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Max, el mejor perro del INPEC partió a la eternidad dejando un legado de amor y trabajo
El era Max, un perro de raza pastor alemán de color negro, de tres años de edad, como cada mañana y desde su canil al interior del Coiba de Picaleña, comenzaba a llamar a su dueño el dragoneante Víctor Alfonso Santos, a través de fuertes ladridos para que le llevara su comida.
Se trataba de un suculento plato de concentrado que le mantenía su pelo brillante y más negro aún, y su salud más fuerte, lo cual llamaba poderosamente la atención del personal del Inpec y de los visitantes que acudían por diferentes motivos a ese centro penitenciario.
Max era un canino noble, querendón con los niños, se paseaba orondo y con elegancia por las instalaciones de la cárcel de Picaleña, seguro de sí mismo y de su trabajo, su objetivo era detectar la droga que ingresaban los visitantes al penal y de dar con los responsables de este delito.
Desde Venezuela
Fue traído desde Venezuela por su amo, quien se enamoró de él cuando lo vio, sabía que iba a ser su compañero inseparable, su amigo del alma, su hijo y más que eso iba ser el padre para Max, pero lo que se desconocía era que Max iba a partir muy niño, con tres años y medio de edad, víctima de una penosa enfermedad.
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El dragoneante Víctor Alfonso Santos, recordó que conoció de la raza de su perro cuando fue hacer un curso a Bogotá, de allí se dio a la tarea de buscar uno, así como Max, ya que en Colombia son muy escasos, por eso lo pidió en Venezuela.
Los entrenamientos
Ya, a los cuatro meses comenzó a entrenarlo en su casa, luego a los 6 meses llegó al Coiba y cuando llevaba 20 días de entrenamiento detectó a una mujer que pretendía ingresar droga.
Cuenta que la mecánica para un buen entrenamiento era el de utilizar juguetes y toallas las cuales introducía en bolsas ziplop con sustancias alucinógenas como marihuana y cocaína, quedando impregnado los juguetes con ese olor.
El entrenamiento con Max fue rápido porque captó pronto. Un día en la vida de Max era acompañar su amo y el día de descanso permanencia en los caniles y jugando en los prados, sin embargo, un día trabajo era arduo y era cuando Max ingresaba con otros perros a los pabellones con el fin de detectar droga.
“Era el más efectivo y el mejor en Picaleña, pues cuando los internos cargaban droga, la entregaban antes que Max los registrara", dice el dragoneante” Víctor Alfonso Santos.
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Max convivía con 14 perros más, el se destacaba entre todos por su raza y su color, además era el único en el país.
“Cuando el can se sentía estresado salía a la ciclovía, llamaba la atención, pues muchos niños y adultos se acercaban a apreciarlo, o su amo lo llevaba a Pastales para que tuviera contacto con la naturaleza y con las quebradas, dónde disfrutaba del agua”, manifiesta Santos, y agrega: “Era un perro noble porque era el único que no peleaba con los otros, ya que algunos de ellos son entrenados para la seguridad del centro penitenciario. Tenía casi que un sexto sentido porque conocía quien portaba la droga desde antes de descubrirlo”.
El bautismo
Su nombre fue sustraído de la película “Max”, que trata de un perro pastor alemán en la guerra de Irák, el cual acompañó a los soldados del Ejército norteamericano y que protegió a muchos de ellos, regresando de nuevo a su país natal.
Pareciera que la historia se repitiera ahora en Max, porque, aunque aquí, aunque no estaba en medio de la guerra, tuvo que afrontar una batalla por la vida, la cual perdió el pasado 9 de septiembre, cuando partió a la eternidad.
Con más de 200 positivos logrados durante estos tres años y más de 30 personas capturadas al interior del Coiba de Picaleña, este perro se sentía orgulloso y cuando obtenía triunfos era premiado con un juguete y comida húmeda para perros, la cual era un manjar para él.
La salud de Max comenzó a deteriorarse, con fiebres altas y su cambio de estado de ánimo, sin embargo, una serie de exámenes de sangre los cuales fueron enviados a la ciudad de Medellín, demostraron que Max tenía leucemia la cual había invadido sus globos rojos, ya que su médula espinal no producía los suficientes.
Igualmente, su amo descartó que el can hubiese sido envenenado al interior de la cárcel, ya que los caniles están aislados de las celdas.
La pena por la partida
Para aliviar la pena que embarga la pérdida de su Max, el dragoneante Santos determinó comprar otro igual a Max, “aunque para mi es irremplazable, porque su lugar no lo va ocupar nadie”, señaló el funcionario del Inpec.
Y agregó que se va a llamar como su amado “Max”, sin embargo, su Max será su compañero inseparable.
Quizá este hermoso ejemplar de la raza Pastor Alemán se encontró en el infinito con Tomás, un labrador ya retirado del Inpec, que falleció el 24 de diciembre pasado, víctima de la picadura de una abeja.
Tomás fue su profesor, su guía en esto de la detección de sustancias alucinógenas, ellos desde la eternidad serán los guías de los 14 canes que quedaron allí los cuales tienen la gran responsabilidad de evitar el ingreso de droga a ese centro carcelario.
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