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El descontrol urbano: el pirómano de la ciudad

El descontrol urbano: el pirómano de la ciudad

Por: Ing. Luis Fernando Díaz - Presidente Veeduría VAPI


El incendio que se generó a menos de 200 metros de la estación del centro de bomberos de la ciudad, para que alcanzara la magnitud que alcanzó, debió contar con la concurrencia de diversos factores que favorecieron su expansión.

No solo que a los bomberos les tomó más de 20 minutos llegar al lugar distante tan solo 200 metros, sino que además “la prisa con la que se desplazaron”, hizo que sus máquinas llegaran vacías de agua.

Es por todos conocidos que, en el sector, desde hace muchos años se localizaron almacenes y depósitos de materiales altamente inflamables (plásticos y maderas, entre otros), sin que se realizara una adecuada vigilancia de parte de las autoridades competentes, sobre las medidas y elementos de reacción frente a una eventualidad, como la que finalmente se desencadenó.

Si se hubiera contado con los protocolos, las instalaciones eléctricas e hidráulicas adecuadas y los equipos apropiados para evitar incidentes de este tipo y para dar atención primaria a cualquier conato de incendio, no tendríamos por qué haber llegado a la penosa situación en que nos encontramos hoy.

Y es que la ausencia o muy débil gestión del control urbano, se ubica en el corazón de las causas de la tragedia vivida. Esta ausencia de autoridad en materia de control urbano y del espacio público, desnuda la absoluta falta de autoridad en la ciudad; en la que las vías y los andenes, no le pertenecen al ciudadano, sino al más vivo, o al más amigo del funcionario de turno.

Por eso proliferan establecimientos comerciales que se apropiaron de antejardines y hasta de andenes, las vías convertidas en parqueaderos públicos, no existen zonas ni horarios de cargue y descargue de mercancías, cualquier zona residencial sirve para establecer restaurantes y hasta webcam, y un largo etcétera.

Y las autoridades entretanto, para guardar las apariencias, se dedican a perseguir, bajo, la excusa de la salubridad pública, a pequeños establecimientos; la ciudad toda se ha convertido en tierra de nadie, o, mejor dicho, del más avispado. Producto de ello, asistimos al deprimente espectáculo de ver a sectores residenciales tradicionales, como Piedrapintada, Cádiz o Calambeo, convertidos en caóticos núcleos mezcla de todo tipo de actividades, de las que sus tradicionales residentes solo quieren salir huyendo, ante la ausencia absoluta de autoridad.

Este caos también se manifiesta en los desarrollos urbanísticos carentes de agua potable, es decir en estafas inmobiliarias permitidas y amparadas por la autoridad municipal, que les otorga permisos de venta y certificaciones de habitabilidad; desarrollos urbanísticos sin alcantarillado, por lo que las aguas servidas, van directo a nuestras quebradas y ríos, ante la mirada impasible de la autoridad ambiental y de los ambientalistas.

El terrible incendio y tragedia de la calle 19, debe de ser visto como la punta del iceberg, y como una invitación a buscar las causas del desgobierno de la ciudad. Un pirómano anda suelto.

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