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Por Covid-19 muere periodista ibaguereño en España
El pasado miércoles 1 de abril falleció en Madrid, España, el periodista hispano-colombiano Guillermo Tribín Piedrahita, víctima de la maldita pandemia del coronavirus COVID-19.
Guillermo nació en Ibagué (Colombia) tuvo una larga y destacada trayectoria en el periodismo, fue director de deportes del diario El Siglo, donde se destacó como uno de los mejores cronistas deportivos, fue Director de los servicios informativos de Radio Cadena Nacional y Todelar de Colombia, Editor Internacional de United Press International, Director Agencia EFE en Colombia, Redactor y Editor Jefe de la Agencia EFE en España.
Su esposa Graciela Montoya, sigue internada aquejada también del coronavirus, aislada y sin saber que su esposo ha fallecido.
Es muy cruel que se muera un amigo, un ser querido y no se pueda acompañar de cerca a su familia, darles un abrazo y transmitirles fortaleza y tampoco se le pueda acompañar a su tumba. No sabemos donde dejaran su cuerpo, ni cuando sera incinerado. El consuelo llegará en soledad, en cuarentena, sin compañía. Guillermo no pudo recibir siquiera un abrazo de contención o una caricia póstuma, un apretón de manos interminable. Sin poder decirle adiós.
Con nuestra familia compartimos con Guillermo, Graciela y familia, bonitos momentos, han sido personas muy cercanas y con gran simpatía. Lamentamos su partida y le enviamos a su esposa, hijos, nietos, hermanos y demás familiares nuestro sentido Pésame.
Guillermo colaboró en varias publicaciones, entre ellas, el Almanaque, y escribió un Sueño de Navidad, un interesante relato, donde el cielo y las estrellas son los protagonistas.
UN SUEÑO DE NAVIDAD, por Guillermo Tribín Piedrahita
La noche tenía un cielo brillante. Las estrellas habían salido en alegres grupos para iluminarlo, advertir y precisar ante los habitantes de la tierra que era la víspera de la navidad por lo que nadie podía tener amargura ni peleas ni guerras, se acercaba el nacimiento de Jesús, la mejor noticia que iba a recibir el mundo por los siglos de los siglos.
Era, en cierta forma, el mensaje de paz que la madre naturaleza lanzaba, en una estación invernal a un mundo convulsionado por las guerras por los espíritus belicosos por los hombres que habían olvidado muy jóvenes desde su nacimiento había creado un núcleo denominado familia que con el paso de los años se estaba desintegrando, con lo cual los grandes valores morales y éticos dolorosamente se escabullían.
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También ese cielo tan precioso iluminado quería despertar la conciencia de tantos jóvenes, hombres y mujeres sumidos en la más tremenda obscuridad porque una vez pese a las numerosas advertencias integrándome en el mundo de las drogas. Y a muchísimos les costaba salir de ellas. Y generalmente, pasaban a convertirse en delincuentes porque su adicción les obligaba a matar o robar. El cielo quería con esa luminosidad indicar el camino para quienes son causantes de las grandes epidemias que, como el ida van extendiéndose por el mundo y enseñarles que con mínimas precauciones podían evitar su propagación y no seguir siendo la causa de miles y miles de muertes.
Quería también el cielo, rodeando de estrellas que se manifiestan firmes y no eran fugases, dar una luz de esperanza para millones de personas víctimas del racismo la xenofobia por el color de su piel por su procedencia por su condición económica débil para que tuviera un aliento de paz y pensara en un día que no sería muy lejano serian bien recibidos y desaparecerían las percusiones y los despectivos tratos y podían trabajar el países que no serían los suyos para ayudar a crear riquezas y poder subsistir decorosamente.
La víspera del nacimiento del niño dios un cielo tan resplandeciente pretendía indicar que todas las religiones eran totalmente respetables y que en nombre de ninguna de ellas se podía incitara crimen, al terrorismo, la violencia, porque precisamente dios creo al mundo para que la gente se entendiese mediante la palabra.
Desde miles de kilómetros de distancia el ofrecía a la vista un hermoso panorama como queriendo decir que iba a desaparecer las desigualdades sociales; que los hombres y mujeres de buena voluntad contarían con los recursos indispensables para su supervivencia y que la pobreza y la miseria pasaría a ser elementos de un lejano pasado. Así se concedería que la felicidad fuera la norma general que ya nadie pasaría hambre que todos constarían con una vivienda digna con eficientes sistemas de salud y educación sin prejuicios sociales discriminaciones.
En fin ese conglomerado de estrellas no se había asomado al cielo para darle un simple colorido. No en cada uno de sus reflejos luminosos traían un mensaje específico para que se acabaran las guerras para que la familia volviera a ser ese gran núcleo compacto donde predominase el dialogo.
Todo eso lo soñé con una extrema felicidad con el orgullo de permanecer a una raza humana que había encontrado sin vacilaciones.
Pero desafortunadamente solo era un sueño, tuve que despertar y encontrarme con la realidad con esa cruda realidad que muchas veces que con gesto adolorido remueve las entrañas ante tantos hechos dolorosos, tristes, injustos y amargos que se viven a diario.
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