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Lo que va del 17 a los 17 : futurología para nuestra guerra ajena
Por: Luis Orlando Ávila Hernández
Este año se cumplen 120 años del primer tratado contra las armas químicas (Comité Internacional de la Cruz Roja – ICRC La Haya, julio 29 de 1899) y 95 años de haberse incumplido por las tropas francesas contra las alemanas en Ypres (Bélgica) en la primera guerra mundial (Cloro el gas de los crímenes de guerra, The Guardian, abril 22 a mayo 25 de 1915), dando inicio a su uso indiscriminado, lo que generó de paso cuatro millones de muertos hace un siglo, por todas las tropas de entonces y de hoy que nos imponen su modelo de democracia occidental, o nos la implantan a través de golpes blandos y mediáticos, o por si las moscas, nos llevan su “ayuda humanitaria” en sus barcos de guerra sin la Cruz Roja Internacional, para que se obedezca el sí o sí. Al decir de los crápulas mediáticos.
De la misma forma, este año se cumplen 150 años de la revolucionaria forma del compilar sistemáticamente los por entonces 61 elementos químicos que sabíamos existían, cuando vivió su creador: el ruso Dimitri Mendeleev (Elemental: la tabla periódica en sus 150 años, The Observer, february 2 of 2019).
¿Y bueno, a que viene todo esto?
Pues que estamos en guerra con Venezuela, según los sátrapas gringos y el cerdo de la Antioquia.
Y por tanto, por ejemplo, el 17 es el número atómico y químico del Cloro (Cl).
La principal arma química de guerra desde que el pionero de la guerra química, Fritz Haber, planeó la liberación de su gas desde canecas, con los cuales no habría de usarse proyectiles, como lo hicieron los franceses en 1914 (La Batalla de Ypres, Wikipedia).
El cloro, gas verde pálido o amarillo más pesado que el aire, puede atacar el cuerpo de varias maneras, produciendo quemaduras químicas devastadoras. Una serie compleja de reacciones químicas involucradas ya que el cloro reacciona con las grasas, las proteínas y otros materiales del cuerpo. Se cree que la mayor parte del daño es causado por la reacción con la humedad en el cuerpo al producir ácidos.
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El cuerpo humano contiene mucha agua (todos tenemos entre dos tercios y tres cuartos de agua). Al Inhalar el gas a través de las áreas húmedas de la boca y la nariz hasta llegar a la garganta y los pulmones, daña estas áreas en particular. Los ojos también pueden ser corroídos.
No hay antídoto. Solo es posible el tratamiento de los síntomas. La muerte puede ser relativamente rápida o agonizantemente lenta, dependiendo de la extensión del daño. Dependiendo de los gringos y su fe. De Caracol y su Prisa. De RCN y sus ingenios azucareros. Del Banco de Bogotá y sus existencias de cianuro (CN-).
Si lo hicieron en Siria, que les impide el hacerlo en Venezuela o en la frontera con Cúcuta.
¿Y los 17?
Pues el señor Mendeleev, sabio que era, dejó la puerta abierta para pasar de los 61 a los 85 elementos a los inicios de los 20 del siglo XX, que se ajustaban tal cual, sin App, ni redes, ni posgrados ni doctorados tipo UT y ni las de garaje, que tanto defiende el facho periodista del Ibagué venido de falsa víctima de Armero a prohombre del micrófono, que cuestiona a la universidad pública, tal como la hiciese Primo de Rivera, igual de ignorante, igual de facho.
Solo con su mente de creador, Mendeleev, autentico, genial, con la cual dijera años después que fue en un sueño que le llegó su “Tabla”.
Revolucionario. Como se supone han de ser los oficiales y suboficiales militares y policiales colombianos, a pesar que un saltimbanqui disfrazado de Sub les mande a una guerra o a una batalla que no planearon. ¿Por qué la estrategia militar es planificar, o no?
¿Y los 17, repito?
Pues los 17 son los que la EuChemS, the European Chemical Society, ha encontrado que se hallan en nuestros amados e indispensables Smartphone o teléfonos digitales, de los cuales apenas 10 millones son desechados en solo Europa, cada mes.
Por ello, ha publicado su tabla de elementos prontos a escasear: Muchos de estos elementos en peligro de extinción, son del tipo de metales exóticos, utilizados en la electrónica moderna y, de hecho, el suministro de estos 17 elementos necesarios para los teléfonos inteligentes pueden ser motivo de preocupación en los próximos años.
El helio (He), por ejemplo, se considera una grave amenaza para los próximos 100 años. Es el segundo elemento más abundante en el universo, pero es extremadamente raro en la Tierra porque es lo suficientemente ligero como para simplemente diluirse hacia la cima de nuestra atmósfera. El helio que utilizamos se extrae de manera efectiva desde el subsuelo profundo, generalmente junto con el gas natural, ya que se produce como partículas de radiación a partir de la descomposición de elementos como el uranio. El helio es muy útil, por ejemplo, como líquido refrigerante para los imanes superconductores en los escáneres de resonancia magnética del hospital, o como un gas extremadamente ligero para globos meteorológicos y aeronaves. Pero una vez que se filtra en el aire, se pierde para siempre y existe la preocupación de encontrar suministro en el futuro. Bajo esta perspectiva, su uso frívolo en los globos de fiesta, parece un desperdicio doloroso.
Muchos de estos elementos en peligro de extinción, son del tipo de metales exóticos utilizados en la electrónica moderna y, de hecho, el suministro de estos 17 elementos necesarios para los teléfonos inteligentes, puede ser motivo de preocupación en los próximos años.
Es especialmente preocupante el hecho que muchos de los que enfrentan la escasez potencial, son exactamente los elementos que necesitamos para que las tecnologías ecológicas reemplacen nuestra dependencia de los combustibles fósiles, como los utilizados en baterías recargables, paneles solares y los potentes imanes dentro de los motores de los automóviles eléctricos.
El galio (Ga), por ejemplo, es necesario para circuitos integrados, paneles solares, LED azules y diodos láser para discos Blu-ray.
El indio (In) se usa en todo, desde televisores hasta computadoras portátiles, y en particular en las pantallas táctiles de los modernos teléfonos inteligentes y tabletas. Se estima que a las tasas de uso actuales, el indio disponible se agotará en 50 años y será muy costoso de recolectar y purificar.
Todos estos son elementos que se encuentran naturalmente, y los químicos pudieron descubrirlos y aislarlos al estudiar una amplia variedad de minerales diferentes de todo el mundo, como los buscadores elementales que buscan nuevos hallazgos.
Pero desde mediados de la década de 1930, los químicos han aprendido a controlar las reacciones nucleares para generar sus propios elementos (en efecto, lograr la transmutación y los sueños de los alquimistas). Hasta el momento, 24 elementos han sido elaborados artificialmente; ampliando la fila inferior de la tabla periódica con nuevas creaciones.
Estos elementos no existen naturalmente en la Tierra; sus núcleos atómicos están tan hinchados e inestables que se someten rápidamente a un deterioro radioactivo o a una fisión nuclear para descomponerse de nuevo en otros elementos.
Así que hoy en día, la química ha progresado más allá de simplemente trazar el paisaje natural de la tabla periódica para agregarle algo, como ocurrió con los proyectos de recuperación de tierras de Holanda.
El último, el elemento 118, solo se nombró formalmente en noviembre de 2016: oganesson. (Og).
Los científicos ahora están contemplando una perspectiva audaz: comenzar una nueva octava fila de la tabla periódica y entrar en un territorio completamente inexplorado justo en los extremos del mundo químico.
La tabla propuesta por la EuChemS, vista en su 17 congreso de este año (que cábala, todo 17) es apenas un diario de batalla.
¿Quién nos dice que ese señor Duque mandadero y manteco de los USA, sea la punta del Iceberg, para iniciar el completar la fila octava de la compendiada tabla de Mendeleev a costa de todos nosotros, los latinoamericanos y nuestra compartida descendencia?
Entre los lava perros, todo es posible.Al decir de los traquetos colombianos.
Del 17 a los 17, solo un paso.Y muchos bombardeos.
Dirían los cristianos: que dios nos coja confesados.
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