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Opinión

Los que se despiden solos, un problema empresarial

Los que se despiden solos, un problema empresarial

Por Germán Eduardo Gómez Carvajal - Comunicador Social-Docente Unibagué


Una máxima que nada tiene de máxima porque es una obviedad, pero por básica, menospreciada y olvidada: las instituciones son la gente.

No reconocer la grandeza de quienes conforman una institución enorme, es la trampa más costosa en la que caen los gerentes y no gerentes, sobre todo en las ciudades intermedias, quienes terminan arrojando el talento de alto nivel a los centros económicos de siempre.

La consolidación de equipos de trabajo es un desafío constante para las marcas, la retención del talento humano es uno de sus problemas más álgidos a la fecha, puesto que hacer de los empleados profesionales expertos en sus destrezas y soltarlos, es una pérdida empresarial y territorial.

 Y no emocional, como lo quieren ver quienes se enfrentan a estas situaciones y las manejan con las emociones, sino económicas mi querido amigo, gerente, propietario.

 La curva de aprendizaje de un nuevo empleado puede tardar hasta seis meses, en los que apenas podrá obtener competencias básicas de cara a su antecesor, y puede tener un sobre costo de 150% en contraste con la eficiencia y eficacia al mes.

Sume eso por 2 o 3 o 4 o 10 perfiles fugados por semestre. Eso es un despilfarro de talento y de plata.

Una compañía seria, sabe muy bien cuánto gana un colaborador por hora, así que puede realizar el cálculo de la inversión por tarea productiva, y el tiempo que toma hacerlo de acuerdo con una norma. Por ejemplo, en mi caso, que soy comunicador, y se me ocurren ejemplos de mi área, un empleado experimentado en términos de comunicación organizacional, puede idear un plan de comunicación anual disruptivo, innovador, con costos acordes al presupuesto en una semana, porque cuenta con el conocimiento de las apuestas de la organización, sus fortalezas y debilidades en otras áreas y en la propia, para con lo que hay realizar un trabajo valioso.

Los nuevos, que somos todos, porque siempre seremos nuevos en algo, nos podrá costar hasta dos semanas más, y difícilmente seamos eficaces, eficientes muy seguramente, pero la eficacia, tarda y cuesta, y ese valor es monetario, y hago énfasis financiero porque el empresario se hace empresario para hacer dinero no para botarlo, y cada vez que alguien se le va, el empresario entra en pérdidas.

No estoy hablando de despidos forzosos, sino de talento humano apetecido, pero no apreciado, naturalizado en sus organizaciones. En un mundo globalizado, las empresas no solo compiten como proveedoras de servicios o productos, también como reclutadoras.

Saben los empresarios lo jodido que es conseguir buen personal y formarlo. No en vano, la academia, los expertos y los buenos gerentes, sugieren estrategias de retención de personal para que, sus buenos empleados permanezcan animados, concentrados y afinados con la misión, visión y objetivos de las firmas.

Se implementan salarios emocionales, permisos, tiempos para las familias, bonificaciones, condiciones que les permitan creer a los colaboradores que sus proyectos de vida, allí son viables.

El sentido de pertenencia

Por ello es importante establecer estrategias de comunicación que afiancen el sentido de pertenencia, que permitan vislumbrar al trabajador como parte integral de un todo, y no un ente figurante transitorio a sueldo.

La debacle de una institución se puede medir de entrada por la rotación de su personal, antes de los despidos masivos obligados, viene un éxodo de talento importante, porque justamente ahí empieza la caída, cuando desde adentro empieza a ver una desconexión con las empresas.

Estoy hablando a esas empresas de más de 200 empleados que creen que la comunicación organizacional no es importante, a esos empresarios de provincia que por su ego gamonal no contrastan sus ingresos con los egresos del personal.

Por ahí es que perdemos competitividad, proyección, porque queremos grandeza y actuamos con bajeza.

Los de antes, el acomodo, la sanguijuela.

Le hablo a los empleados de ´alto rango´ o mandos medios con baja motivación, si usted no se siente apreciado, váyase; si ya no disfruta de lo que hace, muévase; florezca en otro lugar, porque si su maceta no le da espacio para ensanchar sus raíces, busque nuevas tierras.

Le hablo a los del tedio: La curva de aprendizaje también juega en contravía para los empleados antiguos, realizar las mismas tareas con cambios poco circunstanciales durante años, te reduce, te mecaniza, te quita luz. Eres eficaz pero cómodo, prepotente con el pedacito laboral que te has ido creyendo tuyo, asumes estar más allá del bien y del mal.

Te da lo mismo caer que vivir colgando, vives pegado como sanguijuela a un puesto que no disfrutas, eres huraño y pegado a las formas y no te flexibilizas, te robas los reconocimientos de los demás o en su defecto no le das crédito a nadie ni a nada.

Te escribo de tú porque te gusta el halago y la lisonja, te gusta rodearte de gente servil y poco servicial, la incompetencia de otros te hace brillante con tu talento que haces creer indispensable

Y ojo, porque si te está dando enojo el texto puede ser que te estés descubriendo, podrías ser tu el típico propulsor de mal ambiente laboral cuando expones tus años de experiencia como punta de lanza ante los compañeros con argumento diferentes al tuyo.

Los antiguos, los que escalan en la curva de aprendizaje, saben que después de cierto tiempo viene el descenso, que la repetición de acciones a cualquier nivel los convierte en empleados infelices, gente que se sostienen con lo aprendido hace años con fuerza y celo para no dejar crecer a los demás y resguardar su puesto a ritmo de rabia y frustración.

Expertos en dirección de organizaciones, recomiendan la rotación interna del personal, cada tanto movernos por las estructuras internas de la compañía para que desarrollemos nuevas competencias y ejecutemos nuevas tareas dentro de la misma compañía, lo que hace del trabajo un reto constante del que aportas y aprendes.

hay mucha valentía en los que se despiden solos porque son incontenibles, mucha inocencia en quien los deja ir, y una infelicidad asegurada en quien se queda en donde no quiere estar.

Hay que saber administrar, saber irse y por supuesto también apreciar donde vale la pena quedarse.

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