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El arboricidio del alcalde ausente y de Cortolima
Por: Humberto Leyton
Transportados en la canasta de una grúa, dos hombres desde lo alto alzan las motosierras como si fueran trofeos de una gesta deportiva o de una batalla. Están acabando de derribar las últimas ramas de uno de los cinco gigantescos samanes que en menos de 10 horas, sin compasión alguna, echaron a tierra.
Los árboles emblemáticos servían como marco de entrada al parque Centenario, un lugar de referencia de los ibaguereños y tolimenses, escenario de grandes espectáculos tanto artísticos como políticos, pero, además, como sitio diario de recreación y deporte de los ciudadanos, colegios y hasta de instituciones militares.
Este sábado 30 de abril de 2022, y después de un lamentable suceso donde perdió la vida una persona, la autoridad ambiental: Corporación Autónoma Regional del Tolima –Cortolima- y la alcaldía ausente de Andrés Fabián Hurtado, como cosa rara se encontraba en el Festival de acordeones de Valledupar, sin mayores estudios y sin fórmula de juicio, procedieron a talar todos los árboles centenarios de una de las márgenes de la calle 10 entre calles 5ª y 6ª del icónico parque.
Este ecocidio será recordado como una obra criminal contra la naturaleza ordenada por Cortolima a cargo de Olga Lucía Alfonso, una persona que sigue demostrando su incapacidad para orientar la entidad encargada de proteger el ambiente y de una administración municipal a cargo de un incapaz e incompetente que se la pasa de fiesta en fiesta y de ciudad en ciudad, menos gobernando.
Y los pocos días cuando el Alcalde está en la ciudad se dedica a decir mentiras que son reforzadas con los publirreportajes que contrata en algunos medios nacionales. ¡Qué paradoja la que nos tocó vivir a los ibaguereños!
Sin entrar en precisiones sobre los procedimientos erróneos y fuera de foco que tomaron las autoridades para permitir esta afrenta contra la naturaleza, y los largos años de vida de los samanes; nos adentramos en nuestra infancia cuando recorríamos lo que era llamado “terraplén de Belén”, y el parque, un tupido bosque dentro de aquel pueblo aún pastoril y pacato, pero donde la picardía de la adolescencia llena de libertad y sin límites nos llevaba junto a la ‘patota´ a sacarle la piedra a Belisario Rubio, un personaje de la época, propietario de una tienda ubicada en la esquina de la 10 con 5ª, donde hoy queda la plazoleta de los artesanos, con paredes de bahareque y tejas de zinc, que nunca quiso comprar nevera y que los muchachos para sacarle la piedra iban a comprar helados y este con un sonoro grito los sacaba corriendo: “vaya cómprenlos donde su madre hijueputa”.
En esa época, los árboles estaban en crecimiento y ya daban frescura y sombrío. Y en una de las remodelaciones del exalcalde Francisco Peñaloza, en una de sus administraciones, respetó el paisaje y sus árboles, y los andenes quedaron con el suficiente espaciando para cuando fueran creciendo. Don Francisco nunca pensó que una atrabiliaria decisión años después fuera arrasar con los legendarios samanes.
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Casos emblemáticos
Los árboles siempre han estado ligados a la historia de los pueblos y, por ende, de la humanidad. De los miles y millones de casos que existen, solamente citaremos dos emblemáticos: el árbol de Guernica (ejemplar de roble), que simboliza las libertades tradicionales del pueblo Vasco, situado en el ayuntamiento de esa ciudad española, cuya historia se remonta año 1334, cuando se estima que nació y desde entonces ha venido siendo sustituido por plantas de la misma especie, existiendo hasta nuestros días.
Entre las tantas historias que se tejen de este árbol figura el bombardeo de Guernica en abril de 1937, perpetrado por la aviación Nazi con el beneplácito del citador Francisco Franco, contra la Casa de Juntas. Ni los hitlerianos ni los falangistas pudieron acabar con este emblema que sigue enhiesto en su lugar en Vizcaya.
Otros es el de Julia "Butterfly" (Mariposa) Hill, una activista ambientalista que vivió 738 días en la cima de una secuoya milenaria para evitar que la talaran en norte de California.
Este caso se toma como emblemático en el mundo de los ambientalistas al hacer visible la defensa de un bosque que quería acabar una empresa talando árboles sagrados y milenarios para los habitantes de este lugar.
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Julia se ofreció voluntaria, pensando en que sólo tendría que estar subida al árbol unas dos semanas, tal vez un mes.
Una vez que Julia trepó al árbol de 55 metros de altura el 10 de diciembre de 1997, que se dio el nombre de Luna, comenzó una lucha que terminó comprometiendo a todo el mundo y la justicia norteamericana se vio precisada a legislar sobre este tema y a considerar a la naturaleza como un ser viviente sujeto de derechos.
Desde las alturas de esta secuoya, La Mariposa dijo en una entrevista a la BBC "El olor en el bosque es extraordinario. El aire es tan dulce que realmente lo puedes saborear".
La realidad
Bueno, pero aquí estamos en Ibagué, en manos de un alcalde que ocupa más las salas de cirugía estética, que pasa más tiempo en parrandas y viajes que pendiente de la ciudad; y una directora de Cortolima muy cuestionada por sus escasos conocimientos sobre políticas ambientales, y que simplemente la pusieron en ese cargo para decorar el panorama político del departamento.
Esta es la realidad que vivimos y no podemos pedirle peras al olmo, enseña la sentencia popular.
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