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Experimentemos la Dignidad

Experimentemos la Dignidad

Por: Andrés Felipe Barragán Torres
*Miembro del Consejo Superior de la UT


“Crisis diplomática”, fueron las palabras que se le adjudicaron al cruce de trinos y decisiones bilaterales entre los presidentes de EE.UU y Colombia, debido a la deportación de connacionales indocumentados en el país del norte por decisión de Donald Trump, un procedimiento regular y que ya se ha realizado en múltiples ocasiones, tanto en este como en anteriores gobiernos.

No obstante, las relaciones diplomáticas tomaron otro rumbo cuando el Presidente de Colombia, Gustavo Petro Urrego, fue notificado -después de haber autorizado el vuelo- de que los mencionados connacionales vendrían esposados, amarrados, en condiciones de hacinamiento y trasportados en un avión de carga; varios de ellos retenidos desde hace ya varios días, inclusive semanas.

Lo anteriormente mencionado, ocasionaría que el Presidente de la República diera marcha atrás a la decisión de autorizar los vuelos y paralelamente exigiera al gobierno de los EE.UU. que los deportados de nuestro país fueran tratados con dignidad y respeto, no como criminales, narcotraficantes o asesinos como lo afirmaba Trump hace unos días.

En consecuencia, Petro indicó que enviaría el avión de la Fuerza Aérea Colombiana para que dicho traslado se hiciera dentro del marco de respeto, acciones que inmediatamente resultaron ser ofensivas para el gigante americano, quien deliberada y prepotentemente interpuso aranceles de 

hasta el 50% a exportaciones colombianas, sanciones económicas y suspensión de Visas en la embajada; lo que generó un sinfín de opiniones sobre las acciones de ambos mandatarios.

Dichas opiniones, se generaron en redes sociales, las cuales se dividieron en dos: por un lado, están aquellos que reconocen el llamado a la Dignidad por parte del Presidente, quien afirma que los latinoamericanos no somos seres inferiores ni colonia de EE.UU. por más potencia mundial que ésta sea, sino que debemos reconocernos como iguales, no económicamente, sino en lo que respecta al trato humanitario que debe recibir el pueblo que vive en territorio estadounidense.

Por otro lado, están quienes aún conservan ese espíritu de la colonia española, de rendir pleitesía a los verdugos, de obedecer ciegamente a sus colonos, de no poder exigir respeto ni ser tratados con la mínima humanidad por provenir de un país tercermundista, aquellos a los que el Presidente invita a que experimenten la Dignidad que nunca antes han ostentado.

Por supuesto que es una noticia histórica, memorable y que debe generar una oleada de discusiones al respecto, ya que, estamos hablando del primer país latinoamericano en exigir respeto para sus ciudadanos a la mayor potencia económica y nuclear del mundo, porque paradójicamente, existe el imaginario de que las pequeñas economías deben ser tratadas con sumisión y tolerando la xenofobia, pero … ¿por qué?, ¿pretendemos seguir alimentando la premisa de que las nacionalidades son reflejo del nivel de respeto que merezcamos?

De esta manera, ambos países dejando a un lado la euforia de los hechos, se reúnen nuevamente y llegan a un acuerdo, lo que desató una vez más otro escenario de confrontación, a causa del comunicado de los EE.UU haciendo alusión al sometimiento de Colombia a las acciones de los anglosajones, y en la contraparte, la Cancillería colombiana afirmando que era EE.UU quien aceptaba los requisitos de recibimiento de los deportados en condiciones dignas, una disyuntiva confusa sobre la realidad de los acuerdos y que solo fueron evidenciados cuando el 28 de enero se expusieron fotos de la llegada de los y las ciudadanas que residían en los Estados Unidos de América.

 

 

Lo anteriormente mencionado, generó nuevamente una oleada de comentarios y opiniones al respecto, poniendo una vez más en evidencia las declaraciones mediáticas, sesgadas y populistas de Donald Trump por manifestar que el Gobierno de Colombia “agachaba la cabeza”, cuando en realidad, los y las colombianas deportadas llegaron en condiciones dignas, sin cadenas, sin sus manos esposadas; porque es de recordar y difícil de aceptar, que por primera vez en la historia de Latinoamérica, el Tío Sam cede en sus amenazas ante un país del libertador Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco

 

 

A pesar de esto, aún hay quienes acostumbrados a la sumisión extranjera, que pretenden llevar una vida de nulo reconocimiento de sus propios derechos y valores humanos, prefieren y pretenden que continuemos asumiendo el maltrato de las potencias, como si se creyeran lo suficientemente osados con la capacidad moral para aceptar este tipo de maltratos ajenos, hacia sus propios compatriotas, su propia sangre y nación.

Aquellas personas, que nunca han podido gozar de mantener fielmente una dignidad intacta, al costo que sea necesario, a ellos, nuestra invitación vehemente: experimentemos juntos la dignidad.

 

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