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Periodista tolimense será premiado en Alemania
El próximo 11 de septiembre el periodista José Alberto Mojica Patiño recibirá en Berlín, Alemania el premio de periodismo de la fundación Ulrich Wickert que se concede cada año a las mejores crónicas sobre los derechos de la infancia.
Se trata del reconocimiento global más importante sobre trabajos periodísticos relacionados con la niñez. Seguramente ese día, entre muchos recuerdos, en la mente de José Alberto estarán sus abuelos maternos doña Florinda y don Berto.
Estos dos abuelos, en buena parte, fueron determinantes para cuajar en este nieto, el excelente periodista que resultó ser. Las historias que le contaron sobre los aconteceres que les tocó vivir en el Líbano durante la época aciaga de la violencia, terminaron por sembrar en José Alberto el deseo de convertirse en un excelso contador de historias. Lo logró. Para la muestra un botón, la historia titulada ‘La luz que no se apaga en Tumaco’ con la que ganó el premio en Alemania entre 72 trabajos de 11 países. Un conmovedor perfil que escribió sobre Michel Sinisterra, una líder social y activista juvenil.
A los 42 años de edad, José Alberto Mojica está en el pináculo de su carrera periodística. Desde hace 17 años trabaja en el diario El Tiempo, su carrera en este periódico la empezó en Tolima 7 días, antes había escrito sus primeras crónicas en uno de los tantos periódicos que en todas las épocas circulan en su natal Líbano.
En estos 17 años, José Alberto se ha ganado los premios de periodismo más importantes que se conceden en Colombia. Un CPB (Círculo de Periodistas de Bogotá), un Simón Bolívar. El de la Sociedad Interamericana de Prensa, uno de Naciones Unidas y en el 2010 fue escogido como una de las 15 Nuevas Plumas de América Latina. Y el más reciente, el de Alemania.
Desde reportero, que es su pasión, ha sido subeditor en la sección Vida de Hoy, hasta llegar a editor de Especiales Multimedia donde hoy se desempeña. En esa vertiginosa carrera se ha especializado en el cubrimiento de temas relacionados con la religión, por esa labor fue uno de los pocos periodistas que acompañaron al Papa Francisco, en su avión, desde Roma durante toda la visita a Colombia. José Alberto también es un periodista experto en cubrimiento de asuntos sobre turismo, lo que le ha valido viajar por muchos países.
José Alberto Mojica le entrega un ejemplar al Papa Francisco de su libro Habemus santa, sobre la santa colombiana Laura Montoya.
Realizó una profunda investigación sobre la madre Laura Montoya, la primera santa colombiana, que terminó en el libro ‘Habemus Santa’.
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El Cronista.co habló con José Alberto Mojica, un periodista que además de talentoso, sienta cátedra de cómo sentir y tener verdadera vocación en el ejercicio de este oficio. Eso se refleja en su más reciente logro cuando ganó el premio a la Excelencia Periodística de El Tiempo.
¿El significado del premio que recibirá en Alemania?
Es muy importante por la filosofía del premio: reconocer el trabajo de los periodistas del mundo que escriben sobre lo que les sucede a los niños, algo que yo hago desde el año 2007. Escribir sobre infancia no suele ser muy entretenido y realmente es un tema que no les importa a muchos periodistas. Yo pude haber dejado de escribir sobre temas de infancia hace muchos años, porque pasé a otras fuentes (como viajes y religión), pero no lo he hecho porque es un tema que realmente me interesa, me preocupa y me conmueve.
De hecho no es fácil abordar este tema, si se quiere marcar una diferencia
Es un tema muy difícil de ejercer periodísticamente porque no es sexy ni taquillero, y menos en estas épocas de crisis del periodismo donde la dictadura del click parece condenarnos a contenidos banales y mentirosos. Entonces, toca hacer un periodismo de infancia riguroso pero creativo. Así que este premio es la mejor recompensa para los reporteros que seguimos creyendo que los temas sobre los niños son fundamentales para esta sociedad y que deben estar a la altura de la más competitiva agenda periodística.
Cubrimiento del terremoto de Haití en 2010
Con este premio de Alemania, completa una importante colección. ¿Qué significado tienen para usted los reconocimientos alcanzados?
Aclaro que, aunque me gustan los premios, no voy a negarlo, yo no escribo para ganarme premios. Escribo, porque si no escribo, me muero. Busco hacer un periodismo de alto nivel, siempre, pero no por los premios. No sé hacer las cosas de otra manera. Pero bueno, bienvenidos los premios. Los recibo con mucha gratitud y humildad.
¿Por qué y de dónde ser periodista?
No voy a caer en esa leyenda fácil de que me hice periodista porque el Líbano “es tierra de periodistas y escritores”, y que fui inspirado por los célebres Santamaría, Barrero o Piedrahita Pacheco, a quienes admiro y respeto profundamente. No. Yo no crecí con esa información. En el colegio, escasamente sabía que ellos existían. Yo escogí ser periodista porque me parecía emocionante ese mundo. Mis abuelos en cierto modo son responsables por la comunicación permanente que mantenía con ellos, escucharlos cuando me contaban historias, era un deleite.
Trabajo de campo en Provincia de Cinque Terre, Italia.
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¿Pero en algo tuvo que haber influido toda esa rica historia cultural e intelectual que se anida en el Líbano?
Entiendo el peso de esa leyenda, o de esa herencia, y me parece linda. Hay una joven reportera en Ibagué que se llama Paola Rojas y es muy talentosa. Y es del Líbano. Ella era amiga de mi sobrino Óscar, que también es periodista porque mi familia sí es una familia de periodistas: Mi hermana Patricia, destacada comunicadora del Ministerio de Educación; Óscar, uno de los reporteros más brillantes de El Tiempo en los últimos años y compañero mío, y pues yo. Y mi sobrina Valentina también tiene sangre de periodista y prometió serlo algún día pero primero será abogada. Pero bueno, volviendo al caso de Paola Rojas, hace unos años me la encontré en un Festival del Retorno y me dijo que ella decidió ser periodista cuando me conoció, cuando empezó a leer mis crónicas y cuando supo lo que yo hacía. Y que yo era responsable de esa decisión y que me lo agradecía. Tremenda responsabilidad. No sé si le hice mal o bien a la buena Paola.
Precisamente los libanenses se distinguen porque le rinden un apego, un amor especial a su pueblo, se ve arraigo, mucho orgullo ¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza cuando escucha la palabra Líbano?
Que es mi lugar favorito del mundo porque allí está la gente que más amo. Porque es mi tierra. Allí están mis raíces. Es el lugar al que pertenezco, el que más me inspira y donde quiero envejecer leyendo y escribiendo libros y tomando café mirando cafetales en una finca y tomando aguardiente con mis amigos.
José Alberto Mojica y Máryuri Trujillo son amigos desde niños. Comparten la pasión por el periodismo y por su pueblo. crecieron dentro del movimiento Scout.
¿El proceso de aprendizaje, de crecimiento, de adquirir experiencia cómo se ha venido dando?
Tengo la fortuna de haber comenzado mi carrera en la provincia, primero en un periódico del Líbano llamado Primer Plano y luego en el legendario pero desaparecido Tolima 7 días -que en paz no descansa-, donde aprendí a ser un reportero inquieto, recursivo y apasionado. En épocas donde teníamos que viajar a buscar las noticias y las historias.
Con respecto a ese punto ¿Qué opinión tiene sobre el periodismo que hoy se hace?
Ahora todo es tan fácil y la información la mandan por WhatsApp o por redes sociales y por eso hay tantos periodistas ‘descafeinados’, flojos y cómodos, que hacen periodismo desde un computador y un celular, y esa, creo, es una de las causantes de la crisis del periodismo actual. Yo tengo la dicha de haber aprendido a hacer periodismo en la calle y en el monte.
¿Las influencias cómo han tenido repercusión en su proceso de maduración periodística?
Han sido fundamentales, la base de todo. Y aquí debo reconocer que he tenido a grandes maestros y mentores, que creyeron en mí y me dieron la oportunidad. Uno de ellos, Henry Rengifo, que me enseñó de rigurosidad y pasión por el oficio; aunque debo decir que a Henry se le iba la mano con tanta regañadera y con tanta intensidad: propias de un editor de la vieja guardia, en los ardores de una redacción. Pero bueno, así aprendí, es su estilo y hoy se lo agradezco.
Leí mucho a Germán Santamaría, yo lo visitaba en su oficina en la revista Diners y le pedía que me ayudara a conseguir trabajo y hablábamos horas y horas sobre el Líbano y sobre el periodismo; él siempre ha creído mucho en mí. Casualmente, hace un par de meses, Germán fue jurado del Premio a la Excelencia Periodística de El Tiempo, que gané con una crónica sobre las penurias de los migrantes venezolanos. Y me dijo: “Su texto es bello y muy bien reporteado. En este concurso pasó corriendo como un caballo desbocado del Líbano y ganó”.
Pero necesariamente en esa lista hay más personas
Por supuesto, debo reconocer a Adriana Garzón, mi editora durante doce años en El Tiempo; a Andrés Mompotes, el subdirector del periódico; a Sergio Ocampo, Leticia Forero y Marisol Gómez, Francisco Celis, Juan Carlos Bermúdez, Esperanza Páez y Ricardo Rodríguez. He tenido unos maestros increíbles. Y tuve la oportunidad de estudiar y aprender con varios de los mejores periodistas del mundo en los últimos tiempos: Juan Villoro, Francisco Goldman y Leila Guerriero.
Toda la vida no va a estar en El Tiempo, ¿Cómo y dónde se ve en unos años?
Yo me he querido ir de El Tiempo varias veces. Y he estado a punto de largarme. Son más de 17 años. Me han ofrecido cargos importantísimos y muy bien pagos, y siempre he dicho que no porque yo soy un periodista de tiempo completo, en todos los momentos y aspectos de mi vida. Yo nací para ser periodista. Pero bueno, siempre que he estado en esa situación de desgaste, de desilusión, de ciclos ya cumplidos, es el mismo periódico el que no me deja ir y me abre puertas a nuevos retos y nuevos aprendizajes.
¿Y hoy cuál es ese nuevo rol?
Ahora mismo soy el editor de Especiales Multimedia y estoy muy feliz y agradecido con todo lo que he hecho en el periódico, con mi recorrido, que ha sido un recorrido guerreado porque a mí nunca me han regalado nada. Y espero darlo todo en este nuevo rol, en el que tengo más tiempo para escribir y crear, algo que no podía hacer antes cuando era el subeditor de la sección Vida de Hoy porque no me daba tiempo.
O sea por el momento, firme en El Tiempo
No sé cuándo me voy a ir pero sí sé que me voy a ir. Sé que no será en un pronto plazo. Pero cuando me vaya no será a emplearme. Me imagino de profesor, dando conferencias y haciendo documentales, haciendo proyectos con fundaciones de carácter social, y por supuesto, escribiendo, sobre todo, libros periodísticos. No me va mucho lo de la ficción. Me imagino viajando por el mundo, como he podido hacerlo todos estos años, gracias a Dios. Me imagino teniendo un hostal en Murillo, y tomando café y aguardiente toda mi vida. Y sobre todo, me imagino siendo feliz. Ya lo soy, pero quiero serlo de tiempo completo.
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