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"Aún es fértil el vientre que engendró lo inmundo"
Por: Julio César Carrión.
El 22 de marzo de 1990 fue asesinado Bernardo Jaramillo Ossa. Un crimen a todas luces oficial, que permanece, como tantos otros, en la más vergonzosa impunidad.
Este es un viejo artículo que vuelvo a publicar, con la intención de contribuir a la perpetuación de su memoria y, además, para advertir a los nuevos actores del quehacer político de la "izquierda" y de otros sectores populares de oposición, que los crímenes de Estado continúan, a pesar de todas las formas de ocultamiento de parte de las entidades gubernamentales y de los medios de comunicación, puestos a su servicio.
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En Colombia, más allá de la cháchara pacifista y del llamado "postconflicto", como lo señalara Bertold Brecht tenemos que aceptar con amargura que : "aún es fértil el vientre que engendró lo inmundo" ...
Es un soplo de vida
Con el propósito de incomodar un poco la plácida tranquilidad de los amnésicos, me propongo recordarles que el 22 de marzo de 1990, cayó asesinado Bernardo Jaramillo Ossa, dirigente y candidato presidencial de la Unión Patriótica, movimiento político de oposición que sistemáticamente fue diezmado, y después le fue suspendida su personería jurídica por falta de votos.
La destrucción de la memoria colectiva, es un mecanismo expedito empleado por los grupos hegemónicos para establecer falsos consensos a su alrededor, los cuales se obtienen como resultado de una especie de pedagogía del olvido, centrada en el constante accionar de unos medios de comunicación especializados en la homogeneización de la opinión y en la fabricación de masas embrutecidas y silenciosas mediante la manipulación de la información y la trivialización de la historia.
A pesar de las apresuradas conclusiones a que llegaron las autoridades, y que obsecuentemente difundieron los medios, hoy podemos sostener que el asesinato de Bernardo Jaramillo -como el de Jorge Eliécer Gaitán- no fue un hecho fortuito ni un acto descolgado de un sicario, sino, todo parece indicar que se trató de un crimen político de Estado fríamente calculado, precedido por la “coincidencia” de las afirmaciones hechas por el entonces ministro de gobierno, doctor Carlos Lemos Simons, quien irresponsablemente dijo a la prensa que la Unión Patriótica era el brazo político de las FARC. Aseveración que, por supuesto, alentó la criminal acción. Además, de manera inmediata, ante los mismos medios, el gobierno culpó a los narcotraficantes, acusación fundamentada, en las supuestas investigaciones de la supuesta inteligencia militar. Difundida dicha versión cualquier otra explicación sería silenciada.
Es sorprendente la capacidad de olvido de las masas, comparable tan solo con la disposición de adaptación, de acomodamiento y de integración a la “explicación” impuesta. La fe en la autoridad, la obediencia acrítica y la resignación, imponen la despolitización y el deseo de autoexclusión. La indiferencia, hoy por hoy, es la principal virtud que pregonan los intelectuales integrados que ofician como académicos o como periodistas y comunicólogos, convertidos en una especie de filósofos de la mediocridad y el conformismo, convencidos de que el ‘olvido que todo destruye’ permitirá la reiteración del engaño.
Estos profetas de la estabilidad, que a diario maquillan nuestra deformada democracia, se ufanan en afirman que es la democracia más sólida de América, que el nuestro es un gobierno de enorme respaldo popular y que se requiere es afianzar la autoridad mediante el otorgamiento de facultades judiciales a la fuerza pública y el incremento de los gastos militares, para impedir que los grupos políticos de oposición, las organizaciones no gubernamentales, los defensores de derechos humanos y otros apátridas, obstruyan los logros y alcances del nuevo Estado Comunitario, sostenido en ese fortalecimiento de la democracia que siempre ha funcionado.
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