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Opinión

Cuando los cafetales eran como un supermercado

Cuando los cafetales eran como un supermercado

Por Gentil Gómez Oliveros - Exalcalde de Melgar y exdiputado


 En las sementeras de antaño se encontraban todo tipo de frutas, granos  y tubérculos como: guatilas "sidra o papa de pobre", batatas moradas, balú "chachafruto", bore, chonque "malangay", frijol guandúl,  plátanos,  bananos, cachacos "popochos o topochos",  maíz,  yuca,  arracacha,   guanábanas, naranjas "común y agria",  limones "grey y de castilla",  cacao, madroños, pomarosa, ciruelas,  mamoncillos, guamos,  guayabos, mamey,  mandarinas, caña de azúcar, según el piso térmico se podían encontrar distintas  variedades de frutas y hortalizas, no se usaban fertilizantes, ni herbicidas.   

Está rica producción agraria se complementaba con un pequeño rebaño compuesto por vacas de leche y sus crías, lo que garantizaba un ahorro para tiempos difíciles, además de suministro de leche y sus derivados permanentemente   para el consumo diario y la preparación de todo tipo de viandas como envueltos, arepas de todos los sabores y formas, distintas sopas, todo con base en el maíz, ya fuera pelado con ceniza, choclo o trillado en pilón.

Tampoco faltaban las aves de corral como gallinas que suministraban huevos, lo mismo que piscos, patos, palomos para los caldos de los enfermos,  los infaltables cerdos que eran otra fuente de alimentación y ahorro familiar.

Siempre había una huerta casera con verduras, hierbas medicinales, alimenticias y aromáticas como poleo, yerbabuena, toronjil, orégano, albahaca, limonaria, yerba del dolor, tomates, repollo, cilantro “cimarrón y de castilla” y cebollas.   Tanto dentro del cultivo, como por la periferia crecían especies como paico, llantén, yerbamora, suelda con suelda, sauco, anamú, itamo rial, matarratón, guácimo, totumo, cageto "nacedero” verdolaga, calaguala, col de monte, todas las fincas tenían un hermoso jardín lleno de todo tipo de plantas ornamentales junto con  otras tantas hierbas que se usaban para aliviar dolores de muelas, torceduras, fracturas, tratamientos posts partos, infecciones, fiebres, heridas, conjuntivitis o mirada china, gripes  y múltiples dolencias que se atendían en casa.

Abundaban las aguas, hubo un nacedero muy particular en la finca de mis ancestros donde el líquido vital brotaba como una olla hirviendo pero fría y  a flor de tierra,  después discurría en forma de arroyo ensoñador por todo el cafetal pasando por los potreros y el sabanal, finalmente se unía a la quebrada Las Polonias de la cual tomaban agua otras fincas.

Toda finca tenía un bosque compuesto por árboles maderables como el aceituno, yarumo, el draguillo, el tuno, el cedro, guayacán, bilibil, la mata de palmicha, la mata de fique y la guadua macana, estas plantas eran utilizadas para la construcción de viviendas, leña para cocinar, construir cercos e instalaciones como el beneficiadero del café, corrales de aves y ganado, finalmente no podía faltar la mata de bijao que era el envoltorio de alimentos.

Las herramientas para las labores diarias además de fuerza física de los trabajadores eran machetes, la máquina manual para descerezar café, picas, palas, canastos, azadones, costales, rastrillos, hachas, martillo, grapas, puntillas, alicates, manilas, serrucho y un trocero; las herramientas no abundaban, no se movían con electricidad, ni gasolina. En mi vereda y alrededores no existía red eléctrica, acueducto veredal, ni carreteras, hoy vías terciarias. El transporte de carga y logística de suministro para la operación agropecuaria lo realizaban los caballos y mulas bien aperados con enjalma,  jura, sobre carga y  cinchón con buen Bugüeño; estas nobles ‘bestias’ eran de carga, de tiro y de silla, estos nobles animales eran el orgullo de las charlas aguardienteras de los viejos en especial de  don Gentil, mi padre inspirador de mi existencia,  como dirían los agrónomos modernos, las fincas de aquellos tiempos eran granjas integrales ambientalmente sostenibles.

En los años sesenta se logró el Pacto Internacional del Café, se buscaba garantía de precio y compra del café Colombiano en el exterior, así que   buscando competir en el creciente mercado internacional los científicos de la caficultura  colombiana muy reconocidos por cierto en las ciencias agrarias mundiales desarrollaron nuevas especies conocidas como las variedades.

Estas tenían la característica de resistir a las plagas como la roya aunque terminaron plagadas, eran de porte bajo como fue el Caturra, producían casi constantemente por lo que ya no había solo dos cosechas anuales "Cosecha Plena y Mitaca", la nueva técnica de cultivo buscaba aumentar la densidad de siembra por hectárea garantizando mayor producción.

En la Región del Sumapaz y Oriente del Tolima se gozaba de una momentánea paz del Frente Nacional, junto con las promesas de la Reforma Agraria, lo que tal vez no permitió evaluar a fondo en las comunidades los graves efectos respecto al daño ambiental y social que en adelante se causaría.

La técnica aplicada era la libre exposición, los nuevos cafetos requerían más luz solar y fertilización, no podían coexistir con otras especies por lo que  debían tumbar el sombrío de sus plantaciones, afectando de tajo la soberanía alimentaria de los caficultores que desarrollaban su actividad en minifundios “pequeñas y medianas fincas”, para motivar la producción establecieron parcelas demostrativas, recuerdo que hablaban en los encuentros de mercado en Villarrica una ubicada a la entrada del poblado de Los Alpes.

La mayoría de caficultores  aplicaron la técnica sugerida, la Federación desarrolló al máximo su servicio de extensión, se aumentó la  producción, pero también  aumentaron los costos, el proceso  como mano de obra, fertilizantes,  plaguicidas, herbicidas,  transporte, sobre todo aumentó el costo de  la canasta familiar, pues se debía comprar casi  todo, en adelante  la finca solo producía café,  finalmente terminaron presa del mono cultivo;  así que cuando llegaron las vacas flacas fruto de las fluctuaciones bursátiles del mercado internacional del grano a finales de la década de los ochenta cuando terminó el Pacto del Café, los pequeños caficultores empezaron a pasar trabajos, ya no había más de dónde cosechar, llegando muchos a abandonar sus predios, dedicarlos a la ganadería  o venderlos por cualquier precio, si le sumamos el resurgimiento de la violencia que trajo el conflicto armado con las guerrillas de extrema izquierda, tendremos como resultado un nuevo fenómeno social de desplazamiento hacia los cinturones de miseria de las ciudades colombianas.

Algunos juzgan a los cafeteros de aquellas épocas, pues tuvieron buen tiempo de estabilidad de precios y no ahorraron etc., eso no es verdad, en esa época muchos jóvenes se educaron y los campesinos en medio del desconocimiento tuvieron un momento de paz después de la violencia de los años 50;  lo que no han analizado  claramente  es que el monopolio del comercio del grano lo tiene la Federación de Cafeteros, se creó  el Fondo Nacional del Café, que se alimentaba de la  retención,  un porcentaje de valor por carga a cada productor, los recursos los invirtieron en bancos, empresas de todo tipo y emprendimientos que fracasaron,  las Tiendas Juan Valdés son un ejemplo actual de ese tipo de inversiones.

A la vez  surgió el riesgo económico por mucho capital circulante lo que llevó a la  expedición de  bonos para pagar parte de las cosechas, se suponía que era un método de ahorro, pero los campesinos sobre bonos, no conocían, así que los cambiaron  a menos precio  en los supermercados y compras de café  para poder tener efectivo. Los que sí se enriquecieron, como siempre, fueron los intermediarios comerciales, en algunos casos, los agricultores adquirieron ‘bienes suntuosos’ como televisores, neveras, licuadoras, mejor ropa y nuevas herramientas mecánicas que les mejoraron sus condiciones de vida.  

No se puede negar que el Fondo del Café permitió desarrollar vías, infraestructura educativa, algunas viviendas, puestos de salud, institutos educativos hoy abandonados,  electrificación rural, acueductos rurales, pues inició la escasez de agua, se incentivó la asociatividad, la implantación de otros cultivos como el banano para salir del mono cultivo, pero llegó la peste de Panamá y arrasó con todo, se incentivó la siembra de especies maderables como el nogal cafetero,  crearon un Fondo Ambiental, pero nada de eso logró mitigar los efectos causados por la deforestación y el monocultivo.   

 En este presente de tanta inestabilidad climática que afecta nuestra producción agraria  y la existencia misma de la humanidad y tantas especies más, recuerdo cuando migramos hacia la ciudad de Melgar y vi por primera vez televisión, había un programa  de la Federación Nacional  de Cafeteros denominado el PROFESOR  YARUMO,  la canción intro decía: "Allá arriba en aquel alto, donde nace la quebrada,  había un monte  muy bonito y el agua nunca faltaba; pero un hombre irresponsable tumbó el monte y lo quemó, ya no hay pájaros ni leña la cañada se secó", me preguntó en verdad quienes fueron los hombres irresponsables que le metieron en la cabeza a los campesinos que esas técnicas  eran  aplicables  en sus minifundios,  sin analizar ambiental y socialmente  sus consecuencias?.

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