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Reforma tributaria: una ley hecha de sangre y mentiras

Reforma tributaria: una ley hecha de sangre y mentiras

La tercera reforma tributaria que intenta establecer en su administración el presidente Iván Duque, en contra de la clase media y de las personas con bajos ingresos, la presenta con el sugestivo nombre de ‘Ley de Solidaridad Sostenible’, escondiendo el perverso contenido que ella encarna.

Este proyecto presentado en el momento más inoportuno de la historia de nuestro país, pretende recaudar cerca de 30 billones de pesos, que saldrán fundamentalmente de los bolsillos de los sectores sociales más afectados en sus dos anteriores reformas tributarias, dejando por fuera de tributación a las grandes empresas multinacionales, los grandes capitales nacionales y al sector financiero, entre otros y como si fuera poco, deja también por fuera las bebidas azucaradas, que causan tanto mal a la salud, pero si grava el agua, elemento vital en los hogares.

El peso de esta reforma caerá inexorablemente sobre las espaldas de los más afectados por la crisis de la pandemia, sin contemplaciones, ni miramiento de ninguna especie, salvo el lenguaje eufemístico y mentiroso que ha utilizado el jefe de Estado para hacerle creer a los ciudadanos que su iniciativa es de carácter social y que los que menos tienen serán los favorecidos.

 ¡Mamola! como dijera Gaitán.

Eso de establecer incrementos superiores al 300% en la contribución de los asalariados con ingresos mensuales de más 2.5  y 7.5 millones de pesos y el aumento de impuestos de renta para personas naturales, el impuesto solidario del 10% para los salarios, el IVA a la canasta familiar, a los insumos de producción como huevos, leche, café, entre otros, es una forma disfrazada de dejar el impuesto intacto con otro nombre, pues los fabricantes y productores de todas maneras trasladarán el impuesto a estos productos y el consumidor será quien en definitiva lo pague.

El impuesto a la gasolina, el IVA a los servicios públicos del 19 por ciento, a los productos tecnológicos como computadores y celulares de baja gama, el impuesto a pensiones, y la obligatoriedad de declarar a personas naturales que ganen más de un millón 200 mil pesos, es una infamia solo comparable a las declaraciones del ministro Carrasquilla cuando afirma que la docena de huevos tiene un costo de mil 800 pesos.

Esta forma tan despiadada de exprimir el bolsillo de la clase media, empleados y trabajadores, nos hizo recordar a Dracón, aquel legislador ateniense de la antigüedad, de quien se decía que no escribía las leyes con tinta sino con sangre. Es tan severo este proyecto de ley, que se le podría llamar la reforma tributaria draconiana de Duque.

Y es también hasta rocambolesca, cuando el propio Uribe sale a criticarla, como si no fuera el verdadero Jefe de Estado, mentor y el que le mueve las cabuyas a la marioneta que funge como presidente. Bien lo definió Matador, en su caricatura “Uribe vs Uribe”, cuando lo pinta llevando su cartelito con el “Abajo la reforma tributaria de Duque”.

 Una forma de presentarse como el salvador cuando en realidad es el patrocinador y responsable político de todo el mal gobierno de su pupilo.

Y qué decir del comentario de Fernando Londoño, socio fundador y vicepresidente honorario del Centro Democrático, quien se va lanza en ristre contra la reforma en puntos como el incremento del impuesto al capital, el carácter confiscatorio que le adjudica y hasta la califica de socialista, como dando a entender que estamos iguales o peores que al país vecino de Venezuela.

Londoño también crítica la política asistencialista que implementa la reforma de Duque, que crea dificultades para el verdadero desarrollo del país, pues se dedica a ofrecer paliativos a la gente necesitada con limosnas mensuales o bimensuales, mientras abandona los proyectos de generación de empresas y la creación de empleos dignos.

Sobrada razón tienen las centrales obreras, movimientos sociales, partidos y movimientos políticos que organizan un paro para este 28 de abril en rechazo a la draconiana reforma tributaria, la política laboral del gobierno, contra el asesinato de líderes y lideresas sociales, las masacres y el recrudecimiento de la violencia en nuestro país.

Las calles son el verdadero escenario de lucha para las conquistas de las reivindicaciones sociales y los derechos políticos del pueblo. 

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