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¿Qué esperaría el Tolima de sus organizaciones sociales?

¿Qué esperaría el Tolima de sus organizaciones sociales?

Opinión

Por: Alberto Bejarano Ávila

En las ciencias sociales el concepto de sociedad civil es en sí mismo abstracto y por tanto se conoce como el “conjunto de instituciones o movimientos sociales que definen y defienden los derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos” (Jürgen Habermas). Para el poder público tolimense las personas no son interlocutores que piensan y deciden sobre los grandes asuntos y por ello éstas fundan organizaciones sociales para que su voluntad se convierta en sinergia, sus ideas en pensamiento colectivo y su conciencia en voto útil para así hacer viable la democracia. Sin sociedad civil no hay respeto ni conciencia crítica.

Lo dicho en parte ocurre y en parte debería ocurrir y, para evitar rodeos teóricos, mejor voy al grano. Siendo obvio digo que, entre cientos de formas y tipos, las organizaciones sociales son colectivos de consumidores; usuarios de servicios públicos; desempleados; vendedores ambulantes; sindicatos; defensores de la niñez, la vejez o DDHH; pensionados; campesinos; juntas comunales; deportistas; ambientalistas; voluntariados; trabajadores de la cultura; diversidad de género; economía social (cooperativas); recreativas; clubes sociales; colegios de profesionales. Un interés coincidente de las personas da lugar a una organización social.

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Como la política perdió su norte ideológico (si alguna vez lo tuvo) los partidos se desviaron, su membresía hoy es ficticia y acabaron siendo mascarones de caudillos y tiendas de avales incapaces de trazar directrices de cambio; así fue como el interés personal logró subyugar al interés general. Por ello se dice que las organizaciones sociales salvaguardan los intereses de sus asociados y sirven de “dique que impide que el Estado invada los espacios sociales”, y, digo yo, su esencia, siendo política, debe trascender la seudo-política so pena de traicionar sus fines. Absurda sería, ej., una asociación de desempleados rojos, azules, amarillos, verdes o apáticos, pues el derecho al empleo debe oxigenar la política pero nunca al electoralismo.

Se inferirá entonces que los líderes sociales tienen que ser consistentes y coherentes, pues en “nuestra cultura” la línea divisoria entre política y politiqueo es sutil y por ende los líderes deben ser promotores de un proyecto político que reconozca la suma de los intereses de la sociedad civil como intereses sagrados del Tolima y plantee estrategias para convertirlos en realidad; así evitaran la sospecha de que el interés social es utilizado como lanzadera para propósitos personales y marcarán la diferencia entre la política correcta y la incorrecta.

La organización social es vital para lograr el equilibrio democrático (el déspota la persigue sino le es útil) y por tanto gobiernos y actores del desarrollo deben fomentar su expansión y calidad y para ello los centros de investigación del Tolima podrían caracterizar el cómo es y cómo debe ser la sociedad civil tolimense y los líderes sociales pueden fundar la federación de organizaciones sociales que abriría esa nueva etapa histórica donde el interés social es realmente un fundamento programático del ejercicio político decente, sensato y correcto.

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