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El poema de despecho de un cibernauta

El poema de despecho de un cibernauta

Las bellas cartas de amor o desamor escritas en papel con tinta negra, azul o roja, dependiendo de la intensidad de la fuerza como palpitaran los sentimientos, desapareció.  

Hoy la modernidad y la teología se imponen como mecanismo de comunicación para expresar la fuerza de la palabra, entre ella la romántica, como una impronta de esa era de la internet que vivimos, donde pese a todos los adelantos, un virus puede acabar con los hermosos recuerdos e instantes vividos al acabar con los archivos de un computador o de un celular, donde se almacenan las vivencias de esos instantes imborrables de la vida. 

Ya esa inolvidable colección de palabras sublimes y amorosas, plasmadas en una delgada lámina y guardadas en el pasional cofre o cajita de cartón fino,  adornadas con delicados pétalos de flores con olor a perfume de besos, simplemente son un recuerdo de generaciones que están desapareciendo y que solo el cine nos recuerda en algunos escenas de actos románticos. 

Ahora estamos en manos del Facebook, el Instagram y el whasapp, que también cuentan historias como esta que encontrábamos de Antonio Hercampero (El diario de un seductor).

Ya no te extraño

Hoy por fin dejé de revisar el celular
esperando una llamada tuya,
dejé de ver tus estados de WhatsApp
y ya no me dieron ganas de escribirte 
cuando te vi en línea,
dejé de seguirte en Instagram y en facebook,
cambié tu nombre de mis contactos 
otra vez con tu nombre y apellido, 
deje de fumar los quince cigarrillos diarios 
por las ansías de saber de ti, 
este fin de semana no salí a beber 
ni llené el refri de cerveza,
tampoco amanecí en casa de una desconocida
y ninguna desconocida amaneció en mi cama,
tiré la caja con las cosas que olvidaste;
muchas veces pensé el llevártelas
con el pretexto de verte,
pero nunca me atreví. 
La casa por fin está limpia 
no huele a licor ni a sexo
no hay ceniza tirada por doquiera,
la vecina ya no viene a callarme 
por el volumen de la música de madrugada,
mis padres ya no vienen a dejarme comida,
les pagué el dinero a mis hermanos
que me prestaban para beber,
les pedí perdón a mis amigos 
por los días de mala copa,
desempolvé mi guitarra 
y volví a tocar, 
saqué esa libreta vieja 
y volví a escribir...

Me intoxiqué 
para desintoxicarme de ti,
casi me acabo los pulmones y el hígado 
pero lo logré,
mis manos perdieron la figura de tu cuerpo,
mis pies olvidaron el camino a tu casa,
mi voz dejó de pronunciar tu nombre...

Ayer que te vi de la mano de él
tú fuiste la que agachó la mirada 
y yo 
yo ya no sentí nada... 

He dejado de extrañarte...

Antonio Hercampero
El diario de un seductor

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