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La muerte de Idaly
El 18 de abril siendo las 8:30 de la noche murió la señora María Idaly Aguiar de Pérez (muchas veces me peleó por no decirlo completo con el De Pérez, decía que para eso se había casado) mi esposa, de un paro cardiorrespiratorio, venía padeciendo de una arritmia cardiaca desde abril del 2020, además sufría de la glándula tiroides, padecimiento que ha había disminuido mucho su calidad de vida, al final tuvo una retención de líquidos y otros padecimientos.
La señora María Idaly Aguiar de Pérez, que como digo en un poema fue siempre toda una dama, cuando se fue para ese lugar de donde no se regresa jamás había organizado previamente todas mis cosas, como si previera su partida; me encargó sobre manera dos cosas: que no perdiera la argolla del matrimonio, misma de la que dos semanas antes me había indicado el lugar donde quedaba, diciéndome “…tiene grabado su nombre, guárdela por siempre que es mi presencia”, lugar en donde, sin embargo, al buscarla, no la encontré.
Lo otro que me encargó sobremanera fue la protección y cuidado de Carlos Vladimir, nuestro hijo con limitaciones cognitivas y dificultades para la comunicación. Si en algo se fue dolida, fue por dejar ese hijo que tanto quería y que tanto nos sirvió a ella y a mí, sé que no puedo ser inferior a su recomendación.
- (Puede leer: El poema de despecho de un cibernauta)
Cómplice en la magia literaria
Idaly fue la constructora de mi obra literaria porque en largas jornadas que empezaban desde el amanecer – 3:00 a.m. podía ser la hora de inicio algunas veces – cumplía con rigurosidad el ejercicio de escribana y correctora de estilo de las obras e inspiraciones que en mi cabeza rondaban, a veces llegó a leerme el pensamiento, a ese nivel de profundidad llegó nuestra comunicación y nuestra comunión no verbal.
Pero no solo eso, me ayudó a construir la fototeca con aproximadamente 30.000 fotografías en gran tamaño en las que están retratados Ibagué, el Tolima y sus protagonistas, fungiendo también de archivista y bibliotecaria. Todo eso mientras a mi lado construía el hogar y la familia por ella y por mí soñados.
Estas últimas cinco noches de soledad, desespero y angustia en permanente vigilia han destruido por momentos mi pensamiento llevándome a unos lugares del desvarío en el que ella aún está presente y me habla, la he buscado sin encontrarla y entonces me la he inventado, mi familia y quienes me cuidan temen por mi cordura… ¡45 años al lado de ella y desaparecer en un minuto! No es fácil acostumbrarme a esa soledad irremediable que, aunque llena de recuerdos me genera muchas lágrimas, no por remordimiento sino por la pesadumbre de su ausencia.
Hoy que vuelvo a recuperar el habla puedo expresar esto que escribo y dejarles, como homenaje para ella, siempre para ella, los poemas que hubiera querido leer en sus honras fúnebres pero que el vórtice de sucesos en torno a su muerte no me permitió.
- (Lea también: El Café París, otro recuerdo que se borra en Ibagué)
Mi esposa
Mi esposa es una reina hecha de primavera,
reside en los altares de mi adoración,
no tiene relojes en el alma
para controlarme el tiempo,
ni ha hecho de la diatriba una serenata para mí;
sus besos son las fresas que endulzan mis mañanas,
siempre dispuesta a todo por mi felicidad,
su voz en mis oídos es una melodía sin fin,
se hace guardaespaldas en mis sueños
para que no arriben fantasmas ni demonios.
Mi esposa es una reina con las medidas exactas de dama,
Yo, su héroe favorito, caudillo y flechero del amor
a quien ella teje sus horas y minutos.
Si se pincha un dedo
con su sangre me escribe un madrigal,
su corazón se hace campanario
y al pronunciar mi nombre se vuelve melodía en sus labios;
los reclamos los hace utilizando los pinceles
con que pinta frescos en mi alma.
Mi esposa es una reina conductora de quimeras
y a su lado la fantasía es una realidad
con piel, pensamiento y corazón.
No tiene doblajes en sus actos,
es como el sol que conoce la ruta del oriente al ocaso.
Ella es un aroma y casi una oración,
la canción de esta noche es solo para ella,
quiero ser la fiesta que haga florecer su corazón.
Mi esposa es la Isis de onirismo lirico,
es la Afrodita que me canta un bolero,
la Venus de mi tiempo presente
que me ayuda a construir utopías,
ánfora humana de ternura infinita
donde guarda el amor que me entrega sin condición,
farol de mi alma que alumbra mis interioridades con luces
perpetuas, mi guía espiritual, altar de mi devoción,
alfa y omega de todo mi ser,
primavera completa que me regaló la vida.
Poema # 2
Idaly
Tu nombre en mis labios es agua y poesía;
agua para ser feliz todo el día,
poesía en mi garganta como arrullo mágico
que envuelve la sonoridad del trinar de la guitarra
al ritmo del corazón.
Idaly:
Confieso que he sentido celos en las mañanas
cuando riegas las rosas rojas y amarillas en el balcón
de tu apartamento,
les hablas con amorosa ternura en un idioma exclusivo para ellas,
les cantas con voz de contralto en intima serenata.
Ellas entienden tu lenguaje y gozan con tu arrullo,
los pétalos empiezan a moverse como danzantes de los vientos.
La magia de las rosas enciende los colores,
ese rojo fulgurante como la sangre caliente de los toros de lidia;
el amarillo oro con que Van Goh pintó sus girasoles.
Las rosas se contonean con tu cantar en las mañanas
Queriendo volar como las aves que besan sus pétalos y se van.
Cuando te vas Idaly
las flores del jardín cierran los brazos en señal de descanso
sueñan tu ausencia añorando tu regreso.
Camilo Pérez Salamanca
23 de abril de 2021
***Poemas tomados del libro Idaly toda azul como los veranos de junio, publicado en 2018.
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