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Héroes anónimos
“El león y la pantera son inofensivos; en cambio las gallinas y los patos son animales altamente peligrosos, decía una lombriz a sus hijitos”. Bertrand Russel (1872-1970) filosofo, matemático, Británico. Premio Nobel de literatura.
Julio Cesar Arana del Águila (1864-1952), propietario de la “Casa Arana”, fue un lúgubre y millonario explotador de caucho en la región del Amazonas, limite selvático de Colombia con Perú. Se le sindica de la muerte y tortura de millares de indígenas a quienes explotaba como esclavos en forma inmisericorde. El Peruano Arana de Águila, progresivamente invade territorio colombiano con el apoyo del ejército del Perú y la indiferencia del gobierno nacional.
El general Isaías Gamboa Orjuela, advierte de la invasión al presidente de la republica Carlos E. Restrepo, al Canciller Enrique Olaya Herrera y al Ministro de Guerra Mariano Ospina Vásquez, pero no logra despertar en ellos el menor interés.
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Una publicación en el diario Londinense Truth, del Ingeniero Walter Hardenburg, testigo de las atrocidades que se cometían contra indios colombianos por parte de los funcionarios de la Casa Arana, creo cierta inquietud en el timorato gobierno que aprovecho la ocasión para salir del quejoso general Gamboa enviándolo al Putumayo (límite con el Perú) con 47 gendarmes no militares, para que no se fuera a pensar que era una tropa bélica.
El grupo salió bajo las más inicuas fallas administrativas y logísticas, quedando prácticamente abandonado a su suerte. El general Rafael Uribe Uribe y sus seguidores, critican la improvisación y pronostican un desastre militar. Por tratarse de una bancada de oposición el gobierno hace caso omiso a la advertencia.
El 1 de Junio de 1911, un colombiano, escribe al “Nuevo Tiempo” informando que el gobierno peruano envió hacia El Caquetá (territorio Colombiano) un batallón, este si de verdad, integrado por 500 soldados muy bien armados y equipados al mando del teniente coronel Oscar Benavides, quienes avanzaban en cuatro cañoneras de bandera peruana: América, Loreto, Tarapoto y La Estefita, armadas cada una con cuatro cañones y ocho ametralladoras.
El Ministro de Guerra colombiano responde que hace tres meses se envió una expedición para impedir cualquier intento de invasión. Pero olvido decir que la llamada expedición de 47 gendarmes ya estaba diezmada por la hambruna, la fiebre, la disentería y el beriberi. El enfermero de la guarnición colombiana huye despavorido al tener noticia de la invasión Peruana.
El comandante peruano teniente coronel Benavides, envía al general Gamboa un ultimátum en los siguientes términos : “ Señor general Comandante de la Fuerzas Colombianas: Habiendo encontrado en el Caquetá peruano, ósea la margen derecha de este rio ocupada por fuerzas colombianas que usted comanda, veome en el caso de notificarle, para que dichas tropas desocupen la margen citada, en el término de dos horas, que comenzaran a contarse desde el momento de la entrega de esta intimación, transcurrido el plazo sin que se haya procedido a la desocupación que exijo, me veré precisado a emplear la fuerza para hacer respetar la integridad nacional de mi patria. Creo que solo un error involuntario, haya podido dar lugar a que usted y sus tropas ocupen la margen derecha del Caquetá y no la izquierda, pues los derechos de mi patria sobre la primera, por no ser posible ni siquiera discutible, han sido siempre y son reconocidos por todas las demás naciones. Fdo. Comandante Oscar Benavides“
Es de anotar que tanto el rio “Igaraparana” como “La Chorrera” y los caseríos que se encuentran en las dos orillas, eran y son territorio colombiano.
El General Gamboa, no se sometió a las absurdas exigencias del coronel Benavides y organizando los once efectivos en capacidad de combate inicio una heroica defensa.
El teniente Forero Román, ayudante del comandante y participante en la contienda, describe en testimonio ante el Senado de la Republica, los acontecimientos de los días 10 , 11 y 12 de Julio: “El día 11 la lucha se adelantó con mayor ardor y fue más intensa que el día anterior. Las descargas no cesaron para nada de parte de los atacantes peruanos,y por su acometividad y su frecuencia se veía nuevamente el afán que tenían para pasar la Chorrera, a la cual hubo un momento en que alcanzaron a llegar; pero fueron detenidos y se vieron obligados a retroceder ante el fuego graneado que sobre los barcos hizo la tropa defensora, compuesta ya en este segundo día de 23 enfermos que aun cuando al principio apenas alcanzaban a arrastrarse y a sostener el rifle, después si era cierto que estaban tambaleantes por la fiebre, y si bien no se podían sostener en pie, hacían incesantes disparos ,tendidos en el suelo o débilmente acomodados en cuclillas al amparo de barrancos de piedra y de árboles que recibían la lluvia de balas con que se les asediaba sin descanso”.
“Al tercer día el general Gamboa que en ningún momento de los tres días de lucha tuvo un minuto de descanso; que tan pronto comunicaba ordenes en que iba impreso el sello del acierto, como estimulaba con palabras de fuego el valor de sus subalternos, como repartía parque a los gendarmes combatientes, como disparaba en sesiones seguidas de un modo tan certero que causaba asombro en las filas propias y bajas en el conglomerado enemigo; fue víctima de una grave insolación en momentos en que llevaba sobre sus hombros una pesada caja con parque
“Viendo al general en ese estado comatoso y ante el temor de que fuera a caer prisionero del enemigo, que ya comenzaba a dominar los sitios de la defensa, algunos de sus compañeros lo tomaron en brazos y se encaminaron con el hacia Puerto Córdoba por en medio de la montaña.
“Ya cerrada la noche volvió en sí, en el punto de El Quebradón, adelante de Puerto Herrera, pregunto en que sitio se encontraba , y al saberlo se empeñó en que volvieran al lugar de combate , con el fin de continuar la resistencia hasta morir defendiendo los fueros de la patria”.
“Pero esto era ya materialmente imposible, por carencia de víveres y de municiones; por la continuada fatiga de los soldados, y más que todo, porque los hombres que quedaba eran más cadáveres que seres vivientes “
“Apenas la cañonera América logro salvar el raudal de La Chorrera, las fuerzas defensoras (colombianas) viendo ya que toda resistencia era imposible por insuficiencia de municiones y antes de que se les cortara la única salida, se vieron obligados a retirarse hacia el monte”.
En el informe del cónsul peruano Rey Castro, reporto al gobierno de Lima 40 bajas y 93 heridos…. Las tropas del General Gamboa sufrieron dos bajas y un herido.
El Senado acuso al gobierno por tamaña desidia; pero este evadía su responsabilidad , sugiriendo la culpa hacia el General Gamboa, quien indignado solicito al Congreso que se investigaran todas sus actuaciones y las de los hombres a su mando durante la desigual contienda en La Pedrera. En 1915 fue exonerado de todo cargo por el Congreso de la Republica y el gobierno en un acto de tardía justicia expidió el Decreto 1393 de 1922 exaltando el heroísmo del general Isaías Gamboa. El Canciller Enrique Olaya Herrera tuvo que renunciar por sus erráticas actuaciones en especial por la firma del ilógico y humillante “Tratado Tezanos-Olaya” no obstante se le consoló nombrándolo Embajador en Chile.
A su vez en Iquitos (Perú) la batalla de La Pedrera fue exaltada como un hecho glorioso, el Comandante Oscar Benavides fue recibido como un héroe y ascendido a coronel, poco tiempo después llega a la presidencia del Perú. La Casa Arana continúa explotando el territorio y los indígenas colombianos. Julio Cesar Arana del Águila pasó a ocupar una curul en el Senado peruano.
José Isaías Gamboa Orjuela, nació en Guayabal de Siquima (Cundinamarca), el 19 de diciembre de 1878. Estudio bachillerato en el Colegio San Bartolomé de la Merced. Contrajo matrimonio con doña Tomasa Bernal Quijano, el 9 de enero de 1902. Participo en la guerra de los mil días. Obtuvo el grado de General. Fue Diputado a la Asamblea de Cundinamarca, Representante a la Cámara y Senador de la Republica.
Falleció en Guayabal de Siquima el 29 de septiembre de 1932, víctima de la leishmaniasis adquirida en la selva (para esa época sin tratamiento conocido)
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