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Dulce de cacota de café: la inspiradora historia de Luisa Saavedra transformando subproductos en manjar

Dulce de cacota de café: la inspiradora historia de Luisa Saavedra transformando subproductos en manjar

Luisa Saavedra y sus productos de café.

Por: Sigifredo Arias


En su finca Alto Bonito, ubicada en la vereda María Piedra Grande, en el Cañón del Combeima (Ibagué), esta joven emprendedora convirtió la cacota (cáscara del café) –ese subproducto que suele descartarse– en un dulce innovador que ha cautivado paladares locales. Su historia es inspiradora: nace de identificar un problema ambiental en la producción de café y transformarlo en una oportunidad de negocio sostenible y delicioso. 

Un origen con tradición cafetera y autosostenible

El emprendimiento de Luisa no solo tiene el sabor del café, también la esencia de su tierra y su historia familiar. La finca Alto Bonito es una finca familiar y autosostenible, donde cada detalle del proceso productivo se realiza con respeto por la naturaleza. Allí, Luisa honra el legado de su familia como cafetera de tercera generación, al mismo tiempo que abre camino a sus hijos, quienes ya se perfilan como cafeteros de cuarta generación. Esta herencia no solo se refleja en la calidad del grano, sino también en la creatividad con que han sabido reinventar la caficultura, dándole valor a lo que antes se desechaba.

Un subproducto contaminante que se convierte en oportunidad

Durante el procesamiento húmedo del café, se genera gran cantidad de residuos orgánicos: pulpa, mucílago (conocido como aguas mieles) y la cáscara del grano. Tradicionalmente, estos subproductos se acumulaban y terminaban contaminando el entorno. Luisa vivió de cerca este problema; en épocas de cosecha, las cáscaras y el mucílago del café solían generar malos olores y contaminar las fuentes de agua si no se manejaban correctamente.

Preocupada por el impacto ecológico en su finca y comunidad, Luisa empezó a preguntarse si había una forma diferente de manejar esos subproductos más allá de descartarlos. Fue entonces cuando, junto con sus hijos, inició una investigación casera sobre la cacota. Grande fue su sorpresa al descubrir que muchos de los nutrientes del café están en su cáscara. Armados con esta certeza, decidieron experimentar en la cocina hasta convertir ese “residuo” en un producto nutritivo y delicioso.

Descubriendo el valor oculto en la cáscara de café

La “cacota” dejó de ser un subproducto para convertirse en ingrediente. Inspirada por conocimientos tradicionales y recetas de la región, Luisa empezó a cocer la cáscara del café con azúcar de caña y especias, buscando liberar los sabores dulces naturales que encierra la fruta del café. No fue un proceso fácil ni rápido: requirió paciencia y decenas de pruebas para equilibrar el amargor tenue de la cáscara con la dulzura ideal. Poco a poco, aquella mezcla fue tomando punto de mermelada espesa y aromática. El resultado de tantos intentos fue un dulce de cacota de café con sabor auténtico a la tierra tolimense.

Perfeccionando la receta y nuevas presentaciones

Una vez logrado el dulce base, la familia Saavedra continuó perfeccionando la receta. Ajustaron niveles de azúcar, acidez y consistencia hasta obtener un producto homogéneo, de sabor equilibrado entre notas de panela, miel y un ligero toque a café. La aceptación entre amigos, vecinos y visitantes de la finca no se hizo esperar: todos querían probar el famoso dulce de café del que comenzaban a hablar en Ibagué.

La más reciente innovación de Luisa es el dulce de cacota de café relleno de arequipe. En esta versión, la cacota se descascarilla a mano, en un proceso artesanal y dedicado, para que conserve su forma y pueda servir como una especie de canastilla crocante. Luego, la mermelada de cáscara de café ya reducida se usa como cobertura o envoltura de un suave relleno de arequipe (dulce de leche).

El resultado es un bocado exquisito que combina lo mejor de dos mundos: el sabor acaramelado del arequipe tradicional con el dejo frutal y cafetalero de la cáscara de café. Imaginemos una especie de bombón artesanal donde la capa exterior sabe a café dulce y el centro cremoso intensifica la dulzura; así es esta creación. Este maridaje de sabores típicos colombianos –café y arequipe– ha tenido gran recibimiento, convirtiéndose en el favorito de muchos adultos contemporáneos que valoran tanto lo novedoso como lo tradicional en un mismo producto.

Un impacto inspirador en la comunidad cafetera

El recorrido de Luisa Saavedra desde un problema ambiental hasta un producto exitoso es, ante todo, una historia inspiradora para la comunidad cafetera. En un sector donde a menudo los pequeños productores luchan por la rentabilidad, iniciativas como la de Luisa demuestran que la innovación sustentable es el camino. No solo logró reducir la contaminación al reaprovechar un subproducto orgánico, sino que también creó una nueva fuente de ingreso.

La ciudad de Ibagué ya habla de este peculiar dulce de café. Su fama se ha extendido de boca en boca, atrayendo la atención de curiosos, turistas y medios locales interesados en probar “el dulce que nació de la cacota”. Detrás del atractivo sabor, hay un poderoso mensaje de sostenibilidad: aprovechar al máximo lo que la tierra nos da.

El futuro dulce de la caficultura sostenible

La experiencia de Luisa Saavedra con su dulce de cacota de café es un valioso ejemplo de cómo la tradición y la innovación pueden ir de la mano. Con ingenio y pasión, esta caficultora tolimense rescató un conocimiento oculto en los subproductos del café y lo convirtió en un emprendimiento dulce. Su historia invita a accionar: a productores a replantear sus prácticas y buscar valor en lo que descartan, y a los consumidores a apoyar este tipo de iniciativas que combinan sabor, tradición y sostenibilidad.

Porque cada vez que disfrutamos de un bocado de dulce de café, también estamos celebrando la creatividad, el cuidado del planeta y el espíritu emprendedor de quienes, como Luisa, ven en los desafíos una oportunidad para endulzar el futuro de la caficultura colombiana.

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