Opinión
Caso Sheffy: el valor perdido de los contratos de palabra
Por Oscar Viña Pardo.
El año 2024 marcó un punto de inflexión en la industria empresarial tolimense, especialmente en el ámbito deportivo. La salida de Sheffy como proveedor de indumentaria deportiva del club Deportes Tolima no solo cerró un capítulo en su historia comercial, sino que dejó una enseñanza fundamental: los contratos de palabra ya no son suficientes.
En entrevista concedida en diciembre, Miguel Castillo, fundador y representante legal de Sheffy, reveló detalles sobre su relación con Gabriel Camargo Salamanca, el icónico expresidente del Deportes Tolima. Durante los días más difíciles de la pandemia, ambos fortalecieron un vínculo basado en la confianza y la amistad, consolidando acuerdos que parecían inquebrantables.
Sin embargo, como reza el dicho popular, "nadie es eterno en el mundo". Tras el fallecimiento de Camargo Salamaca hace dos años, su hijo César Camargo asumió las riendas del club. Aunque heredó la pasión y el compromiso por mantener al Deportes Tolima como protagonista del fútbol colombiano, también imprimió su propio estilo de liderazgo.
En este contexto, las palabras se desvanecieron, tal como dice la canción: “Las palabras son de aire, y van al aire”. El acuerdo verbal entre Sheffy y el club, legado de la gestión de Gabriel Camargo, fue revisado por César Camargo, quien decidió terminar la relación comercial. La noticia, anunciada abruptamente a través de la radio, dejó una sensación de traición en los tolimenses. Sheffy, una empresa regional que genera más de 80 empleos directos, se encontraba en el centro de una polémica que trascendió lo comercial.
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Ambas partes defendieron sus razones: Camargo argumentó criterios estratégicos, mientras que Sheffy lamentó la falta de continuidad en una relación que había prosperado sin necesidad de documentos firmados. Pero en el mundo de los negocios, el que tiene la plata pone las condiciones.
La lección es clara: en un entorno donde lo que antes se sostenía con un apretón de manos ahora requiere respaldo legal, dejar todo por escrito se convierte en una necesidad ineludible. Porque, aunque las palabras tienen un peso simbólico, el aire en el que flotan no es suficiente para sostenerlas en el tiempo.
Lección aprendida: “Las palabras son de aire, y van al aire, y no puede llorar sobre lo que no tiene reverso”.
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