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Hasta siempre Pepe

Hasta siempre Pepe

Por Juan Bautista Pasten G.

*Docencia e investigación en filosofía

Universidad de Chile

Hace pocos días, hemos sabido del fallecimiento del expresidente de la República de Uruguay, don José Alberto Mujica Cordano, conocido mayoritariamente como “Pepe” Mujica.

Quise escribir la presente columna como un sencillo y, a la vez, necesario homenaje a un ser humano que, aunque conocí a alguna distancia física, lo siento muy cercano en términos existenciales y valóricos.

Por cierto, no pretendo hacer una reseña biográfica ni histórica del exmandatario, sino, más bien, destacar su figura a través de ciertas puntualizaciones vitales.

Por lo pronto, Pepe nace en una familia de la campiña uruguaya; su padre Demetrio muere tempranamente (cuando Pepe tenía 6 años), siendo su madre Lucy quien sostiene a la familia. Esta modesta vida rural, generan, en Pepe, una sensibilidad social y austeridad existencial que permanecen hasta el fin de sus días.

Esta conexión, desde pequeño, con las labores del campo y con los trabajadores agrícolas, ejercen mucha importancia, tanto en su íntima relación con la naturaleza como en lo que será su ideario valórico y político.

En 1960, ingresa al denominado Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, que fue una guerrilla urbana que luchaba contra las injusticias y las desigualdades sociales habidas en el país. Reconoció, posteriormente, que adhirió a este movimiento por razones y principios más personales que ideológicos.

Durante la dictadura de Uruguay, fue encarcelado por sus actividades políticas y subversivas, pasó 13 largos años en prisión, desde 1972 a 1975.         Este período lo vivió en condiciones dolorosas y tortuosas, ya que la mayor parte de esos años estuvo incomunicado y en aislamiento, separado totalmente de los demás prisioneros. Aquella reclusión modificó su concepción de la vida, de la política y del poder: “Aprendí que el odio es inútil”, señaló en una entrevista posterior.

Sin embargo, en esos difíciles años, pudo conocer a quien fue y es el amor de su vida, Lucía Topolansky, guerrillera tal como Pepe, quien también se hallaba encarcelada. Ambos comparten idearios políticos, sentimientos y visiones del mundo, por lo cual – una vez liberados de la prisión – deciden vivir unidos, humildes, pero, al mismo tiempo, dignamente, en una “chacra” (parcela pequeña) en las afueras de Montevideo, sin lujos ni ostentaciones, pero en armonía consigo mismos y con la naturaleza.

Luego de la amnistía política (1985), Mujica se integra al Frente Amplio de Uruguay. Pasados 10 años de militancia, es electo Diputado y, posteriormente, Senador (2000). Por lo pronto, desde el Congreso impulsó leyes a favor de los trabajadores del campo y de la pequeña producción agrícola, manteniendo la lealtad a sus orígenes rurales y a su pensamiento político.

Durante el gobierno del presidente Tabaré Vázquez, fue designado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca. Lideró esta cartera con su estilo característico, es decir, directo, confrontacional y campechano. Desde allí, promovió la soberanía alimentaria, vale decir, el derecho de un pueblo o país a decidir sus propias políticas nutritivas y a quien dirigir los beneficios de las mismas. Apoyó, además, a los pequeños y medianos agricultores, distanciándose de las grandes empresas.

Ahora bien, fue elegido presidente de Uruguay entre los años 2010 a 2015. Como gobernante, propició leyes históricas fundamentales como las siguientes: a) la despenalización del aborto, b) la legalización del matrimonio igualitario, c) la regulación del consumo y distribución del cannabis; junto a otras leyes, como el fortalecimiento de los sindicatos del país, el aumento significativo del salario mínimo y el incremento de los derechos civiles, que benefician a la totalidad de los habitantes de Uruguay.

Por otra parte, Pepe Mujica, durante su presidencia, dona el 90% de su remuneración a obras sociales, continúa usando su viejo Volkswagen; junto a ello, rechaza el protocolo y la diplomacia inherente a su cargo, evita habitar la residencia oficial y permanece en su chacra. Esta forma de vida, plenamente coherente con sus ideales, principios y valores, le valió la calificación de “el presidente más pobre del mundo”. Ciertamente, para Mujica, la pobreza no se mide por la cantidad de cosas, sino por el uso moderado y solidario de ellas.

En efecto, Pepe Mujica será, sin duda, reconocido y recordado, como manifestación palmaria de la ética en la política, de los valores humanos por sobre los bienes económicos. Al finalizar su mandato, fue invitado a disertar y dialogar en foros internacionales y universidades.

Ciertamente, su mensaje de vida simple, de compromiso real y efectivo con los sectores más desposeídos y humildes de la sociedad, ha sido destacado y reconocido en el mundo entero.

José “Pepe” Mujica falleció el 13 de mayo de 2025 a los 89 años, tras una ardua lucha contra el cáncer de esófago, el cual decidió no seguir tratando desde enero del mismo año. Al respecto señala: “Si no existiera la muerte, la vida no sería sabrosa, sería un aburrimiento. La muerte hace de la vida una aventura”.

Personalmente, tuve la oportunidad de ver y escuchar a Pepe Mujica en discursos efectuados durante eventos políticos y en la conmemoración de los 50 años del golpe militar en Chile (2023). Observé un ser humano añoso, simple, pero de enorme dignidad.

Sin lugar a dudas, José Mujica será evocado como un gran político uruguayo y latinoamericano, como símbolo de sencillez, coherencia y consecuencia personal y social.

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