Algunos medios de comunicación que sirven de caja de resonancia del alcalde de Ibagué, celebran que en los próximos meses inicia la construcción del repartidor vial de la calle 60 con avenida El Jordán.

Tienen todo el derecho de celebrar, al fin y al cabo, es una obra aprobada, con un monto de inversión que no es cualquier bicoca, son 40 mil millones de pesos. Falta ver de cuánto será la adición, porque en nuestro medio obra civil que se respete, lo que tiene asegurado es un otrosí para adición.  

Lo que sí no puede dejarse de lado es reiterar hasta qué punto, en este momento, esta obra resulta ser una prioridad para la ciudad. La pregunta es pertinente para que, por lo menos, sirva como ingrediente de agite para un debate que requiere Ibagué sobre la necesidad de la planeación, palabra que desde la administración municipal de Ibagué hace rato dejó de existir, y hoy resulta fundamental reivindicarla.

“Calificar hoy a una ciudad de encaminarse por la modernidad, simplemente porque va a tener un repartidor vial, es también una forma de parroquialismo”

 Con planeación, se evitan errores como el que se va a cometer con la construcción de esta obra de la 60. Seguramente no serán pocos los que saldrán en su defensa, y entre los argumentos aparecerá la ya manida frase de ‘reactivación económica’; otros la defenderán desde el punto de vista que le va a dar mayores visos a Ibagué de ciudad moderna; y no faltará quien diga que ‘si hacen, malo y si no hacen, peor’.

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Ciertamente calificar hoy a una ciudad de ponerse en el camino de la modernidad, porque va a tener un repartidor vial, es también otra forma de parroquialismo. En esa apreciación están empecinados el Alcalde y su Secretario de Infraestructura, y uno que otro áulico despistado y descrestado.

¿Y por qué es un desacierto la obra de la 60? Porque no es una obra que la ciudad necesite con urgencia. En materia vial hay otras prioridades. Si de mejorar la movilidad de la ciudad se trata, está por ejemplo la prelación de modernizar el obsoleto sistema semafórico.

O qué decir de otros puntos neurálgicos de la ciudad en materia de movilidad, como lo que ocurre con el tramo de la Pedro Tafur-Glorieta Mirolindo o la avenida Ambalá, para no mencionar el desastre en que está convertida la ciudad por la situación desoladora que presenta la malla vial.

 Dos ejemplos de ese desastre son la Ciudadela Comfenalco y el barrio Las Américas, pero hay muchos más sectores clave de la ciudad que están intransitables. No están lejanas las horas en que sus moradores salgan a bloquear calles.

Pero el Secretario de Infraestructura se vanagloria porque la ciudad va a tener un nuevo viaducto. Surge otra pregunta, ¿esta obra es acaso el resultado que haya arrojado un estudio de un plan integral de manejo vial? Si es así, están en mora de enseñárselo a los ibaguereños. O de lo contrario, estamos asistiendo a una decisión producto de una pésima planeación, que se deriva en falta de transparencia e improvisación.

Adenda 1. Si en la Alcaldía de Ibagué, exactamente en la Secretaría de Infraestructura, existiera planeación, hace rato se habían asesorado de la Concesionaria San Rafael. O, en el mejor de los casos, habían hecho un convenio con esta empresa para la recuperación de la malla vial de la ciudad, sobre todo de los principales corredores viales.

Adenda 2. Pero en la falta de sentido común y de no importarles la ciudad, prefieren seguir entregando contratos para que se hagan reparcheos mediocres, pavimentaciones de mala calidad que a los cinco meses ya están otra vez llenas de huecos.

Adenda 3. Podría ocurrir, que con el repartidor vial de la 60, Ibagué se convierte en una especie de hazmerreír, pues a la par de que Ibagué estrena viaducto, no habrá poder humano que permita a los vehículos acceder a él con facilidad, debido a la gravedad del deterioro de la malla vial en los barrios.

Por: Henry Rengifo