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El año del olvido

El año del olvido

El año que culmina (2020), no podría tener un calificativo más benévolo que canijo. Puso al mundo en la encrucijada más grande que se recuerde, y en lo que va de la pandemia del coronavirus se ha llevado más de un millón 800 mil vidas en el mundo, de ellas más de 42 mil en Colombia y en el Tolima más de mil 250. 

Esto nos indica que el peso del dolor propio y ajeno es inconmensurable y no se puede medir por toneladas. Es una tragedia que no se borrará en el resto de nuestras vidas, porque colectiva e individualmente hemos aportado a ella algo de lo nuestro o parte de la nuestro. La pandemia se ha llevado familiares y queridos amigos. De una u otra manera, también somos víctimas de este virus que no vemos pero que mata implacablemente, sin piedad.  

La sensación de muerte que sentimos cuando traspasamos la puerta de la casa o cuando se nos acerca un amigo o compañero de trabajo, es el precio que nos toca pagar por la desconfianza de que cualquiera nos puede contagiar, mucho más cruel cuando sabemos que los abrazos, el apretón de manos y los besos están proscritos por la amenaza de muerte. Este es el desalmado 2020.

Y pensar que la soledad y la crueldad llega al grado que muchos no han podido despedir a sus seres queridos y, otros, con más suerte, valga la ironía, lo han logrado a través de la pantalla de un celular.
La crisis sanitaria nos hizo la vida al revés, donde lo normal se hizo riesgoso y hasta mortal.

Por eso, esta noche, posiblemente en círculos familiares reducidos, cuando suene las campanas, los pitos y pólvora, los brindis se harán a distancia, los abrazos estarán negados, los besos se lanzarán con los dedos, y el calor humano y familiar de despedida de fin de año solo será un protocolo de bioseguridad. 

No nos ocupados del desastre económico que deja la epidemia. Ese al menos en nuestro país, la pagarán la clase media, los medianos y pequeños empresarios y los trabajadores. Una prueba: el inicuo incremento del salario mínimo.  

Cada persona tendrá sus anécdotas sobre este terrible año. Las nuestras son intrascendentes: lavar la losa, tender la cama, ejercer desde la casa el oficio como periodista, leer uno que otro libro y artículos de prensa y ver televisión, especialmente películas con argumentación o que traten temas históricos; en el último mes del año, conocer las celebraciones navideñas de las familias ricas gringas en la programación de Studio (canal privado de TV), antes de la pandemia. 

Y como no somos agoreros ni tenemos pensamientos mágicos, consideramos que el traslado del 2020 al 2021, no cambiará en nada la situación, pero al menos pasará una pesadilla de cerca de 10 meses que nos deja malos recursos, para pasar a año con muchas cosas pendientes, entre ellas, la vacuna contra el virus que nos ha hecho tanto mal.

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