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¿Qué pasó con Carlos Edward Osorio?
En el 2010 llega a la Cámara de Representantes y de inmediato empieza a descollar, dos años después su nombre figuraba entre los sobresalientes del Congreso. Juicioso, dedicado, estudioso, eran los calificativos que le llovían.
En el 2012 la revista Semana en uno de sus habituales ejercicios periodísticos de impacto, reúne a ‘los más pilos de la Cámara de Representantes’. Se trataba de los nombres que en ese momento, por lo mostrado, se erigían en los de mayor proyección política.
La revista reseña en ese grupo de honor a Iván Cepeda, senador, hijo del reconocido dirigente de la UP, Manuel Cepeda, asesinado; Miguel Gómez, nieto del ex presidente Laureano Gómez; David Barguil, quien llegó a ser el presidente del Partido Conservador; Alfonso Prada, secretario privado de Luis Carlos Galán, tres veces concejal de Bogotá, secretario General de la Presidencia de la República, es decir los 4 anteriores, además de tener un recorrido importante, hacían parte de casas políticas de mucho reconocimiento nacional.
El único, como la misma publicación lo reseñó, "Tal vez el más desconocido de ese grupo de los pilos, es el tolimense Carlos Edward Osorio, el más novato”. Pero no solo era el más desconocido y el más novato del grupo, Osorio era como el ‘mosco en leche’ en ese selecto grupo.
Sin abolengos
No provenía de una casa política, lo más sobresaliente en ese punto sería lo que hizo su padre, un empresario transportador quien fue alcalde del municipio de Casabianca. Osorio, egresado de un colegio oficial en Ibagué, el Juan Lozano y Lozano, hijo de una maestra de escuela, abogado, graduado con honores de la Universidad de Caldas, era un tolimense como muchos, hecho a pulso y desde abajo, pero que gracias a su dedicación e inteligencia, logró descollar.
En referencia a Carlos Edward Osorio, Semana agrega “a pulso, este profesor universitario se ha convertido en una voz que promete y ha defendido difíciles proyectos como ponente. Entre ellos se incluye la reforma a la Justicia, la Ley 1424 para los desmovilizados y el marco para la paz. Seguramente este grupo de representantes revelación darán de qué hablar en los próximos años. Ojalá sea por logros y no por escándalos", remataba la revista en su alusión a este provinciano tolimense.
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Lo cierto es que a partir de ahí Carlos Edward Osorio inició una carrera casi que imparable, vertiginosa, logra cuajar una organización política que era la envidia de otros políticos. “Osorio ha logrado conformar una estructura política tan fuerte que ni siquiera Santofimio en sus buenos tiempos lo logró”, era una de las frases escuchadas en los mentideros políticos de la ciudad. Otros, le elogiaban el equipo, por considerar que lo integraban personas con buenos perfiles.
El admirado
El trabajo desplegado le permitió que en el 2014 regresará a la Cámara de Representantes con una votación que dobló la obtenida en la primera incursión. Obtuvo 35.000 y se consolidó como el político de moda en el Tolima, el más pretendido, el más admirado. Fuerza que se afianza después de la desaparición de los connotados líderes Luis Humberto Gómez Gallo y Juan Mario Laserna. El camino le había quedado despejado para convertirse en lo que la revista Semana había advertido, en el nuevo rey de la política tolimense.
¿Y que pasó después?. Unos dicen que cometió el error garrafal que en política cuesta y cobra sin perdón, y que le ha significado el hundimiento para otros políticos no solo en el Tolima sino en otros sitios: la excesiva ambición. Hay quienes dicen que hubo varias voces que le advertían a Osorio que aún no era el tiempo de dar el salto al Senado, que podía quedarse otro periodo en la Cámara y que incluso tenía posibilidades de sacar dos escaños.
Lo cierto es que el salto lo dio en el 2018 y no le alcanzó la votación para convertirse en senador, tampoco sacó representante a la Cámara. Ese año fue para olvidar. En plena campaña electoral, en un trágico accidente de tránsito, mueren dos de sus más allegados colaboradores.
Ante ese desolador panorama, amigos cercanos le proponen que presente su nombre como candidato a la gobernación del Tolima. Empieza a hacer contactos, se reúne con el dirigente liberal Mauricio Jaramillo, asiste a la ya famosa fiesta de cumpleaños en El Espinal de Emilio Martínez, se reúne con conservadores opuestos a Óscar Barreto, en ese orden todo hacía presagiar que se estaba haciendo una gran alianza que apoyaría su nombre como candidato de la U pero con el respaldo de fuerzas importantes como los partidos Liberal y Cambio Radical, y era posible que llegara el Centro Democrático.
¿Decisión equivocada?
Sin saber cómo ni dónde ni cuándo, Carlos Edward Osorio renuncia a la U y se convierte en precandidato a la Gobernación. Esa noticia tomó por sorpresa a muchos de sus seguidores. No entendían como Osorio que defendió el proceso de paz con las Farc, que fue ponente de la ley marco para la paz, terminara en el partido opositor a los Acuerdos de La Habana. “Si Carlos Edward hubiera persistido en la alianza con el liberalismo y Cambio Radical había sido gobernador”, dice uno de sus seguidores en ese momento. A estas alturas nadie de su equipo sabe los motivos por los cuales Osorio terminó en el CD.
Finalmente no pudo ser candidato a la gobernación debido a una inhabilidad, como premio de consolación lo nombraron en los cuadros directivos del CD. Osorio acompañó en las elecciones regionales del 27 de octubre a los candidatos del Centro Democrático en el Tolima, donde todos se ‘quemaron’. Tuvo candidata propia a la Asamblea Departamental y al Concejo de Ibagué, y tampoco logró sacarlos.
Hoy los pocos seguidores de Carlos Edward Osorio que aún le son fieles, esperan instrucciones, pero también esperan una reingeniería en el movimiento, sobre todo dentro del ‘comité de aplausos’, a quien le endilgan que se puso como una barrera entre el jefe y la militancia de base y por eso hubo desconexión completa.
Esos mismos seguidores están seguros que conociendo a Carlos Edward por la capacidad de trabajo que despliega y por el carisma, puede volver a levantarse y poner así de presente que en política nadie está sepultado.
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