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Regulación-legalización.
Por: Jaime Andrés Chica Pérez
En los últimos días se ha disparado el debate entre la legalización o penalización de la dosis mínima de marihuana en Colombia. Muchos conservadores, tradicionalistas y liberales han salido del closet a combatir o a defenderla. En este espacio, mi postura es de tinte liberal; por tanto defenderé en pocas palabras la posesión de la dosis mínima y formularé estrategias sobre cómo hacer más efectiva la lucha contra el narcotráfico, el consumo de drogas y la estigmatización.
El consumo de drogas en Colombia es un problema que afecta a todos, desde las familias más conservadoras hasta las familias más libertarias. El consumo excesivo de estas sustancias provoca problemas psicológicos –dependencia–, violencia, mercado negro, estigmatización, pobreza y muchos efectos devastadores para el buen vivir en armonía. La lucha contra este flagelo se ha llevado a cabo con represión, confiscación y violencia hacia los productores, distribuidores y consumidores. A lo anterior, las estadísticas demuestran que a pesar de incautarse más toneladas de drogas y arrestar a un mayor número de personas año tras año, el consumo sigue en aumento; cabe entonces preguntarse: ¿que está fallando?
El intento de terminar con el negocio de las drogas es, en el mejor de los casos, complicado. Los carteles de drogas se han convertido en empresas estratégicas que han encontrado canales mucho más eficientes para la producción. Cada vez con menos tierra se puede producir una mayor cantidad de droga, y el consumidor se ha convertido en un consumidor cibernético, pues bien, el consumo de sustancias psicoactivas lo puede encontrar fácilmente en línea -por medio de redes sociales-; además, de llegarle a su casa por medio de un domicilio; es decir, ya no tiene que desplazarse a un lugar peligroso y arriesgar su vida e imagen.
Por las anteriores y otras razones, combatir el flagelo con la incautación y encarcelamiento forzoso es una política caduca que merece la pena revisarse y así lograr adoptar medidas que permitan a las personas vivir en un mejor lugar. En este sentido, tratar la rentable compañía del narcotráfico como una compañía legal, daría mejores resultados y menores costos. Ahora bien, legalizar el consumo de drogas, o, en este aspecto, la dosis mínima de marihuana en Colombia provocaría ingentes ingresos tributarios, consecuencia de confeccionar la marihuana en laboratorios certificados y supervisados por la Supersalud, en vez de producirla en las ocultas laderas del Cauca. Sin duda, sería mejor, tanto para el gobierno como para las familias.
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La producción en estos laboratorios –horticulturas-, bajo esquemas de regulación, etiqueta y calidad del producto, proporcionaría mejor información al consumidor: tendría a la mano y a simple vista todos los efectos, la composición del producto y las precauciones; y se evitarían efectos colaterales sobre la salud de las personas y enormes gastos en salud -algo así como las cajetillas de cigarrillo-, teniendo el plus de que se podría recaudar considerables recursos tributarios y así, construir hospitales y centros de rehabilitación para las personas que han caído en la indigencia y dependencia. Además, de financiar estrategias educativas que combatan y eduquen sobre las consecuencias del consumo de drogas; y yendo más allá, con emprendimiento, se podría exportar marihuana de calidad, como en el presente lo planea hacer Colorado, Alaska y Oregón en EE.UU y Nueva Zelanda.
En estos pocos lugares, negocios legalmente reconocidos se les permite cultivar, procesar y vender cannabis a cualquier persona mayor de 21 años. Por tanto, el negocio regulado desestabilizaría el mercado ilegal y oneroso del cual se lucran los carteles de drogas, y se acabaría, indudablemente, la violencia, las muertes y delincuencia que administran los carteles; y adicionalmente, para cada nuevo laboratorio en el que se empiece a cultivar cannabis legal a gran escala, el mercado ilegal va a encogerse y el cannabis que lo alimenta provendrá, cada vez en mayor cantidad, de laboratorios, droguerías y lugares específicos para su consumo; tal como hoy en día ocurre en los establecimientos para el consumo de alcohol. Siendo realista, el mercado de la droga es inevitable, lo mejor sería regularlo y no criminalizarlo.
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