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La fiesta y el carnaval frente al miedo y a la muerte

La fiesta y el carnaval frente al miedo y a la muerte

Opinión

Por: Julio César Carrión

Es imposible entender hoy el significado de la fiesta, los carnavales y las celebraciones, si no comprendemos el profundo contenido religioso y simbólico que encierran. Mircea Eliade afirma que toda fiesta es “la repetición ritual de un acto creador de los dioses. La reactualización periódica de los procesos creadores de los seres divinos”. No podemos perder de vista que el hombre antiguo percibía el mundo poblado de dioses, que el origen de cualquier cosa o fenómeno se explicaba por la intervención de lo sobrenatural y prodigioso. La aburrida reiteración de los hechos cotidianos de la vida, hace perder la fuerza y trascendencia de los momentos primordiales. El hombre primitivo así lo entendía y por ello insistía en repetir los grandes sucesos de sus antepasados; se trata de algo así como de convertir el tiempo corriente en un momento de la creación, por ello las fiestas y los rituales transforman el tiempo profano en tiempo original y sagrado. El monótono curso de los acontecimientos se ve desplazado por la irrupción de la fiesta, de los carnavales que periódicamente insisten en esa reactualización, en ese corte de cuentas con el tiempo, instalando en los imaginarios colectivos ese “sentimiento de festividad” que los caracteriza y diferencia de las demás formas de pensamiento y de las mentalidades estructuradas que establecen la hegemonía y el dominio cultural.

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Como lo expresa el investigador húngaro Karl Kerényi en su obra la religión antigua (editorial Herder. Barcelona 1995): “lo festivo no es idéntico a lo alegre...del mismo modo que se puede vibrar al son de la música alegre como de la triste, existe el sentimiento divertido y el sombrío de la fiesta. Algo hay, en cambio, en lo más hondo de lo festivo que tiene más que ver con lo sereno que con lo sombrío. Sí, incluso en lo sombrío, cuando es festivo, encontramos algo que Hölderlin sentía en la tragedia griega sublimado al máximo, cuando compuso el epigrama de Antígona:

Algunos intentaron en vano expresar alegre lo más alegre. Aquí se me revela al fin, aquí en la tristeza.

Sin embargo, también en el fondo del sentimiento festivo más alegre y sereno se encuentra presente la seriedad: justo esa seriedad que eleva la acción alegre más común, por ejemplo la de escanciar y beber vino los atenienses en un día consagrado a Dionisios, al plano de un acto festivo”.

Carnavales y fiestas, como una huida del tiempo, como un refugio atemporal, nos ofrecen en fin una salida; aquella que Baudelaire encontrara en la ebriedad, “para no sentir el horrible fardo del tiempo... para no ser los esclavos martirizados del tiempo...”.

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Podemos entender que el carnaval -cuya precisa etimología proviene del latín carne, vale: es decir, adiós, despedida de la carne- hace referencia a la diversión exigida por los sectores populares en los países cristianos, antes de entrar en la cuaresma, esto es, antes de aceptar la prohibición establecida para el consumo de la carne y la privación impuesta sobre la actividad sexual. El carnaval o las carnestolendas (literalmente el retiro de la carne) fue establecido en la llamada civilización occidental, como remembranza de las antiguas fiestas paganas, que “fueron patrimonio cultural de todos los pueblos agrarios desde los más remotos tiempos” y que por hibridación o amalgamamiento cultural, tendrían continuidad en el mundo ya cristianizado; incluso en la américa latina, merced al formidable mestizaje que caracteriza nuestra pluralidad étnica y cultural.

Las fiestas, de los creyentes o de los infieles, expresan la alegría de los pueblos, sus aspiraciones, sus anhelos; simbolizan una reiterada vocación de paz y constituyen, por ello mismo, el reverso de la guerra.

La revista aquelarre, que con su nombre evoca las alegres y clandestinas fiestas de las brujas durante la edad media, quiere compartir con todos sus lectores, desde la serena lucidez de la academia y la lúdica locura de las artes, de las letras y la fiesta, esta intención de paz que nos convoca a ponerle obstáculos al miedo, a la guerra y a la muerte.

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