti, mientras que este precisó que la despedida era "una hora de reconciliación, una hora de reafirmación democrática", y ambos se despidieron del Congreso con un fuerte y fraterno abrazo, que el mundo político y diversas naciones han entendido como un símbolo histórico para la vida política uruguaya.
Ambos de pensamiento e ideología diferente, salieron por la puerta grande en un país que está dando ejemplo de convivencia y lecciones de democracia, a dirigentes políticos como muchos de los nuestros, colombianos, donde el odio, la intolerancia y la venganza constituyen sus instrumentos principales del hacer política.
Y nos referimos a cierta secta que ha hecho de la mentira, el engaño y la trampa, elementos comunes para la división y el enfrentamiento del pueblo colombiano sin medir consecuencias, salvo la defensa de sus mezquinos intereses y privilegios. A ellos les queda grande entender que en la diferencia se puede conversar y llegar a acuerdos comunes con el adversario, sin necesidad de acudir a la violencia como método para la permanencia política.
Mientras que al pueblo colombiano lo someten a un camuflado fascismo, autoritario y decadente, los dirigentes de países vecinos, dan ejemplo de democracia, entendimiento y concordia, así sean contrincantes políticos y militen en orillas opuestas.
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