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¿Por qué revocar a Hurtado?
Por Henry Rengifo
Si las mayorías de ibaguereños toman la decisión de revocarle el mandato de alcalde a Andrés Hurtado, no es por odio ni canibalismo político. Por ahí no es la cosa
Es porque en Andrés Hurtado, alcalde, se conjuga lo que durante estas semanas de protesta social en Colombia se rechaza y censura. La gente se cansó de un sistema injusto, abusador del poder y desconectado de la realidad.
Y no es solo Andrés Hurtado, se trata de la mayoría de los 1.122 alcaldes del país que representan la vieja política. La del clientelismo, la ineptitud, el nepotismo, la arrogancia, el egocentrismo, la falta de empatía con los gobernados.
Para empezar el error de Hurtado estuvo en haber puesto su nombre para ser alcalde. Sin rodeos, hay que decirlo, no debió ser candidato a la Alcaldía de Ibagué en 2019, ni menos haber sido elegido alcalde. Estar inmerso en una investigación judicial por un hecho grave, conocido como el escándalo de los ‘piques ilegales’, proceso que ya cumple 7 años, era suficiente motivo de impedimento moral y ético para haberse presentado como candidato a la Alcaldía. Craso error el de su mentor, el exgobernador Óscar Barreto.
A propósito, algunos dirigentes políticos han empezado a transitar por actos de arrepentimiento y en ese sentido se han puesto en el plan de ofrecer disculpas por los errores cometidos. Si el exmandatario Barreto tiene a bien considerar esa opción, podría incluir la equivocación de haberse empecinado en el nombre de Andrés Hurtado.
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Lo cierto es que el alcalde Hurtado, tampoco hizo el menor esfuerzo de haber evitado llegar a esta situación, todo lo contrario, desde el momento que se anunció el proceso de revocatoria, en lugar de dar muestras de humildad y reconocer errores, se envalentonó más, fermentó su arrogancia y prepotencia, y con ello abonó el camino para que con facilidad asombrosa, los promotores de la revocatoria en un mes hayan recolectado 20.000 firmas.
Pero aquí lo de fondo es el potente mensaje que podría estar originándose desde Ibagué para el país. Una revocatoria desde una ciudad capital como Ibagué es indudable que movería profundos cimientos políticos. Valga decir, que cuando se anunció la revocatoria a Hurtado en el 2020, muchos no estuvimos de acuerdo. Era en ese momento un proceso a todas luces inconveniente para la ciudad debido a la pandemia, pero hoy cuando aparece un ‘estallido social’ sin precedentes, el panorama cambió. La coyuntura política es especial y ahí el alcalde Hurtado es cuando se vuelve el gobernante de la excusa perfecta.
“El alcalde Hurtado, hay que decirlo con certeza, no debió ser candidato a la Alcaldía de Ibagué en 2019, ni menos haber sido elegido alcalde”.
No es necesario, entonces, citar el abultado número de argumentos que existen para que se haya emprendido este camino de revocatoria contra Hurtado. La gente los conoce de sobra, y a falta de medios de comunicación tradicionales que, con salvadas excepciones, en el afán voraz de acaparar pauta publicitaria oficial, los postró en un silencio cómplice, las redes sociales han contribuido a mostrar esa seguidilla de desaciertos y errores del Alcalde. Al gran ejército de contratistas, en ese desenfreno clientelista, que hoy tiene la Alcaldía y que muchos de ellos se mueven con presteza en amparo de su Alcalde, es poco o nada lo que podrán influir para ayudar a inclinar la balanza a favor.
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No sé si la revocatoria finalmente va a lograr defenestrar a Hurtado, pero lo que sí es cierto es que el mensaje es categórico a toda la clase política: esto cambió. De contera, también es un mensaje al Concejo, quizá el más culpable de todos.
Solo resta esperar que las cinco estrategias de las que habla el distinguido abogado Germán Barberi resulten favorables a Hurtado. Decirle a los que aún pregonan que la revocatoria es inconveniente para la ciudad, que resultaría más inconveniente dejar las cosas tal y como hoy están.
Para dejarlo también de manera concluyente: revocatorias de mandato en Ibagué se las han merecido la mayoría de alcaldes que antecedieron a Hurtado. Es decir, Guillermo Alfonso Jaramillo, Luis H. Rodríguez, Chucho Botero, Rubén Darío Rodríguez y la lista sigue. Ese gigante acumulado de atraso que presenta Ibagué tiene su origen en estos gobiernos que fueron inferiores a las expectativas y exigencias de la ciudad.
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Seguramente para algunos resulta inconcebible que se meta en este costal el nombre de Guillermo Alfonso Jaramillo. Pues no. Incluso es el nombre que debe castigarse con mayor rigor, su mensaje de combativo de la corrupción resultó una absoluta nimiedad que se tradujo en frustración. Su gobierno también tuvo tinte politiquero y clientelista, y si vamos al plano de las ejecutorias, estas nunca aparecieron en la proporción que se anhelaba.
No se compadece que una ciudad de tantos años, casi cinco siglos y con todas las fortalezas para ser una capital intermedia vanguardista, presente tan vergonzoso retraso.
*Exjefe de redacción de Tolima 7 días
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