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Elevar una cometa en familia: Un retrato que perdura en la memoria
Por Oscar Viña Pardo
Nada más gratificante que ver a un niño correr por el barrio con su cometa, sintiendo que vuela, que es uno con ella, y que la alegría impulsa su vuelo. La sonrisa de triunfo de los padres o acompañantes, testigos de ese momento único y pleno añaden un brillo especial al momento.
Son los vientos de agosto, el mes tradicional para elevar las cometas, y aunque ahora son pocos los que se animan a elaborar las maquinas voladoras o panderos, aun algunos se resisten a los artefactos voladores comerciales. Por los barrios de los pueblos queda ese fiel testimonio de las cometas del periódico de ayer en las cuerdas de la luz de esas pilatunas de quienes son osados aun de elevar las cometas en medio de la urbe.
Antes el centro recreacional de Comfenalco en Picaleña de Ibagué era el lugar predilecto para esta actividad. Ahora es en “Caike”, donde todo está dispuesto para recibir las familias. Un espacio amplio les invita no solo a volar cometas, sino también a disfrutar del pueblito tolimenses o el recorrido temático por el río la Magdalena.
Las familias llegan con sus cometas, compradas quizás en la rotonda del Vergel, por la avenida Ferrocarril, o cerca del Éxito de la 80. Los diseños se han sofisticado inspirados en superhéroes o dragones, especialmente.
La cuerda, sin embargo, permanece inmutable; los conocedores del oficio prefieren comprarla en tiendas de hilos o cacharrerías, donde es más económica. Los más osados compran hasta 5 mil metros de hilos, esperan que su cometa se pierda en el cielo, que sin importar que este lleno de colores y no pueda apreciar la suya, siga pidiendo cuerda, siga vaiveneándose de un lado para otro indicando que todavía se tiene el control en sus manos.
El vuelo de la cometa puede durar horas, o al menos 45 minutos como mínimo dedicados exclusivamente a esta actividad. En Caike, la presión de otras familias compitiendo por elevar sus cometas se siente en el ambiente. No importa el diseño, lo esencial es que vuele, que los niños corran con su hilo llevando en alto ese dragón o superhéroe comprado para la ocasión.
Aunque elevar una cometa conlleva a desafíos, como la posibilidad que el hilo se rompa o se enrede con otra cometa, al final, el cielo multicolor eclipsa a grandes y chicos. Agosto es ese mes mágico donde los problemas familiares se disuelven momentáneamente, dejando que el viento genere una sensación de libertad.
El cielo del centro recreacional Caike, hoy y cada domingo de agosto será distinto. La magia de los colores en el aire se mezclara con las sonrisas de los niños, quienes, para siempre, llevarán en su momento ese instante en que toda la familia disfrutó del viento de agosto, dejando que la cometa capturara una fotografía que quedaría grabada para toda la vida.
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