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Honor, coraje y puñal… (La ética del arrabal y el hampa)

Honor, coraje y puñal…  (La ética del arrabal y el hampa)
¿Dónde estará (repito) el malevajeque 
fundó en polvorientos callejones 
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y el coraje?
Jorge Luis Borges.

Encontrarle sentido a la vida -y a la muerte-, renunciando a las prerrogativas y ventajas ofrecidas por las autoridades y los organismos de poder, es la tesis central que establece el tango de comienzos del siglo XX , llamado “Sangre maleva” (Música de Dante Tortonese y letra de Pedro Platas y Juan Velich)

Se trata de una filosofía, de una ética de los suburbios, que nos informa y aclara acerca de la tragedia de un "delincuente honesto", que, en un mundo plagado de múltiples paradojas e inconsistencias lógicas, no cree ya en la “culpa”, ni en el poder de la venganza, y mucho menos busca quedar bien con las autoridades. Por el contrario, propone un fundamento ético de vida que se exprese en la rectitud y la lealtad, incluso en el quebrantamiento de las reglas socialmente establecidas. El zurdo Cruz Medina es un criminal, que es ejemplo de "virtud", de sensibilidad y de consistencia conceptual, pues, era -nos lo cuenta el tango-, un buen amigo, valiente, solidario, “sin grupo, servicial”, quien a pesar de haberse formado en la miseria del arrabal y entre taitas y matones, “vivió tejiendo sueños allá en el callejón”.

                           

“Era un malevo sin trampas”, distinto a esos sujetos enajenados, subalternos, sometidos a los estereotipos fijados por las normas sociales, conductuales y morales que dogmáticamente imponen las leyes, los preceptos cívicos y las religiones, que han hecho de la doble moral, un patrón generalizado de comportamiento ciudadano. En Cruz Medina se descubre ese poder que tienen los desheredados, los sectores marginales que carecen de poder, como nos lo muestra el disidente checo Václav Havel en su obra “El poder de los sin poder”, que indica cómo estos sectores van conformando con sus negaciones y confrontaciones cotidianas, una especie de “estructuras paralelas” que, de manera consciente e inconsciente, van implementando nuevos modelos políticos y culturales capaces de llegar a subvertir el sistema establecido.

(Quizás quiera leer:La democracia como nihilismo)

Poner en cuestión todo el andamiaje social y cultural, todos los “valores” instaurados y hasta la salud mental de los individuos moldeados y condicionados por la familia, por las costumbres, por las tradiciones y la escuela, es el asunto central de esta filosofía de arrabal, que se expresa en la letra de este tango, en que se siente -como nos lo señala Borges, recordando la letra del poema “Tango” de Fernán Silva Valdés que “ a través del tango se siente la dureza viva del arrabal, como a través de una vaina de seda la hoja del puñal”...y luego concluye que “ el tango es un estado del alma de la multitud”... Cruz Medina, herido mortalmente, se niega ante los agentes del “orden” que lo increpan a señalar a su agresor. Dice :

"No me pregunten agentes, el hombre que me ha herido, que será tiempo perdido porque no soy delator. Déjenme, no más, que muera, y esto a nadie asombre, que el varón para ser hombre, no debe ser batidor”.

                            

La sociedad capitalista, pacata y farisea, se basa en una serie de disposiciones y rituales que desestimulan y coartan la solidaridad y el compañerismo, mientras alientan y premian la competitividad, el egoísmo, la sumisión, la obediencia, la subalternidad y, por supuesto la delación. Muchedumbres, aparentemente adaptadas y satisfechas, dispuestas permanentemente a “colaborar” con las autoridades e incluso a actuar a modo de “policías de sí mismos” (como lo denuncia Pedro García Olivo), conforman, estimulados por los organismos y agentes del Estado, redes de sapos, delatores, soplones y traidores.
Por otra parte, las acciones policivas y culturales se presentan como mecanismos indispensables en la lucha contra el vicio, contra las conductas consideradas desviadas y en general a favor de la regulación y la normalización social, lo que por supuesto, según el establecimiento jurídico y legal, compete a la familia, a la Iglesia, a la policía y a las instituciones educativas. Esa defensa de la “normalidad”, de la salud y la moral ha sido un elemento clave para el mantenimiento del statu quo y el sostenimiento de los grupos hegemónicos. El apóstata, el renegado, el remiso, el desertor, el bohemio, el libertino, el lujurioso, el contagiado, el iletrado, el drogadicto, el menesteroso y el loco, hacen parte de esa innumerable horda de los llamados anormales; aquellos sujetos que han de ser aún más sujetados… o eliminados… o, en todo caso, apartados de la sociedad. Su vida o su muerte carecen de importancia, pero, siempre se espera que “colaboren” con el poder; por ello se premia la delación y el colaboracionismo con las élites gobernantes y se estimula a “las personas de bien” e incluso a los delincuentes para que sean chivatos, soplones o “sapos”. Existe incluso en estas simuladas democracias, todo un ordenamiento jurídico que premia al criminal delator, con rebaja de penas . Así, muchos criminales y corruptos incrustados en las estructuras y organismos gubernamentales, como funcionarios o como contratistas, delinquen sabiendo que tendrán la oportunidad (sentido de oportunidad lo llaman legalmente) de esquivar el supuesto “peso de la ley”...
 
ANEXO
 
Sangre maleva
 
Por Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina,
Belgrano, Mataderos y en todo el arrabal
paseó sus gallardías el zurdo Cruz Medina,
que fuera un buen amigo, sin grupo servicial.
 
Templado en el suburbio, fue taita entre matones,
vivió tejiendo sueños allá en el callejón,
en donde por las noches rondaban los botones
y en el café del barrio gemía el bandoneón.
 
Era un malevo sin trampas,  sin padrinos y sin gloria;
sin miga de tanta historia, pero buen mozo y de acción.
Caseros lo vio jugarse sin aflojar ni un chiquito,
y en la nueve queda inscripto su coraje de varón.
 
Pero una noche oscura, guapeó en Avellaneda,
y en una rinconada del trágico arrabal
sonaron tres balazos y sobre la vereda
caía un hombre herido blandiendo su puñal.
 
Se oyeron los auxilios, corrió la policía,
y en un charcal de sangre, sonriendo al taita halló,
que herido mortalmente, rebelde en su agonía,
con voz de macho entero, sin pestañear habló;
 
"No me pregunten agentes, el hombre que me ha herido,
que será tiempo perdido porque no soy delator.
Déjenme, no más, que muera, y esto a nadie asombre,
que el varón para ser hombre, no debe ser batidor”
 
 
 
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