Actualidad
Fabiola Rey enseña que el cuidado, aunque invisible, sostiene y dignifica la vida
La historia de Fabiola Rey, una mujer dedicada al cuidado con amor incondicional.
En un barrio popular de Ibagué vive Fabiola Rey, una mujer que aprendió, hace 28 años, a transformar la fragilidad en coraje. A fuerza de noches en vela, convirtió una palabra sencilla, casi invisible para la mayoría, en el centro de su vida: cuidar.
Tenía 27 años cuando nació su segunda hija, Estefanía, quien llegó al mundo con un diagnóstico que parecía una sentencia: encefalopatía metabólica mitocondrial. El nombre era tan complejo como la vida que les esperaba.
Pronto, la rutina se llenó de hospitales, convulsiones y tratamientos. Estefanía perdió la visión a los cinco años, y con el tiempo llegaron también la parálisis cerebral, la dificultad para tragar, las arritmias y las crisis epilépticas que podían repetirse veinte veces en un solo día.
- Puede leer: Las rezanderas de La Mojana
“Yo no era médico —recuerda Fabiola, con una serenidad que contrasta con lo vivido—, pero me tocó aprender a leerle la respiración, a reaccionar como si lo fuera.”
Su esposo, incapaz de enfrentar el peso de esa realidad, se marchó. Y fue entonces cuando Fabiola asumió todos los roles: madre, enfermera, terapeuta, abogada. Diecisiete años de batallas silenciosas que solo terminaron con el fallecimiento de su amada hija Estefanía.
A pesar de la adversidad, nunca permitió que la enfermedad se tradujera en encierro. Al contrario, quiso mostrarle al mundo que su hija tenía derecho a vivir con dignidad y alegría. “Estefanía estuvo en desfiles, ciclovías, centros comerciales, hasta en una bicicleta adaptada. Todos en Ibagué la conocían. Yo quería que supieran que no se necesitaba mucho dinero para que una niña viviera bien, solo amor y dedicación”. Recordaba con nostalgia.
La vida cambio
Hace seis años, Estefanía partió. Y con ella se fue un pedazo del corazón de su madre. Fabiola se encerró casi un año en silencio, sin brújula ni propósito. Hasta que un día, en una calle cualquiera, vio a otra mujer luchando con la silla de ruedas de su hijo. Se acercó a ayudarla, y en ese gesto sencillo descubrió que aún tenía un camino: seguir cuidando.
Desde entonces lo hace con más fuerza y, ahora, con formación. Estudió en el SENA y se graduó recientemente de la Escuela de Fortalecimiento Político para Cuidadoras, un proyecto de la Gobernación del Tolima, el Ministerio de la Equidad y el PNUD.
Hoy acompaña a adultos mayores en barrios y clínicas, los anima a ejercitarse, a salir de sus casas, a no sentirse solos. Recorre veredas llevando pañales, alimentos y, sobre todo, compañía.
La historia de Fabiola es la de muchas mujeres invisibles en Ibagué y el Tolima. Mujeres que sostienen la vida de otros con sus manos y su paciencia, la mayoría de las veces, sin salario, sin descanso y sin reconocimiento.
“Hay muchísimos cuidadores —dice Fabiola—, sobre todo mujeres, que están ahí, invisibles. Necesitan que alguien les diga: no estás sola.”
*Realizada con información de la oficina de prensa de la Gobernación del Tolima
(CO) 313 381 6244
(CO) 311 228 8185
(CO) 313 829 8771