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El adiós de los partidos tradicionales

El adiós de los partidos tradicionales

Por Óscar Viña Pardo. Director Creativo de Lunarvi 
 
Aun en los años 90, liberales y conservadores se rasgaban las vestiduras por sus partidos políticos, esos que tenían ideología y referenciaban a unos y otros en un país donde se turnaban la presidencia de la República.

 Todo cambió en el 2002 cuando llega al poder el liberal con pensamiento de derecha Álvaro Uribe Vélez. 
 
Liberales y conservadores empezaron a trabajar de acuerdo a su conveniencia con el mandatario de turno. La mermelada se vio en los partidos políticos donde se suman los nuevos movimientos. Todos quieren parte del pastel, ese que hasta hoy tiene dos dueños: Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos. 
 
Los caciques políticos de estas organizaciones no saben cómo contener los liderazgos que ejercen más por el caudillismo. Nuevas generaciones, si no tienen el aval de los unos, van a otros movimientos donde los reciben. Lo importante es figurar dentro del cluster de la política y así trabajar en ese nuevo círculo vicioso donde nadie pierde, así salga derrotado en las elecciones que pasan. 

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En el libro 21 lecciones para el siglo XXI, Yuval Noah Harari afirma que existe en el mundo una ausencia de ideología convincente. El liberalismo, entendido como la libertad, derechos humanos, crecimiento económico, fortalecimiento del medio ambiente, entre otros, se tiene que reinventar porque el populismo toma mayor ventaja en los diferentes escenarios. La desesperanza de las personas frente a las promesas que hacen cada cuatro años lleva a crisis inesperadas y decisiones para nada acertadas. 
 
Los nuevos líderes tienen otros escenarios donde plantean sus ideas desde la extrema derecha o izquierda. Aspirantes con logos de movimientos y partidos políticos contrarios, entre comillas, y sin ideología hacen parte del salpicón que busca llegar al poder de una alcaldía o gobernación con retóricas que confunden cada vez más al electorado. 
 
Las grandes concentraciones entonces pasan a un segundo plano; son los debates en medios de comunicación tradicionales y alternativos lo que plantean nuevas formas de comunicar. Son las redes sociales, los nuevos afiches que antes se ponían en casa y se pinta hoy con una bandera que mañana puede cambiar de color con un solo click. 

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Las campañas entonces se concentran en unos buenos productos políticos basados en las técnicas del marketing. No importa si tiene mil cartones, o solo uno. Lo que impacta es que hable bonito o que sea bonito y llegue a las masas, esas que deciden entonces no desde el trapo rojo o azul, sino del caudillismo que impera en todo el mundo, y aunque hablamos del voto de opinión, ese también se muele desde los imaginarios colectivos que se trabajan desde los medios de comunicación.  
 
Mientras tanto, el pueblo sigue enredado vituperando del uno o del otro. Rasgándose las vestiduras por los candidatos que finamente se convierten en viejos conocidos porque se encuentran en múltiples escenarios y roles. Los periodistas seguimos creyendo que somos determinantes a la hora de votar porque tenemos un medio fuerte y eso solo hace parte de nuestro ego. Todo eso pasa a un segundo plano, el dia de las elecciones, cuando entre los unos y otros hablan de cómo les fue en la fiesta de la democracia.  Amancerá y veremos.

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