Por: Carlos Alberto Estefan Upegui  - Exgobernador del Tolima. 

El mayor patrimonio de una persona es su buena conducta inspirada en los principios y valores morales impartidos desde su crianza.

Ser honesto, justo y dar buen trato a los demás, enriquece la condición del individuo para vivir en sociedad y lo hace respetuoso y decente.
Sin embargo, es una cualidad escasa porque no es fácil encontrar quién pueda manejar las diferencias con los demás sin que implique su rechazo airado y hostil.

Anteponer el bienestar general al beneficio particular; servir en lugar de servirse, es poco común. 
Aplicarlo, precisa de un carácter tenaz y de una férrea voluntad.

No es fácil hallar personas honorables cuando la mayoría de quienes conforman una sociedad no lo son. Más difícil aún si en esa sociedad pretenden imponer su parecer a como dé lugar, incluso recurriendo al insulto, la difamación y la mentira.

El ultraje, el desprecio y el linchamiento público complementan sus reacciones inspiradas en el odio y la soberbia.

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Lapidación” pública” era un medio de ejecución antiguo, consistente en lanzar piedras contra alguien hasta producirle la muerte.

Hoy día sucede algo semejante con el linchamiento desde las tribunas de los estadios a base de groserías, humillación y expresiones violentas, tal como se presentó con la hija (menor de edad) del Presidente de La República de Colombia, en represalia por asuntos de política y simplemente por ser su hija, sin que ella tenga nada que ver en el asunto. 

Era una asistente más a un partido de la Selección Colombia que como su nombre lo indica, nos representa a todos. 
Comportamiento que desdice mucho de quienes lo asumieron y que se consideran dueños del país.

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Para ser decente y honorable no necesariamente se requiere de linaje ni abolengos; por el contrario, aquel sin ninguna prosapia nos da muchas veces lecciones de humildad, prudencia y compostura.

Es decente, quien prodiga un buen trato a los demás.
¡Así de sencillo…!!